Martes, 6 de noviembre de 2007 | Hoy
Los monarcas Juan Carlos y Sofía estuvieron en Ceuta y hoy llegan al otro enclave español en el norte de Africa que Marruecos reivindica como propios.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
La visita de los reyes de España a las ciudades-enclave españolas de Ceuta y Melilla, en el norte de Africa, generó un áspero incidente diplomático con Marruecos, que reivindica históricamente la soberanía sobre ellas y que ha considerado una provocación el arribo de sus majestades. Ayer por la mañana, el rey Juan Carlos y su esposa, la reina Sofía, visitaron Ceuta y hoy concluirán su primera gira por las posesiones españolas remanentes de la época colonialista visitando Melilla, luego de 32 largos años de sonora ausencia.
Mientras el primer ministro marroquí, Abás El Fassi, calificaba la visita como una provocación en un discurso ante las cámaras de Diputados y Senadores reunidas de emergencia, el rey de Marruecos Mohamed VI se manifestaba dolido por el hecho. En la ciudad de Tetuán se produjo una multitudinaria manifestación de protesta, mientras fuentes diplomáticas advertían a España de lo inoportuna de la visita y del daño que ésta provocaba en las relaciones entre ambos países. Desde Marruecos se insistió ayer en recordar la colaboración que el gobierno africano presta en la lucha contra el terrorismo y en los importantes acuerdos económicos que mantiene con Madrid.
Desde la Cancillería madrileña, en cambio, se trató durante todo el día de quitarle magnitud al incidente, recordando que ambos países ya estuvieron a punto de ir a la guerra el 11 de julio de 2002, cuando un grupo de gendarmes marroquíes desembarcó en la desierta isla Perejil y plantó las banderas del reino africano desafiando a España, que en esos momentos era gobernada por el conservador José María Aznar. Madrid amenazó entonces con ir a la guerra sin demasiadas contemplaciones y reocupó el islote cinco días más tarde, capturando a los soldados marroquíes. Durante esa frenética semana, Marruecos aprovechó para instalar en la agenda internacional su histórica reivindicación sobre Ceuta y Melilla, sin lograr gran cosa. Ayer volvió a insistir con su reclamo.
Ceuta, con 76 mil habitantes, y Melilla, con 67 mil, son los dos últimos enclaves que mantiene España en el continente africano. Sus habitantes siempre se han sentido históricamente olvidados por las autoridades de la península, una sensación que se agudizó durante los últimos años, cuando comenzó a hacerse fuerte la crisis de los inmigrantes que llegaban en forma masiva atravesando la cerca de alambre que las separa del resto del Africa. El gobierno español optó por reforzar la altura de la valla y multiplicó los gestos para evitar el descontento de la población. La visita de los reyes que comenzó ayer se encuadra dentro de esta estrategia y fue muy bien recibida por los ceutíes, que se abalanzaron a las calles a recibirlos.
La cuestión de la soberanía sobre estas dos ciudades se ha vuelto también objeto de atención durante los últimos meses del extremismo islámico, que las utiliza como ejemplo del imperialismo occidental en Africa y llama a sus fieles a atentar contra los intereses de España en el exterior. Los servicios de inteligencia españoles han detectado un aumento de páginas de internet de contenido islamista que hacen mención a la ocupación “de los infieles” sobre ambas ciudades, al tiempo que el argumento también sirve a los extremistas para reclutar voluntades entre los miles de inmigrantes de origen árabe que viven en el país y concurren a las cada vez más vigiladas mezquitas.
El primer ministro marroquí recordó ayer que su país ha actuado siempre de forma pacífica en los reclamos que conciernen a la soberanía y recalcó que “Ceuta y Melilla forman parte integrante del territorio nacional marroquí y su recuperación se hará mediante negociaciones directas, como ocurrió con Tarfaya, Sidi Ifni y el Sahara”. La diplomacia del país africano insistía también en recordar la gran labor de coordinación que mantienen ambos países para evitar el flujo de inmigrantes ilegales a la península, una política que les da más de un quebradero de cabeza a las autoridades marroquíes y los importantes acuerdos pesqueros con que se benefician las empresas españolas que faenan en los caladeros del país norteafricano.
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