Miércoles, 29 de octubre de 2014 | Hoy
Por Daniel Santoro
La última Bienal de Venecia mostró en forma manifiesta cómo funciona el circuito internacional del arte en relación con el poder político-financiero. En Venecia esa comunidad de intereses se deja ver en su estado más sofisticado y glamoroso. Esta bienal funciona, en cierto modo, como la sala de estar y esparcimiento del poder real, el desfile de barcos con multimillonarios a bordo así lo ratifica.
Allí pudimos ver, con más claridad que en otras bienales, cómo los países periféricos se ven impulsados a sobreactuar sus identidades para mostrarse y ser considerados por los países centrales (representantes directos de poder real), todas las pequeñas naciones intentando mostrar algo original, algo excepcional que las identifique, algo que las haga especiales (narcicismo de las pequeñas diferencias, diría Freud). Hubo algunas excepciones, y la más notable para mí fue el envío de Chile, que en vez de mostrar algún rasgo de su identidad puso una provocativa instalación que cuestionaba el sentido de la propia bienal.
Las naciones centrales, mientras tanto, se pueden dar el lujo de sustraer sus propias identidades, e incluso relativizar la idea de “nación” llegando a no presentarse de manera fáctica y ceder su lugar a otros, un ejemplo de esto fue Alemania, que no hizo envío alguno y en cambio cedió su espacio al gran artista chino Ai Weiwei (que fue prohibido por su gobierno). Es que el poder real, valga la paradoja, es aún más poderoso cuando no se muestra, y a su vez hace que los demás deban mostrarse, y exhibirse crudamente para el escrutinio globalizador del amo (como siempre el arte nos da las más refinadas lecciones de la práctica política). En este contexto creo que el envío argentino, siendo de excelente nivel, no pudo sustraerse a esta lógica, mostrándose desde la periferia con alguna identidad característica, sin embargo es importante destacar que tener por primera vez un espacio propio en la bienal de arte más importante del mundo es un gran logro de este gobierno que todos deberíamos aplaudir.
Ahora bien, después de Venecia, la Bienal de San Pablo tal vez sea la de mayor importancia. Esa Bienal es un logro que Brasil supo construir a través de muchos años, con persistencia e interactuando profesionalmente, más allá de los avatares de la política; Brasil logró establecer su propio espacio para operar en el arte. Ellos pueden decir que “atienden en su propia casa” al sistema internacional del arte, una bienal que a fuerza de prestigio y aciertos en la conducción institucional irrumpe con sus propias características, el mundo del arte debe acudir a esa bienal porque es el lugar de una voz original y autorizada, en San Pablo nadie “baila para el amo”, y todos se muestran en un diálogo de igual a igual.
En este contexto es que pensamos realizar nuestra propia bienal, una idea que venimos elaborando junto a Miguel Rep y otros artistas y a la que denominamos Bienal Internacional de la Unasur; pensamos en una institución que comience a construir nuestra “casa del arte”, muy lejos de la lógica de ArteBa que, siendo una feria de arte, es marcadamente mercantilista y dócil a las tendencias de la moda.
La Bienal de la Unasur será el lugar de encuentro con nuestros países hermanos en las artes visuales, una oportunidad para hacer escuchar nuestra voz en el sistema internacional del arte, será un trabajo largo lograr articular todas las producciones artísticas en su heterogeneidad y así generar ese lugar que será nuestra “casa sudamericana del arte”.
El Centro Cultural Néstor Kirchner sería la sede ideal y el punto de partida para inaugurar y fundar la institución-bienal Unasur, sería un digno espacio de lanzamiento que le daría al centro cultural la proyección internacional que merece, pensamos en una gran muestra a modo de pre-bienal, con curadurías de los países miembros de la Unasur, pienso que Brasil podría hacer un gran aporte para enriquecer con sus artistas las enormes salas del centro cultural. Convertirlo en sede de la bienal es darle un uso acorde con la jerarquía de este edificio, llamado a ser el gran polo cultural de Sudamérica.
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