Miércoles, 14 de mayo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › CASI CIEN MUERTOS EN COMBATE EN BEIRUT Y TRíPOLI
Por Juan Miguel Muñoz *
desde Beirut
El primer ministro libanés, Fuad Siniora, permanece encerrado en el Serrallo de Beirut, sede del Ejecutivo. Los líderes que lo respaldan, el sunnita Saad Hariri y el druso Walid Yumblat, se refugian en sus mansiones, protegidos por decenas de soldados y tanquetas. Mientras, la oposición –Hezbolá y sus aliados– manda en la calle. Hasta el 7 de mayo exigía constituir un foro para negociar un nuevo reparto de poder en un gobierno de unidad nacional. Ahora, según anunció el lunes el partido chiíta, la campaña de desobediencia civil, que paraliza la vida económica, escalará hasta que ese eventual diálogo dé frutos. El gobierno prooccidental está acorralado.
Las batallas entre la milicia chiíta de Hezbolá contra las huestes drusas y sunnitas se han cobrado casi un centenar de muertos en Beirut Oeste, en el feudo druso de Aley, en la septentrional Trípoli, y en el oriental valle de la Bekaa. Seis días de combates, el más grave brote violento desde el fin de la guerra civil, en 1990, que ha provocado una herida entre chiítas y sunnitas de consecuencias imprevisibles y que tardará en cicatrizar.
Los errores políticos en Líbano tienen un coste descomunal. La decisión del gobierno, después congelada, de investigar la red de comunicaciones de la milicia chiíta desencadenó una respuesta desmesurada de Hezbolá y sus aliados, Amal y otro partido prosirio. Hezbolá tildó de “declaración de guerra” la iniciativa gubernamental y su feroz reacción en la capital sorprendió al gobierno. No esperaban que la organización fundamentalista llegara al extremo de conquistar Beirut Oeste. Seguramente, no son los únicos que han calculado mal.
Aunque el jeque Hasan Nasralá, líder de Hezbolá, haya asegurado que “no habrá una contienda sectaria entre musulmanes”, los sunnitas se sienten humillados. Se aprecia el rencor en Alí, un joven sunnita que habla en la Corniche de Mazra, avenida que fue escenario de violentos enfrentamientos el jueves. “Hezbolá cree que ha logrado una gran victoria, y es cierto que venció en la lucha armada. Pero ha perdido la batalla política”, señala Alí. Proliferan los analistas que auguran que Nasralá también dará un paso atrás.
“Desde el 7 de mayo todo ha cambiado”, afirma el abogado Ziyad Baroud, miembro del comité que elabora la futura ley electoral. “Antes, el poder del gobierno y de la oposición eran similares. Eso ha terminado. El Ejecutivo está ahora en una posición muy difícil para negociar. Su error capital fue rechazar el diálogo con la oposición.” Y lo peor, a juicio de este letrado cristiano, “es que no hay nadie en medio de los dos bloques”. El Parlamento decidió el lunes volver a aplazar la votación para elegir al presidente del país, prevista para hoy.
En la tradición política libanesa, ha sido frecuente que el mandatario ejerciera labores de mediación. Ahora suena a quimera que el consenso, requerido por la legislación, pueda forjarse a mediano plazo. La brecha sectaria, en un estado en el que se profesan 18 confesiones religiosas, es más profunda que nunca.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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