PLáSTICA › PABLO REINOSO EN LA GALERIA RUTH BENZACAR
Un comedor que fue comido
El artista argentino, residente en Francia desde hace 25 años, vuelve después de siete a exponer en Buenos Aires con una obra en la que reflexiona sobre el canibalismo social y económico.
Por Fabián Lebenglik
Después de siete años, Pablo Reinoso (nacido Buenos Aires en 1955 y residente en Francia desde 1979) vuelve a mostrar su obra en la Argentina.
La instalación Cocina y comedor marca un giro en su trabajo, porque claramente remite al cuadro de situación particular de la Argentina. Por una parte la obra Comedor consiste en la reproducción en escala uno a uno del comedor de un departamento de clase media baja en el que la mesa, las sillas, las cajoneras y el piso de madera, están sutilmente seccionados, “mutilados” y encastrados en precario equilibrio, hasta terminar siendo –a medida que se avanza en su recorrido– un maderamen listo para ser consumido por el fuego. La deconstrucción del comedor concluye como un comedor que se come a sí mismo, en obvia referencia al canibalismo social y económico.
La segunda parte de la muestra está concebida como una serie fotográfica, Cocina, en la que el núcleo de cada trabajo es la imagen de una tostadora eléctrica vista desde arriba, y desde la cual sale un diseño de líneas paralelas. Vistas en detalle, la trama de líneas es metálica y el diseño no es sólo decorativo, sino que constituye una “defensa” electrificada. A cierta distancia de la tostadora hay un pan, esperando cumplir su destino.
La fuerte relación entre antropofagia (la instalación Comedor), comida y violencia (la serie Cocina), marcan un giro argentino en la obra del artista, que así abandona parcialmente el costado más filosófico y oblicuo de su obra anterior. En este punto resulta pertinente trazar un recorrido de la obra del artista, que vive y trabaja muy cerca de París (en Malakoff) y que expone su obra por todo el mundo.
Pablo Reinoso comenzó su tarea de escultor hace casi treinta años, en la senda de la tradición: piedra, hierro y madera fueron sus materiales durante más de dos décadas. Pero a mediados de los noventa su obra dio un vuelco completo. Fue entonces cuando el artista cambió de materiales y eligió la tela como materia prima (una pequeña muestra de esta obra puede verse en la salita de estar que la galería Ruth Benzacar reserva para obras de trastienda o complementarias).
Este cambio modificó el sentido profundo de su producción, que si bien siempre tuvo un sesgo reflexivo y metafórico, pasó a evocar cuestiones relacionadas con la pulsión de la vida y la precariedad de la existencia, de un modo decisivo. La materialidad de las obras disminuyó en su peso específico –aunque no en su volumen– en relación inversa con el peso conceptual, que pasó a ser mayor. Reinoso se volvió más contemporáneo, en el sentido de pensar el arte en relación con el presente y de asociar lo aparentemente liviano y superficial con un pensamiento ciertamente profundo.
En aquella larga serie de obras, el aire se vuelve corpóreo. Como decían los estoicos, el aire es el neuma, un principio vital que se identifica con el soplo, el aliento y la respiración.
Toda transformación material y formal revela que la superficie de los cambios es un resultado de otros cambios de fondo. Su obra abandonó la metafísica, para ahondar en la física y la química del arte de situación: temporal, orgánica, cultural..., al punto que la noción de adaptabilidad termina siendo central en su nueva obra. El modelo de Reinoso es el del artista visual, que combina una producción de delicado refinamiento con una gran capacidad de gestión y adaptación a diferentes contextos (desde la Bienal de Venecia hasta las galerías Lafayette). Es así que el Comedor que hoy presenta en Buenos Aires es una transformación de la obra Ashes to Ashes que mostró el año pasado en España (Casa de América, Madrid). En la muestra madrileña el parquet terminaba penetrando en un hogar para consumirse. Mientras que aquí hay una puesta en escena más teatral y dramática, plenamente localizada en la crisis argentina.
Según el artista, ambas obras presentadas en Buenos Aires “apuntan a movilizar aspectos de lo cotidiano y del hábitat, a través de un desorden ordenado. Mientras que las obras respirantes de los noventa abarcaban lo cotidiano y lo fundamentalmente indispensable: la vida. Aludían al hábitat en su primera metáfora: el cuerpo. Estas obras recientes me dejan la posibilidad de hacer ‘comentarios’ sobre lo actual”.
Un aspecto ineludible del trabajo de Pablo Reinoso es que durante la última década el artista se ha dedicado al diseño industrial, colaborando con las grandes marcas internacionales. En este sentido, explica que “mi trabajo de diseñador ha influenciado profundamente mi percepción artística”. Así, parte de su producción también puede ser vista como una mirada analítica y por momentos crítica sobre el mundo de la moda.
Es obvio que la obra de Reinoso no está contra la moda, porque sería una oposición inútil, sino que crece a partir de ella tomando ciertos elementos, torciendo e imaginando otros.
Pablo Reinoso participó en 2001 de la muestra El final del eclipse –junto con otros artistas argentinos y latinoamericanos– que se originó en Madrid –allí mostró sus “respirantes”, dentro de vitrinas cuyos vidrios se espejaban o transparentaban a intervalos regulares– y luego pasó a otras ciudades de España para itinerar durante 2003 por América latina.
Durante este año presentará muestras individuales en México (donde volverá el año próximo, al Museo de Arte Moderno de México D. F.), y en el Centro de Arte André Malraux, de Colmar (Francia), donde se encuentra el retablo de Grünewald. (Galería Ruth Benzacar, Florida 1000, hasta fin de mes.)