Martes, 17 de junio de 2008 | Hoy
UNIVERSIDAD › LA DISCUSIóN SOBRE LA EDUCACIóN SUPERIOR EN AMéRICA LATINA
El Congreso Regional de Educación Superior, realizado el mes pasado en Cartagena, desató una polémica continental tanto por su desarrollo como por el documento final alcanzado. El lugar del Estado en la educación universitaria quedó en el centro del debate.
Por Adriana Puiggrós *
Cuatro mil personas de treinta y siete países escucharon azorados durante una hora y media las diatribas emitidas por el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, que justificó el ingreso de la fuerza pública en los recintos universitarios en caso de protestas y subrayó que los planes de estudio e investigaciones deben adecuarse a las demandas del mercado para ser “pertinentes”. El escenario fue el Congreso Regional de Educación Superior realizado en Cartagena, entre el 4 y 6 de mayo, por el Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Iesalc/Unesco) preparatorio del Congreso Mundial sobre el tema que se realizará en París en 2009. En el evento fue posible observar que en América latina crece una gran feria de la educación superior, incompatible con Estados que asumen su responsabilidad principal en la planificación, financiamiento, gestión y evaluación de las universidades con respeto por la autonomía, esa conquista de la democracia. Un uso bizarro de aquel concepto lo redefine como autonomía de mercado: las empresas ofrecen a las universidades públicas paquetes pedagógicos, servicios de evaluación de las instituciones, exámenes de ingreso y de egreso, produciendo su vaciamiento y la conversión de su comunidad en una clientela cautiva.
Un glosario neoliberal compuesto por términos de ambiguo significado fue insistentemente repetido en Cartagena: eficiencia, eficacia, calidad, equidad, aquantability, competitividad, innovación, pertinencia. El “pensamiento único”, que está desprestigiado por sus nefastos efectos económicos, culturales y políticos, sigue cobrando fuerza en la política educativa internacional, siendo complementario de planes imperialistas que buscan perpetuar los conflictos que surgen de la injusta distribución de la riqueza producida por los pueblos latinoamericanos. Pero en Cartagena había otras voces. Se hicieron oír quienes defienden la universidad tradicional sin advertir que la educación superior se ha masificado, debe crecer, cuenta con una diversidad de instituciones y demanda soluciones sistémicas que otorguen un lugar decisivo a la investigación científica y tecnológica y a la relación con el medio social. Comenzaron a expresarse también quienes haciendo un uso diferente del glosario citado definen la “pertinencia” como la obligación de la educación pública superior de adecuarse a las necesidades, interpelaciones y planes de desarrollo de los pueblos que la sostienen. Los rectores argentinos han acordado en varios documentos, entre ellos el de Vaquerías, en el sentido de “responsabilidad social” de las universidades. Ese concepto es un importante punto de partida para discutir en profundidad la naturaleza de los lazos de esas instituciones con los gobiernos y con las sociedades.
En el mercado educativo se agrega el término “globalizada”. La “responsabilidad social globalizada” de las universidades tuerce su orientación hacia los intereses mercantiles transnacionales. Afortunadamente, en la declaración final del evento se inscribió el rechazo a la resolución de la Organización Mundial del Comercio, que considera la educación superior un bien transable, aunque es lamentable que haya persistido la negativa a definir como gratuitos los estudios de grado, afirmándose de ese modo una de las banderas sostenidas con más énfasis por el Banco Mundial.
Urge compartir y debatir en espacios democráticos de la región pensamientos, propuestas y experiencias dirigidas a cimentar reformas de la educación superior que tengan un espíritu latinoamericanista popular y democrático, como en 1918, y bases organizativas, programáticas y presupuestarias adecuadas a las interpelaciones del siglo XXI.
* Presidenta de la Comisión de Educación de la HCDN.
Por Angel Díaz Barriga *
La primera conferencia mundial de Educación Superior de 1998 se realizó en el contexto de impulsar un amplio debate regional, continental y mundial sobre la situación de la educación superior, en un contexto en el que el Banco Mundial había difundido y hegemonizado una serie de tesis y recomendaciones derivadas de la teoría del capital humano, en particular en su texto La educación superior. Lecciones de la experiencia (1995), en las que establecían afirmaciones como las siguientes: “El Estado no debe invertir en educación superior”, “la inversión en educación superior es regresiva”, “los estudiantes deben pagar por aquella educación que están dispuestos a recibir”, etc. Todas ellas tenían el signo de buscar que no se dedicaran fondos públicos a los estudios de este nivel.
En este sentido, en vistas de la Segunda Conferencia Mundial que se realizará tentativamente en 2009, la Unesco respondió con una movilización planetaria, en la que convocaba a que en cada región se realizara una conferencia regional con amplia participación de funcionarios de los ministerios de Educación, rectores y directivos de universidades e instituciones de educación superior, investigadores, miembros de los órganos legislativos de cada país. Con una salvedad, si bien todos ellos podrían participar en las mesas de trabajo y en la presentación de ponencias libres, correspondía a los investigadores de todas las corrientes y de todos los grupos de pensamiento que destacaban en la región la elaboración de un documento base, de cerca de 40 cuartillas.
