La carrera de Sociología de la UBA, con la apertura ayer de sus VII jornadas, celebra 50 años de existencia. Una historia que, por la intensidad de los momentos vividos, es sin dudas accidentada, por momentos decididamente dramática y también productora de un clima inclusivo que puede pensarse como una tradición: una relación vital con el conocimiento, sostenida en una visión cultural laica, modernizadora, ligada a las tradiciones de izquierdas, que incluye la radicalización de movimientos nacional-populares.

No es posible pensar la sociología en la Argentina en sus momentos más dinámicos y desde sus referentes más prestigiosos si no se la asocia a cuestiones que suponen la desnaturalización de las condiciones de existencia, pensadas en relación con grandes cambios protagonizados por actores colectivos. La construcción de análisis sobre el peronismo convertía al fundador de la carrera, Gino Germani, en una referencia que decididamente trascendía los límites del mundo académico, un intelectual. Las generaciones más jóvenes, marcadas de manera inmediata a la fundación de la carrera por la Revolución Cubana, incorporarán elementos diversos del aggiornamento de las ciencias sociales en los centros culturales internacionales y participarán en un proceso de creciente radicalización política. Las rupturas del Partido Socialista primero y del comunismo después, el diálogo católicos-marxistas, el acercamiento a incipientes experiencias guerrilleras y la resignificación del peronismo como movimiento de liberación nacional tendrán una presencia vital y productiva en la carrera. De alguna u otra manera, con las mediaciones de cada caso, los distintos análisis sobre el peronismo, las preguntas sobre la marginalidad, la preocupación por entender los hechos que produjeron una guerra de aniquilamiento emprendida por un Estado terrorista, la necesidad de pensar un orden democrático tuvieron –aunque fueran parte de polos diferentes en un debate– la impronta de esa relación vital con el conocimiento.

Es verdad que las transformaciones producidas por la revolución neoconservadora en los ’90 afectaron la universidad y las ciencias sociales. Zonas significativas y referentes importantes participaron desde una marcada heteronomía en la construcción y legitimación científica de las propuestas de políticas públicas (sobre todo educativas) que promovieron con fuerza arrolladora los organismos financieros internacionales. El ámbito específico de la carrera de Sociología, en un contexto de degradación de la universidad pública, de una verdadera hegemonía cultural neoliberal que inficionó tradiciones y sobre todo prácticas, se constituyó en un espacio de resistencia. Por supuesto por la vocación problematizadora de sus investigadores docentes, pero además porque en ella existe, aunque degradado, un extraordinario capital cultural que tensiona a veces confusamente las inercias naturalizadoras del orden existente. Capital constituido por prácticas político-culturales llevadas adelante por sus militantes estudiantiles que actualizan esa tradición laica y de izquierdas (insistiendo en la pertinencia del plural) que reafirma la gran apuesta de construcción de conocimiento al servicio de la emancipación humana. Dice Fierro, dándolo por hecho, que trae lecciones “el tiempo con sus mudanzas”. Y puede que sea así; sobre todo si es posible asumir con dignidad ese tiempo. Por eso en este aniversario la carrera homenajea a sus estudiantes y sociólogos desaparecidos y en ellos también a los que sobrevivieron al horror de los campos y están hoy con nosotros expresando una inconmensurable voluntad de reconstitución de la naturaleza humana. No hay otro modo de construir hacia adelante que sabiendo, como colectivo, de dónde venimos.

* Director de la carrera de Sociología (UBA).