Miércoles, 14 de mayo de 2008 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON NORMA SáNCHEZ, JEFA DEL DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES MéDICAS
El jinete hipotético está desorientado. Se está moviendo por el centro de la ciudad, más precisamente en la Plaza Houssay, bordeado por solemnes facultades, aterrado por el bochinche, la cantidad de gente y de coches y, sobre todo, de motos...
Por Leonardo Moledo
...vergonzosa competencia de su también hipotético caballo, que se mueve con disgusto al ver esos monstruos ruidosos de metal, que no tienen sensibilidad ni sentimientos, ya sean teóricos o reales. Se siente tironeado por tantas disciplinas, por tan y diversas actividades... se siente en el medio de un paralelepípedo de fuerzas cuya resultante no aparece, que vibra, que vibra...
Y que de pronto salta, con una flecha-fuerza que lo sumerge en la Facultad de Medicina de la UBA, por corredores atestados en los que, de pronto, lo asalta un pensamiento aterrador... será uno de estos estudiantes de ahora quien lo asista cuando, en fin... cuando... ¿será esta chica, aquel muchacho o alguno de los integrantes de aquel otro grupo quien retire el suero y menee la cabeza diciendo “¿no hay nada que hacer?”. Pero aparta esas ideas horrendas (que espera no asusten al preciado lector) y se da de frente con la figura (y la persona) de Norma Sánchez, que se sorprende ante su atuendo de viajero y a la cual cree necesario brindarle una explicación.
–Yo todos los miércoles publico esta página sobre los científicos que trabajan en el país día a día. Entonces le tengo que preguntar qué es lo que hace usted, para que la gente se entere de que hay quienes trabajan día a día aunque no publiquen en Science o en Nature. Porque, en definitiva, este trabajo silencioso es el que hace que alguna vez alguien llegue a publicar en Science. Así que comenzamos. ¿Qué es lo que hace usted?
–Bueno, soy la jefa de investigaciones del Departamento de Humanidades Médicas. Este departamento tiene varias áreas (investigación, metodología de la investigación, museos). Tenemos dos museos. A su vez, el departamento hace docencia: damos materias de grado y de posgrado con varias materias. Y después, investigamos. En tres áreas: metodología de la investigación, bioética e historia. Sobre todo, lo que hemos hecho es investigación histórica.
–Y eso es lo que hace usted.
–Soy historiadora, y ¿quiere que le cuente algo? A mí jamás se me ocurrió que iba a hacer historia de la medicina. Siempre pensé que iba a hacer historia política y económica, que la hago también. Pero la historia de la medicina me parece atrapante. Hasta creo que se podría hacer una historia de la Argentina a través de la medicina. Lo que yo hago concretamente es trabajar en bibliotecas, repositorios, archivos, entrevistas. Acaparo información, selecciono y luego escribo muchas cosas. Mi último libro fue hecho con un doble propósito: a pie de página cité la mayor cantidad de trabajos que se hicieron desde este departamento. Porque creo que eso es muy destacable: no tenemos becas del Conicet, hacemos la investigación con nuestro sueldo, con muchísimo amor, pero también reconozco que hará como 10 años que existen los proyectos UBACyT, y nosotros ya tenemos hechos tres y estamos en vísperas de empezar el cuarto. Creo que fue un gran impulso.
–Cuente sobre qué son o fueron.
–El primero fue sobre la mujer en la medicina, desde la primera médica en 1898 hasta 1950. Nos pareció muy interesante ver todos los esfuerzos que tenía que hacer la mujer para llegar desde el principio hasta conseguir un trabajo. El segundo fue sobre los higienistas. Y ahí hubo una idea central del director que hacía tiempo que trabajaba en la diferencia entre higienistas y sanitaristas. Yo trabajé esa línea también.
–¿Qué diferencia hay?
–El decía que había una medicina que arranca en 1880 y llega aproximadamente hasta 1930, donde todo se hacía desde la Capital Federal. Se miraba el país desde la Capital Federal, y todas las enfermedades que se estudiaban eran las de la gran urbe: tuberculosis, cólera, desnutrición, parasitosis. Sobre todo porque acá llegaban miles y miles de inmigrantes, y cada uno llegaba con sus propias enfermedades. Y él advertía un segundo momento, que arrancaba más o menos hacia 1930 y termina con el peronismo, cuando la medicina se empezó a mirar desde el interior. ¿Cómo lo fundamentaba? Con la creación de la Mepra (Misión de la Patología Regional Argentina) que fue el estudio del Chagas in situ, no desde acá. Acá ya estaríamos hablando de los sanitaristas. Nosotros seguimos esa línea.
