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El club de las películas perdidas rescata a los que llegaron tarde
El video funciona como segunda oportunidad para disfrutar de films que duraron poco y mal en los cines. Escuela de rock, Elefante, Las horas del día, Mentiras y Esplendor americano son algunos de ellos.
Por Horacio Bernades
¿El video como tierra de segundas oportunidades? Eso es, en buena medida, lo que está sucediendo ahora mismo en la Argentina, donde dos clases de películas van a parar al formato magnético. Por un lado, están aquellas que las grandes distribuidoras prefieren no estrenar por demasiado “diferentes” y terminan dejando pasar al video. Por otro, están las que sí llegaron a estrenarse, pero resultaron estranguladas por la concentración y escasa diversificación de la cartelera. Dentro del primer lote se cuenta buena cantidad de “directos a video” de calidad, como sucedió en los últimos meses con En carne viva (lo más nuevo de Jane Campion, directora de La lección de piano), Niebla de guerra (última ganadora del Oscar en la categoría Mejor Documental), los notables animé japoneses Héroes al rescate y Recuerdos peligrosos, o las independientes estadounidenses The Dangerous Lives of Altar Boys y Laurel Canyon.
En la categoría “grandes películas que usted no llegó a ver en el cine y ahora tiene la oportunidad de ver en casa” se registró últimamente el lanzamiento en video de películas como Elefante (candidata de oro a Mejor Película del Año), la exultante Escuela de rock y el puzzle danés Reconstrucción de un amor (premio de la crítica internacional a la Mejor Opera Prima 2003). A ellas se les suma, por estos días, una primera línea de exquisiteces que, por distintas razones, pasaron inadvertidas en el momento de sus estrenos. Se trata de la española Las horas del día, la coreana Mentiras (ambas editadas por Transeuropa) y la indie estadounidense Esplendor americano, que en días más lanzará AVH. Redoblando la vieja polémica sobre los motivos por los cuales la gente no va a ver una película (¿es porque eligen libremente no hacerlo o por meras cuestiones de promoción?), los fracasos de estas tres en el momento de su estreno parecen darle la razón a quienes votan por la segunda opción.
Con una cartelera copada por los tanques de turno y la escandalosa ausencia de una o más salas dedicadas a difundir cine de calidad (que son una exitosa tradición no sólo en París, Madrid o Nueva York sino también en Río de Janeiro y San Pablo), a los distribuidores no les queda más remedio que salir con escasas copias de estas películas “distintas”, acompañando el lanzamiento con una inversión publicitaria reducida a un par de avisitos en los grandes medios. Resultado: están en cartel un par de semanas y se caen. Acaba de suceder con películas como la brasileña Madame Satâ, la italiana El secreto y la francesa Las trillizas de Belleville, y no sería raro que le pasara lo mismo a la británica A todo o nada, que tuvo –¡horror!– la misma salida que La mina: cuatro salas. Es aquí donde el video brinda a este Club de las Películas Perdidas una oportunidad de rescate.
Ni Las horas del día, opera prima del catalán Jaime Rosales, ni Mentiras, del coreano Jang Sun-woo, son películas hechas para agradar. Por el contrario, a ambas las anima una misma voluntad de conmoción, de revulsión, de subversión. ¿Será que el famoso “espectador medio” ya sólo quiere ver películas que le alegren la vida y le acompañen la cena? Protagonizada por un tipo común de Barcelona, que atiende una tiendita de barrio y parece de lo más cómodo viviendo una suerte de entierro en vida, Las horas... plantea un par de preguntas incómodas: ¿puede el mal ser banal? ¿Puede Abel ser Caín? Lo hace mediante una puesta en escena sofisticada y decantadísima. Hasta el punto de que no parece, en absoluto, una ópera prima. Como buena parte del cine asiático en general y el coreano en particular, lo que Mentiras pone en cuestión son los límites del dolor físico, presentando a una pareja despareja (profesor cincuentón y alumna adolescente) entregada a una serie de rituales, en los que ciertos palos con un clavo en la punta se vuelven sumamente populares, tanto como el distanciamiento casi brechtiano con que Jang Sun-woo los observa. Al reconstruir la vida de un autor de comics depre y reclusivo, Esplendor americano (ópera prima de ficción de Shari Springer Berman y Robert Pulcini) entronca con el romanticismo dark de películas como Perdidos en Tokio y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, en las que el encuentro con el otro aparece como la última esperanza, en tiempos en que la humanidad parecería al borde del abismo. Para espectadores en busca de algún sentido, estos tres flamantes lanzamientos en video tal vez representen una buena oportunidad de reconciliarse con una cartelera hostil.