Esta es la primera sorpresa que causó la actual organización de la Conferencia Regional 2008, dos grupos se apoderaron de la conducción del evento excluyendo claramente la participación de investigadores de distintas instituciones, filiaciones y países. Y sólo dos países tuvieron cabida en la organización del mismo. Esto significó un abuso de conferencias magistrales, algunas de ellas sin ninguna relación directa con el tema del evento, en las que en el mejor de los casos se permitía una participación, tipo pregunta escrita, ante un espacio precario y restringido para la conformación de mesas de trabajo que permitieran conformar grupos de discusión y de análisis de diversas propuestas presentadas. En estricto sentido la conferencia se elitizó, unos pocos que no llegaban a más de 10 tenían la palabra para enunciar sus ideas, la mayoría, esto es más de 3500 participantes podían escuchar, tomar notas o hacer una pregunta por escrito. Fue, en expresión de varios participantes, una conferencia del silencio, una conferencia donde intencionalmente se silenciaron miles de voces de la región.
Una segunda característica muy vinculada con la anterior fue la ausencia de especialistas e investigadores en educación. Después de 12 años, tomando como punto de referencia La Habana 1996, podemos reconocer que los grupos que hacen investigación profesional sobre el campo de la educación superior se han incrementado, han asumido muy distintas posiciones, han publicado investigaciones consistentes y sólidas sobre muy diversos temas del campo: financiamiento, gestión, gobernabilidad (governance), acceso y equidad del sistema, diversificación, evaluación institucional, acreditación de programas, evaluación de académicos y de estudiantes. En el mejor de los casos, a una treintena de ellos se le pidió alguna colaboración para integrarla de una manera apresurada en textos –alguno de los cuales contienen trabajos de dudosa calidad– que se editaron en el contexto de la conferencia. La mayoría sencillamente fue ignorada.
No hubo caras nuevas, nuevos investigadores, una generación de doctores de cuarenta y cincuenta años que ha empezado a posicionarse en la región sobre el tema, tampoco hubo cara de los consolidados, de quienes han hecho escuela de pensamiento en la región, de quienes sostienen posiciones encontradas, porque América latina es un mosaico de ideas, de propuestas, de escuelas de pensamiento. Nada de ello se presentó, al contrario, el signo de la conferencia lamentablemente fue: unos cuantos pueden hablar y expresar los problemas de la región. Todos los demás deben escuchar.
Quizá esto explique, no sólo lo largo del texto de la declaración final de la conferencia, sino la falta de ideas nuevas, de enfoques múltiples, de reconocimiento de las tensiones que sobre cada tema subyacen en la región. Mientras en los pasillos los académicos comentaban sobre las dificultades que experimentan los sistemas de acreditación de programas, las presiones absurdas que a partir de ellos se generan en sus países, incluso los graves errores y desaciertos que se cometen bajo las prácticas de la acreditación, quienes tenían el poder de redactar la declaración establecían que la evaluación y acreditación está consolidada en la región.
El documento con el que concluye la conferencia fue redactado por dos grupos: uno en donde se mezclaban las manos de académicos de Sudamérica con funcionarios de la Unesco París, un segundo con manos de quienes se apropiaron de la conferencia. Un documento elaborado en paralelo y al margen de la conferencia. Lo cual no necesariamente es el problema; en la reunión de Ministros de Educación de Jamaica de 1996, el proyecto de Declaración se entregó a los ministros el primer día de la conferencia y fue objeto de análisis en los días de la misma. El problema de esta elaboración en paralelo significa que cada grupo cuidó e incorporó sus ideas, ideas que por más significativas que fueran, como destacar el sentido público de la educación superior, no pasaron por un trabajo real en la conferencia ni reflejan las tensiones que sobre el tema aparecen en la región. Pero, al mismo tiempo, les permitió incorporar temas que jamás fueron objeto de trabajo en la misma.
Lo grave de esta situación, en mi opinión, es que esta conferencia representa una nueva cara de la Unesco. En la forma de trabajar el Iesalc asumió el papel que tanto tiempo criticó al Banco Mundial. El Banco se ha caracterizado por confiar sus documentos a un grupo muy limitado de especialistas, en general economistas, quienes hacen un pequeño (y en general deficiente) sondeo del problema en la región y elaboran un informe donde destacan problemas y propuestas de solución.
Esa es la lamentable lección que deja la Conferencia Regional de Educación Superior 2008, una conferencia sin nuevas ideas, una conferencia de la que se apropiaron dos grupos, una conferencia de exclusión de los investigadores y de exclusión de la diversidad y riqueza del pensamiento latinoamericano, una conferencia de falta de ideas nuevas, frescas y creativas. Mala señal sobre el futuro de la Conferencia Mundial de Educación 2009.
* Doctor en Pedagogía. Investigador del Iisue-UNAM, México.
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