Jueves, 15 de mayo de 2008 | Hoy
Por Juan Gelman
Hasta el Subcomité de Investigaciones del Comité de Seguridad Interior y Asuntos de Gobierno –Senado de EE.UU.– lo declaró hace un par de años: “Hay evidencias sustanciales que permiten concluir que el vasto número de operaciones especulativas en el actual mercado (de petróleo y gas natural) aumentó los precios de manera significativa” (The Role of Market Speculation in Rising Oil and Gas Prices, www.senate.gov/~levin/newsroom, 27-6-06). No se debería entonces a un desequilibrio entre la oferta y la demanda mundiales ni la causa radicaría en lo que se ha dado en llamar “pico máximo de producción petrolera”. Nadie le hizo caso al informe del Subcomité. Antes, por el contrario.
La ley estadounidense de intercambio de mercancías (CEA, por sus siglas en inglés) fue aprobada en 1936 bajo Franklin Delano Roosevelt y establece que “la excesiva especulación de mercancías en virtud de contratos de venta para su entrega futura provoca fluctuaciones repentinas o cambios irrazonables de su precio” (www.cftc.gov). Por dicha legislación se creó una comisión senatorial (CFTC, por sus siglas en inglés) encargada de vigilar que los precios de los mercados a futuro obedecieran a la oferta y la demanda, pero en el año 2000 el Congreso aprobó –y Bill Clinton promulgó– una ley que la “modernizó”. Resultado: Enron y otras megaempresas que comercian energía fueron eximidas de someter al control de la CFTC sus transacciones a futuro realizadas por vía electrónica.
El papel de Nymex en Nueva York y de ICE Futures en Londres es fundamental en este asunto. Son los centros internacionales más importantes de las operaciones petroleras a futuro y su referente para fijar los precios es el crudo Brent que se extrae del Mar del Norte. Grandes productores como Rusia y Nigeria se atienen a esa norma. Pero el proceso para fijar los precios del petróleo es tan nebuloso que sólo los grandes bancos que intervienen en esas transacciones –Goldman Sachs o Morgan Stanley– saben quién compra y quién vende el oro negro a futuro mediante contratos que fijan su precio en este curioso mercado de petróleo de papel. No hay políticas reguladoras para semejantes acuerdos y así se abrieron las puertas de la especulación más desenfrenada (www.globalresearch.ca, 2-5-08).
El informe del subcomité senatorial subraya que la falta de reglas permite que “sea ilimitado el número de contratos que un especulador puede colocar mediante la práctica electrónica sin supervisión ni necesidad de informar a la CTFC sobre su monto al final de cada día”. Consecuencias: en enero del 2006, el precio del barril de petróleo era de 59 o 60 dólares. Cuando se escriben estas líneas ha alcanzado un nuevo record: 127 dólares el barril. El prestigioso especialista F. William Engdahl ha verificado que quienes más invierten en estos movimientos no son los productores o consumidores del producto. Son los especuladores.
En junio del 2006, el precio del petróleo ascendía en los mercados a futuro a 60 dólares el barril: la investigación del Senado estimó que era de 25 dólares –más del 40 por ciento– el sobreprecio ocasionado por la mera especulación financiera. Si hoy se aplicara la misma proporción, el barril debería costar 76 dólares y no 127. Para Engdahl, “lo más probable es que hasta el 60 por ciento de ese monto se deba a las maniobras especulativas”. Algo que únicamente los grandes bancos que participan en esos tratos saben, pero nunca dirán, ¿verdad?
No faltan las paradojas. En los dos últimos años ha crecido la demanda del crudo, pero también su extracción: la oficina de información energética del Departamento de Energía de EE.UU.(www.eia.doe.gov) pronosticó no hace mucho que la producción mundial de petróleo aumentará de 3 a 5 millones de barriles por día hacia el año 2010. Sin embargo, los conglomerados petrolíferos y las industrias petroquímicas incrementan sus reservas porque esperan que el precio del crudo seguirá en alza y esto engorda la especulación con los contratos a futuro. Las reservas de oro negro de EE.UU. son las más elevadas desde el año 2000 y se observa el fenómeno de reservas mayores y precios más altos a la vez. Esta lógica absurda –no para el poder financiero mundial, claro– contribuye al aumento del coste de los alimentos.
Mientras algunos analistas estiman que el precio del energético ha llegado a su tope, otros opinan que seguirá subiendo en razón de la gran demanda de India y China. Un informe de Goldman Sachs pronosticó la semana pasada que en el 2010 sería de 150 a 200 dólares el barril (AP, 12-5-08). Un desastre. Bien decía el escritor francés Pierre Mac Orlan: “El petróleo tiene claramente el olor más perfecto a desesperación humana, si es que la desesperación humana tiene olor”.
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