Martes, 7 de octubre de 2008 | Hoy
Por Enrique Medina
Con el cuerpo desplegado al sol y el pelo desparramado en la playa, Reina Alejandra, de redondos anteojos negros e inquieto vientre, manotea arena, expande la mano y deja que las partículas vuelvan al adecuado espacio. Lee un párrafo para su hombre.
–“Me he preguntado a menudo qué ha sido de esas nínfulas. ¿Parece posible que, en este mundo de hierro forjado de causas y efectos, el oculto latido que les robé no influyera en su futuro?”... ¿No es maravilloso Nabokov?....
Viendo gamas anaranjadas veteadas de suave verde rojizo y ocupado en los cosquilleantes murmullos del mar, Lord Henry medita, y responde:
–...Creo que el corazón de la frase está en “el oculto latido que les robé”... Ahí el golpe preciso. Realmente lindo. Me encantaría pensar así, golpear así... Cuando no boxeo, veo box por televisión. Aprendo al ver las peleas como partidas de ajedrez. Mi padre también fue boxeador, en la vida y en la lona. Percibí su vida como un ajuste de cuentas. Alguien gana, alguien pierde. Tenía pureza y fulgor. Siempre lamentó no tener la derecha de Monzón para ganarle a la vida... Cuando chico se me confundían el OK y KO. El okay de todo está bien y el knock-out de fuera de combate. Dos letras que, según su orden, pueden significar pulgar para arriba o pulgar para abajo. Así como al animal le cuelgan la zanahoria delante para que avance, así, con ese impulso, busqué apropiarme del pulgar para arriba. No quedar knock-out... Mirá vos... En este deporte en el que a los 30 años ya se es viejo, hubo un boxeador llamado Joe Walcott, un negro perfecto, que a los 37 (el rumor era que tenía 10 años más, y parece que era verdad) ganó el título mundial. Fue en los años ’50. Una pelea memorable. Estaban en el séptimo round. Walcott frente al campeón mundial, un muy joven, también negro y formidable, llamado Ezzard Charles, que ya le había ganado dos veces por puntos en fallos divididos. Esta tercera pelea era la última posibilidad para Walcott. Luego de un cuerpo a cuerpo contra las cuerdas, se separan. Para tomar aire, Charles retrocede al centro del ring. Desde el rincón, Walcott, como quien va a saludar a un querido amigo, avanza con pasos elegantes y balanceados, y cuando siente el control de la distancia saca la izquierda de abajo hacia el mentón del joven campeón mundial y le dobla la cabeza. Charles cae fulminado por toda la cuenta. Este KO está considerado entre los 10 mejores de todos los tiempos. Fue un golpe de antología, de grandes maestros, un golpe que sólo pueden aplicar, porque hay que saber, los enormes en inteligencia y corazón. Quizá no fue un golpe, quizá fue un acorde de Wagner, una pincelada de Edward Hopper, el brote de una flor o el instante del eclipse; lo que fuere: Walcott consiguió el KO para su rival y el pulgar en alto para él. Fue el boxeador de más edad en alcanzar el título mundial. Walcott fue la frase de Nabokov: una idea que rueda, un período que se llena, y un efecto que se cumple. Impecable. Plan, elaboración y música. El tiempo en que se tarda en leer la frase de Nabokov, es el mismo que Walcott tardó en partir desde el rincón hasta la aplicación del golpe. La misma excelencia en opuestas actividades, actividades humanas en busca del OK, del pulgar para arriba. La sutileza y elegancia de Nabokov y Walcott dejan fuera de combate, modulan el sol y oprimen el mar, derraman la pampa y endulzan el aire... Y me dan fuerzas para caminar hasta Júpiter...
Una mano de ella manotea la arena, la otra deja el libro y busca la de él; la halla. La aprieta.
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