Por segunda vez en lo que va del año, la presidenta Cristina Fernández presentó, junto a Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, un nuevo proyecto dedicado al avance de la ciencia y la tecnología local: el anuncio giró alrededor del lanzamiento del Plan Federal de Infraestructura para la Ciencia y la Tecnología –al parecer, otro megaproyecto–, de jugoso presupuesto –nada menos que 450.000.000 de pesos– a ejecutarse en cuatro años.

El ministro Barañao comenzó la presentación, detallando alcances y metas del plan: entre otras (bastantes) cosas, la construcción y/o remodelación de 50 obras pertenecientes a una veintena de instituciones diseminadas en las distintas provincias y conectadas con la investigación de punta.

Y varios tópicos más, e inevitables: la importancia y el papel fundamental de la ciencia y la tecnología para la economía, su aporte a la creación de la riqueza, su condición necesaria para el desarrollo: “La ciencia y la tecnología estarán más preparadas para poder atender los desafíos que les presenta la sociedad y dar respuestas a sus problemas”. Con una concepción federal que pretende cancelar (o empezar a hacerlo) una deuda pendiente con ciertas, bastantes, regiones.

Y a continuación, el número de fondo, a cargo obviamente, de la presidenta Cristina Fernández, que remarcó el salto cualitativo y cuantitativo en el proceso productivo y su vinculación con la ciencia: “Ahora el desafío es lograr el surgimiento de una nueva generación de científicos y científicas que den sustento a este nuevo modelo económico, científico y cultural”.

Y, además, no olvidó rozar la política internacional: pidió la liberación de la franco-colombiana Ingrid Betancourt, rehén de las FARC: “Ruego a Dios que ilumine a quienes tienen la altísima responsabilidad de conducir los destinos de la hermana República de Colombia para que el canje humanitario pueda producirse”.