EL PAíS › CONTINUA EL DEBATE ACERCA DE SI CARLOS MENEM DEBE BAJARSE
Hasta ahora, el interesado dice no
En el propio bunker del ex presidente se discute qué debe hacer. Los argumentos a favor y en contra. Menem acusa de traidores a los que no quieren dar pelea. Pero las dudas siguen.
Por Diego Schurman
No va a tejer escarpines. Al menos hasta la próxima semana. Carlos Menem parece decidido a seguir en campaña. Y sufrir, sin más, su primera derrota en las urnas. Así lo hizo saber, con claras muestras de insatisfacción, entre su gente. Y sobre todo, entre aquellos que le recomendaron, casi le exclamaron, que no se exponga al castigo electoral que sufrirá el próximo fin de semana. “Sólo los traidores no dan pelea”, dijo a puertas cerradas para dar por terminado el tema.
Menem se mostró visceral. Fueron varios los testigos que describieron su malhumor. En especial aquellos integrantes de su eventual gabinete que desfilaron por el Hotel Presidente. No era para menos: en menos de una semana, el ex presidente debió salir por tercera vez a negar su paso al costado.
Como siempre, Menem depositó las culpas en el Gobierno. Pero nada dijo de la “línea riojana”, desde el gobernador Angel Maza, hasta su hermano Eduardo Menem, pasando por sobrino Adrián Menem. Todos ellos le susurraron al oído la conveniencia de correrse de escena para no darle el gusto a Eduardo Duhalde.
Para salir del paso, Eduardo Menem hizo propia la teoría que una semana antes había esbozado su coprovinciana, la diputada Alejandra Oviedo. “El que más quiere que se baje es el propio Duhalde, con el único propósito de tener a Kirchner de rehén”, evaluó.
Pasando en limpio: si Menem se baja, Néstor Kirchner quedará consagrado presidente con apenas el 22,24 por ciento de los votos cosechados en la primera rueda. Dicho de otro modo, será un presidente ostensiblemente débil y –a la mirada menemista– fácil de controlar por el duhaldismo.
Sin embargo, en la férula del ex presidente no reparan que, para consolidar su poder, hacia fuera y dentro del peronismo, Duhalde necesita de un mandatario fuerte, amén de la seguramente árida negociación que deberá entablar después del 18 de mayo para que Kirchner cumpla con la devolución de favores.
Las dudas por la suerte de Menem surgieron desde mucho más cerca -geográficamente hablando– de lo que pensaba. Su propio compañero de fórmula, Juan Carlos Romero, está cansado de tantos titubeos. Lo acosan desde todo el país pidiéndole fondos para la campaña y, a esta altura, ya no quiere andar despilfarrando.
En ese sentido, Francisco de Narváez se muestra como un niño bien aplicado. Haciendo gala de su fama de adinerado, el coordinador técnico de la campaña eroga cada céntimo que le piden. Y hoy volvería a ofrecer sus oficinas de Las Cañitas para el último spot de la campaña menemista, otra vez a cargo de Ramiro Agulla y representantes de la agencia Walter Thompson.
El spot fue utilizado ayer por primeras figuras del staff menemista como un nuevo argumento para desestimar las versiones de renuncia. A eso le sumó la estratégica visita de Charly García al Hotel Presidente. El músico no ocultó su inclinación por quien definió como su “amigo”. Y, en cambio, hizo militancia en contra de la secta “Hare Kirchner”, como se burló del frente que construyeron el santacruceño y el duhaldismo.
Al margen de la luz que irradió la estrella de rock, en el entorno menemista hubo quienes no dejaron de reconocer la existencia de fuertes presiones a favor de la retirada. ¿Con qué excusas? En ningún caso admitiendo una derrota lisa y llana. Por el contrario, se barajó una vez más la remanida pantalla del “fraude bonaerense”.
Menem volvió sobre el tema anoche en La Matanza. Dijo que en la provincia de Buenos Aires le “robaron” los votos. Pero que ahora eso no volverá a ocurrir. En ese sentido se entendieron sus últimos encuentros cara a cara con los fiscales del mayor distrito electoral del país.
La excusa de una encuesta en cierne, cuyo resultado definiría el futuro del candidato al Frente por la Lealtad, parece una excusaprimaria. Sería sólo una manera de demorar una agonía que sus hombres más cercanos, como nunca antes en la historia, ya admiten con tono de resignación.
–Enfrentó la cárcel, la muerte de un hijo. ¿Cómo no va a admitir una derrota electoral? –dicen sobre su jefe, aunque suene más como una necesidad de autoconvencimiento.
Es una verdad a medias. Cuando batallaba por la segunda reelección, azuzando a sus adláteres a realizar presentaciones judiciales, Menem debió abruptamente agachar la cabeza. Fue cuando Duhalde amenazó con un plebiscito para que la gente mostrara su rechazo a la iniciativa.
El mazazo que significó el reciente pronunciamiento de José Manuel De la Sota a favor de Kirchner amagó con repetir aquel escenario de 1999. Y no era para menos: el gobernador cordobés, uno de los principales impulsores de la re-reelección, acababa de saltar el charco.
A Menem se le sumó en las últimas horas un inconveniente extra. La desaparición de fondos destinados al pago de fiscales. Son esas sordas disputas que tarde o temprano saldrán a la superficie. Menemistas de pura cepa suelen repetir que este sensible tema fue el que desbocó a Luis Patti.
Efectivamente, el intendente de Escobar hizo punta con el reclamo para que el ex presidente se bajara, ya que los bonaerenses le iban a hacer fraude. Sus enemigos internos aseguran que con ese argumento se sentó en el Hotel Presidente a pedir 6 millones de pesos para hacerse cargo de la campaña y garantizar el contralor de la elección.
Obviamente no logró su objetivo, pero se ganó el repudio de Alberto Pierri y Alberto Kohan, quienes hasta el momento se habían encargado de la campaña bonaerense. El primero le atacó con el tardío “torturador”, el segundo apeló a un diplomático “no comment”.
Lo curioso es que lo que el derrape de Menem divide por un lado, une como si fuera poxipol por otro. Es el caso del trío Kohan-Bauzá-Carlos Corach, quienes dejaron de lado sus propias internas para empujar al ex presidente a la pelea electoral.
Los tres consideran que el caudal de votos que consiga será su verdadero capital político. Que podrá hacerlos valer por “genuinos”, contraponiendo los “prestados” que suponen los de Kirchner a partir del apoyo del aparato duhaldista. Y que de esta manera podrá seguir dando pelea política, ya sea para buscar una senaduría o para trabajar por su improbable continuidad en la conducción del justicialismo.
De bajarse, estima su círculo áulico, lo más probable es que rife lo que le queda de poder. Y que, en consecuencia, su futuro esté más cerca de los escarpines y la hermosa vida familiar.