ESPECTáCULOS › GIECO-PAEZ-BAGLIETTO JUNTOS
Dar es dar
Por Hugo Soriani
Caía la tarde del domingo y, en esa hora tan difícil, León, Fito y Juan Carlos Baglietto daban inicio al show que los tuvo como principales protagonistas y que, según palabras de Juan Carr, presidente de la Red Solidaria, logró reunir más de 34 mil litros de leche para los inundados de Santa Fe. A las seis de la tarde en punto empezaron a sonar los acordes de "El Fantasma de Canterville" y la gente que los oía desde afuera apuraba el paso para conseguir un lugar en las graderías. Los que estaban adentro se corrían, dejaban lugar, respetaban al otro y lo recibían con ganas de estar juntos. Porque el domingo en Obras hubo eso: necesidad de juntarse, de estar al lado de alguien, aunque ese alguien estuviera a kilómetros de distancia, húmedo de agua, de lágrimas y de impotencia.
Arriba del escenario tres artistas convocaban al milagro y empezaban a entregar lo mejor de sí mismos sin especular nada. Hasta tuvieron que agregar una segunda función para cubrir las expectativas de una multitud para la que Obras resultó chico. Y para los que estuvieron, la tarde de ese domingo será inolvidable.
Por momentos parecía un show de los ochenta, con Baglietto impecable en su guitarra acústica de sonido metálico y limpio, y su voz a pleno en las estrofas de "Eclipse de mar", de Joaquín Sabina, y de "Príncipe del manicomio", de Adrián Abonizio. Luego, ya junto a Fito Páez, los dos hicieron recordar los inicios de la trova rosarina e hicieron cantar a toda la gente con temas que están en la memoria colectiva: "Actuar para vivir", "Mirtha de regreso", "Las cosas tienen movimiento" fueron coreados por chicos que no habían nacido cuando fueron compuestos.
A Baglietto se lo notaba feliz al reencontrarse con un público diferente al que lo siguió durante sus últimas presentaciones junto a Lito Vitale, y Fito se mostraba eufórico por volver a cantar aquello de "La vida es una moneda" y repetía "Gracias, gracias, gracias.." sobre los aplausos que tardaban en apagarse.
Luego siguió solo, o mejor dicho con casi toda su banda y algunos invitados que se fueron sumando en diferentes canciones: Rubén Goldín, Fabiana Cantilo, siempre bien recibida --y con vestido folk onda Joni Mitchell-- que se dio el gusto de cantar "Nada es para siempre", coreada por todo el estadio.
Fito no se quería ir y nadie quería que se fuera. Así desgranó "Dar es dar" y "A rodar la vida", hasta que llamó al escenario a Liliana Herrero y juntos hicieron una versión bluseada de "Vengo a ofrecer mi corazón", donde Guillermo Vadalá hizo hablar a su bajo mientras el silencio emocionado del público convertía Obras en un templo cálido y solidario.
Seguía la ovación que los despedía cuando apareció León junto a toda su banda. Ahí estaba, para cerrar la tarde y abrir la esperanza, ese Quijote de guitarra y armónica, amado por miles que ven en él el ejemplo de entrega, compromiso y honestidad que, de tenerlos algún político, se hubiera evitado el motivo del festival. Ahí estaba el incansable León Gieco, el que se anota en todas cuando se trata de ayudar, de tender una mano, de llenar una ausencia, de sembrar una esperanza.
Largó con "La memoria" y el silencio solemne de todos explotó en una ovación cuando sonaban los últimos acordes. Siguió con sus temas de Bandidos rurales, agregó "Los Salieris de Charly", y provocó el primer pogo de la tarde con "Pensar en nada", donde casi no tuvo que cantar: el público lo hacía por él a voz en cuello. Siguió con "Ojo con los Orozco" y ya sobre el final, y con todos en el escenario, se pudo escuchar de nuevo una impresionante versión de "La cigarra", el tema de María Elena Walsh que León hacía mucho tiempo no tocaba en vivo.
Algunos recordaron aquel concierto junto a Pete Seeger, donde ambos versionaron ese tema inolvidable y al músico norteamericano, otro abanderado de las causas nobles, le temblaba la voz al frasear: "Tantas veces me mataron, tantas desaparecí, sin embargo estoy aquí resucitando..."
Moría la tarde del domingo y se venía la segunda función. Con "La mamá de Jimmy", "Rutas argentinas" y "La rata Laly", el final fue a todo rocanrol.
Como en las marchas por los derechos humanos estaban ahí los de veinte o menos, estaban también los de cuarenta o más. Estaban León, Fito y Juan. Como diría Pinti: pasan los años, pasan los gobiernos/los radicales y los peronistas/pasan veranos, pasan inviernos/ quedan los artistas...
Y mientras el Lole Reutemann, como el viejo Matías, sólo murmura cosas incoherentes, la gente y los artistas tienden sus voces de aliento y su ayuda solidaria, ésa que seguro también hará retroceder las aguas.