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El cinismo se viste de enlace

 Por Ernesto López *

El “campo” vuelve a las andadas. Con un sentido de la oportunidad que no le envidiaría ni siquiera Minguito, la Mesa de Enlace ha decretado un nuevo lockout. ¿Qué pide? Una baja en las retenciones; el incremento de los precios del ganado, el trigo y la leche; ayuda frente a la sequía y flexibilización de las regulaciones de la Oncca, entre otras cosas. Además, asociada a partidos y organizaciones sociales de izquierda reclama “un presupuesto federal al servicio de la gente porque queremos un país distinto” (el Sr. Buzzi dixit). Mal recomienzo. Junto a reivindicaciones sectoriales –de dudoso contenido pero sectoriales al fin–, coloca demandas políticas, como el presupuesto o el requerimiento de un país distinto, mostrando así algo más que la hilacha de una intencionalidad política.

La ayuda por la sequía no necesita comentario, pero lo demás sí. El pedido sobre las retenciones es curioso. Durante más de 120 días que pusieron al país en vilo bregó por mantener el esquema de retenciones fijas. A dos meses de haberlo conseguido demanda su modificación. Parecería que –sin reconocerlo explícitamente– le está dando la razón al Gobierno, que propuso un esquema de retenciones móviles. Además de inoportunos –¿ignorarán efectivamente los señores Llambías y Biolcati que existe una calle llamada Wall Street?–, los directivos de la Mesa, parecen inconsistentes.

Los precios del ganado, la leche y el trigo estaban siendo discutidos con el secretario de Agricultura. Es incomprensible (o alevosa) la urgencia por interrumpir el diálogo.

El reclamo a la Oncca orilla la burla. “Normativa regulatoria distorsiva”, aducen. Distorsiva, ¿por qué? ¿Porque frena los abusos de algunos frigoríficos, las trapisondas con los permisos de porte, la práctica de inscribirse como monotributistas para evadir impuestos? Sobre esto y otras distorsiones reales informaron adecuadamente los medios. ¿Será que no les gusta a estos varones de Enlace jugar con las reglas del juego?

El papel de víctimas, de damnificados, no les sienta bien. Porque son inoportunos, inconsistentes, alevosos y burlones. Pero también porque exhiben un indisimulable buen pasar que entre otros rasgos se refleja en sus abdómenes (tal vez en otros tiempos esto hubiera hecho las delicias de Raúl Alfonsín). Serví desde mayo de 2005 a abril de 2008 como embajador en Haití y sirvo ahora en Guatemala, cuyo índice de malnutrición infantil es el más alto de toda América latina. Creo haber terminado de aprender a distinguir entre quién es un damnificado y quién no lo es.

Hay demasiado cinismo detrás de este nuevo lo-ckout. Se halla en el Sr. De Angeli, cuando dice “la gente está cansada, la tengo que parar”, siendo público y notorio que él ampara –por decir lo menos– los cortes de ruta. Tanto como en la siguiente frase del Sr. Garetto, recogida por La Nación (quizá con júbilo), en el acto de lanzamiento de la medida de fuerza: “Paro, marcha y guerra”. ¿Será esto lo que nos espera, a las puertas –como estamos– de una fenomenal convulsión internacional? Se suele decir que del ridículo no se vuelve. De mi coleto agrego: tampoco de la irresponsabilidad.

* Sociólogo y diplomático.

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