Viernes, 14 de octubre de 2011 | Hoy
UNIVERSIDAD › OPINION
Por Julián Rebón *
Vivimos un momento auspicioso para la producción científica en el país. Estamos en una etapa de crecimiento: inédita formación de cuadros investigativos, creciente cantidad de profesionales y técnicos dedicados a la investigación, progresivo desarrollo institucional –la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología sea tal vez su expresión más acabada—, mayor disponibilidad de recursos; todo redunda en mayor y mejor producción en ciencias. Todo esto se destaca aún más por su contraste con otros momentos de nuestra historia, cuando la construcción de conocimiento era objeto de persecución política o, más recientemente, del ahogo financiero y la descalificación pública. Las ciencias sociales forman parte de este desarrollo, alcanzando hoy una producción e institucionalización inédita en nuestra historia.
No obstante, en el campo de la visibilización y difusión de la ciencia y sus aplicaciones –hoy también en aumento– las representaciones dominantes tienden a restringir la práctica científica a ciertas disciplinas –ciencias de la naturaleza, por lo general– y la tecnología a ciertos campos de aplicación. Las ciencias sociales aparecen soslayadas de esta representación que prima en las grandes exposiciones –Tecnópolis, por ejemplo– o incluso en los mismos portales virtuales de los principales organismos de ciencia y técnica del país, donde podemos ver a los investigadores utilizando microscopios y tubos de ensayo como representación de la práctica investigativa, y a glaciares, volcanes, astros, animales y vegetales como representación de los objetos de investigación. No se trata de promover un debate que sería estéril entre qué es más relevante, si la dimensión natural o la social, la realidad es una y son múltiples y necesarias las distintas formas de su abordaje. Simplemente, vale mencionar que la riqueza de la práctica de la ciencia en la Argentina desborda su representación.
Desde el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA apostamos a acortar esta brecha o distorsión entre práctica y representación de la ciencia, entendiendo que para que algo crezca en su valoración social, un prerrequisito es que sea conocido. Con ese fin realizamos, por primera vez en nuestra historia, Expo IIGG, una jornada para mostrar la producción de nuestras 14 áreas de investigación, 168 investigadores, 369 becarios y más de 150 proyectos financiados por organismos locales e internacionales. Debates, conferencias y talleres sobre los grandes temas de hoy, posters y proyecciones de avances de investigación, presentaciones de libros y revistas, rincón de lectura y stand de becarios, fueron algunos de los medios que utilizamos para compartir lo que hacemos y somos con los centenares de personas que nos visitaron ese día y también para despertar vocaciones académicas, para que nuevas generaciones se sumen a la investigación social.
Como instituto de la universidad pública, que valora y practica sus mejores atributos –pluralismo, cogobierno, rigor científico, articulación con la enseñanza de grado y posgrado, compromiso social– sabemos que el apoyo material que recibimos de nuestra sociedad debe ser honrado. Compartir lo que hacemos y somos es uno de los modos para aportar más y mejor a nuestra sociedad. En el mundo de hoy los principales miedos, angustias y problemas que enfrentamos las personas –la violencia o la desigualdad, por ejemplo– devienen de la acción de otras personas, o mejor dicho de los modos en los cuales nos organizamos como sociedad. No podemos darnos el lujo de prescindir del conocimiento científico sobre esas determinaciones. Las ciencias sociales tienen mucho para aportar a entender aquello que hoy padecemos y lo que hacemos como sociedad para cambiarlo o reproducirlo. Lograr transmitir ese valioso conocimiento, mostrar la capacidad de las ciencias sociales en acción, es nuestro desafío.
* Director del IIGG (Sociales-UBA).
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