–¿Y el tercer UBACyT?
–Fue sobre la “Crisis y transformación de las ideas médicas y sanitarias en la Argentina: el caso de la tuberculosis y la eugenesia”. Acá, si bien el período es casi el mismo, el enfoque está puesto en la tuberculosis, que fue muy importante en nuestro país a partir de la llegada de inmigrantes. Al mismo tiempo, aparecían en Europa las ideas de la eugenesia: los mejores, los peores, la raza superior y la inferior. De alguna manera esto se toca con la bioética actual. Creo que hay un hilito conductor ahí, no estoy diciendo que sea lo mismo. El UBACyT que estamos buscando ahora es sobre el “Impacto de la enseñanza de la bioética en la construcción del pensamiento médico sobre la medicina genómica”. En este proceso yo participo con mi mirada histórica.
–¿Cómo sería una historia de la Argentina a través de la medicina?
–Creo que habría que ir enganchando con temas económicos. Por ejemplo, hay una Argentina de una economía de subsistencia, entonces la población tiene una existencia de subsistencia, y una salud muy precaria, por eso casi no había médicos, hospitales, ni medicamentos. El poblador, entonces, acudía mucho al mago, al chamán, al curandero y a todas esas medicinas alternativas. Lentamente, cuando fue mejorando la condición económica, fue mejorando la salud. No por mero azar sino por íntimo contacto: más presupuesto significaba muchas veces construcción de centros de salud. La mejora en las condiciones económicas hacía que más gente se pudiera recibir de médico en la universidad, por lo cual aumentaba la proporción de médicos por habitante. A la vez, se desarrolló el mundo de los alimentos, resultó barato comer y mejoró el nivel nutricional de la población, lo cual, en general, hace que se enferme menos. El bienestar económico trajo bienestar en salud. Empezó a haber subsidios para la investigación científica, el país tuvo una incipiente política en ese aspecto. A uno pueden gustarle más o menos esos gobiernos, pero esa política existía.
–Esos gobiernos... ¿qué gobiernos?
–Bueno, incluso Sarmiento, que escribió sobre Muñiz, sobre Darwin, que creó la Academia de Ciencias en Córdoba. También podría irme a Rivadavia. Después de Sarmiento viene Rawson, Wilde, Mayo, Tomás Perón.
–¿Tomás Perón?
–El abuelo de Perón (y esto no lo digo con ninguna connotación política).
–Mmmmmm...
–En serio, fue un científico, que vino del campo de la química, una figura importante. De hecho la Universidad de Cuyo se llamó Tomás Perón hasta que la Libertadora le quitó el nombre.
–Bueno, en la época del primer peronismo casi todo se llamaba algo-Perón.
–Y muchísimos médicos más que hicieron investigación con su propio sustento económico y luego se fueron a perfeccionar a Europa. Y otros, que no les daba para irse a estudiar afuera, que se perfeccionaron acá gracias a su propio esfuerzo. El caso paradigmático es Houssay.
–La plaza de aquí enfrente se llama Plaza Houssay.
–Sus discípulos sí se pudieron ir a estudiar a Europa. El no. Y, sin embargo, en la década del ’30, crea la Asociación argentina para el progreso de la ciencia. Y les consiguió a muchos de sus discípulos becas en otros países. Ahí nace formalmente, se podría decir, la sociedad de conocimiento argentina, que tiene orígenes remotos, como le decía. Pero el golpe final lo da Houssay.
–¿Hay algo más que quiera contarme?
–Que trabajamos en un edificio precario, como usted verá, pero sin embargo se hacen cosas de gran calidad. Que tenemos problemas en presentarnos en congresos internacionales. Que nos gustaría tener becarios del Conicet, pero no los tenemos.
El jinete hipotético siente cierta desazón... querría saber más, penetrar más a fondo en la historia de la medicina argentina... ver pasar, como sombras, a los médicos higienistas, sanitaristas, a los infectólogos, traumatólogos y ólogos de todo tipo. Pero Norma Sánchez es requerida por alguien y no tiene más remedio que abandonar el lugar, prometiendo, eso sí, volver.
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