Viernes, 23 de enero de 2009 | Hoy
(ya que uno no tiene ni idea de qué es lo que hace, ni para qué lo hace)
Por Adrián Paenza
Suceden cosas muy curiosas en la relación del ciudadano promedio y la matemática. Aunque parezca increíble, si uno hiciera un relevamiento sobre la percepción que la gente tiene sobre la tarea de un matemático y, por ejemplo, hiciera estas dos preguntas:
¿A qué se dedica un matemático?, o bien, ¿Qué es la matemática?
mi experiencia indica que la enorme mayoría de las personas, contestaría con otra pregunta:
¿Es la ciencia de los números?
(y lo contesta con temor, porque no está muy seguro de que lo que está diciendo está bien o mal).
Peor aún: este caso es el único ejemplo que conozco en donde los padres de chicos que van al colegio o a la escuela, tienen tendencia a aceptar como lógico que sus hijos acepten con resignación que no entienden “nada de matemática”. Los adultos lo toman así porque ellos mismos tuvieron la misma experiencia que los niños. Entonces, ¿cómo no habrían de comprender a sus hijos?
Pero no sólo eso: creo que no hay ningún otro ejemplo –salvo el de la matemática– en el que la gente se ufane al decir que “no entiende nada”. Casi como si saborearan que sea así, lo disfrutan.
¿Ustedes conocen algún otro caso, en donde alguien diga casi con orgullo... “yo, de esto, no entiendo nada”?
Veamos acá algunas preguntas que les (nos) hacen a los matemáticos (exageraciones y bromas incluidas):
–¿De qué trabajás?
–¿Para qué se usa eso que hacés?
–¿Siempre te dan las cuentas?
–132 por 1525... Vos que sos rápido para eso... ¿Cuánto da?
–¿Se usan todavía los longarritmos? (sic)
–¿Es verdad eso de que das el nombre y por el orden de las letras te dicen el futuro?
–¿Qué número viene después del tres y medio?
–¿Cuánto es pi?
–¿Me enseñás eso de la superficie?
–¿Tres dividido cero es uno, cero o tres?
–¿Los capicúas traen suerte?
–¿Viste la de Mickey en el país de la matemática?
–¿Hay algo de matemática que sirva para levantar minas?
–¿Cuándo hay cero grados no hay temperatura?
–¿Conocés esta calculadora?
–¿Sirve esto para jugar a la ruleta?
–¿Tuviste que estudiar mucho?
–¿Sos inteligente, no?
–¿Cómo se lee este número: 152739839303030393873736353535353322?
–¿Por qué elegiste eso?
En fin: la lista podría continuar (y hay varias que andan circulando por Internet hace mucho tiempo). Estoy seguro de que quien llegó hasta acá tiene muchas otras para aportar. Lo desesperante es que nosotros, quienes tendríamos que tener la obligación de comunicar la matemática adecuadamente, estamos en una situación de deudores permanentes porque no logramos el objetivo: mostrar la belleza que tiene.
Créanme: no son los alumnos ni los padres. Somos nosotros, los docentes.
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