Sábado, 1 de septiembre de 2007 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
desde Bonn, Alemania Federal
Me causó sorpresa que el diario alemán liberal por excelencia –liberal, claro está, en lo económico– produjera un estudio tan profundo sobre la pobreza en Alemania.
Sí, y lo repetimos, pobreza en el país modelo del capitalismo del Primer Mundo. Es que claro, esa publicación debe ser como un llamado de atención. Un “no exageremos, porque puede pasar algo”. Es decir, pensar como Bismarck, el conservador por excelencia, quien solía decir: “Hay que mantenerlos contentos a los pobres porque si no se hacen socialistas”. Y esta vez le tocó esa misión al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, que publicó un estudio serio y profundo llamado “La pobreza, la vergüenza y la felicidad”, de la socióloga Julia Schaaf. Y el subtítulo es un verdadero llamado a la razón: “Un país pobre en niños no puede permitirse la pobreza infantil. El futuro de los niños está en peligro”. Sí, así, nada menos. En Alemania. ¿Cómo? ¿En el país que hasta hace un año y medio era el más grande exportador del mundo –ahora superado por China– corre peligro el futuro de los niños? No, no puede ser. Más sabiendo que los alemanes tienen tan pocos niños. Después de Italia y España –que baten todos los records de no natalidad– está Alemania.
A pesar de eso hay un alto número de niños pobres. Sí, es cierto. El título del diario no se refiere ni a América latina ni a Africa ni a la India. Y no es un diario de izquierda, no, es el diario que prefieren los ejecutivos del capitalismo. Bien, vayamos a los argumentos probados del estudio. Comienza así: “Cuatro veces a la semana, fideos. Con un poco de espinaca. Salsa de tomates frescos (esto sólo cuando están en oferta cinco tomates por un euro). Si no, sin salsa. Para el hijo, con queso rallado, para la madre, no. Antes, Marion Böhler le hacía a su hijo, para llevar al colegio, sandwiches con rodajas de pepino, ahora sólo alcanza para fiambre barato con margarina. Cuando el chico de doce años come los sandwiches al regreso de la escuela, entonces no hay almuerzo, se hace a la tarde una comida y así se ahorran la cena. A fin de mes, eso sólo alcanza para el hijo. Es cuando la madre le dice: ‘Hoy no como, tengo dolor de barriga’, o ‘mamá hoy no tiene hambre’”.
Esta realidad ha llevado al gobierno alemán –la coalición demócrata cristiana-social demócrata– a aumentar la ayuda mensual por niño a padres desocupados. Con eso –dice el estudio– se quiere combatir el aumento del número de niños en estado de pobreza. Porque –añade– “las nuevas estadísticas alarman a la opinión pública: en marzo del 2006, los niños y niñas de hasta 15 años que viven con ayuda estatal eran unos dos millones. En Berlín, cada tercer niño vive bajo el nivel de pobreza; en Bremerhaven y Görlitz, la cuota se eleva a más del cuarenta por ciento”. Por supuesto que esto no quiere decir que esos niños sufran hambre, pero sí que viven en pobreza, es decir, con un ajustadísimo presupuesto familiar que los obliga a vivir en extrema estrechez y humildad comparados con las otras capas de la sociedad. “Esto los marca para toda la vida”, dice el estudio, y agrega: “con consecuencias inquietantes para una sociedad que tiene tan poca descendencia”.
Preferentemente, esos niños son hijos de desocupados –en Alemania hay actualmente algo menos de cuatro millones de gente sin trabajo– y de madres solas que han sido dejadas cesantes. Los desocupados –sobre todo si tienen más de 45 años– van cayendo poco a poco en el aislamiento y –los hombres– en el alcoholismo.
La pobreza se hereda. Y eso lo saben todos. Muy pocos niños, con gran esfuerzo, y ya en la juventud, logran salir de ese círculo que los rodea, de esa tristeza innata, del preguntarse: ¿por qué yo vine al mundo en una familia pobre? El abandono de la escuela o la no concurrencia al secundario aparece principalmente en los barrios pobres. El estudio señala que los profesionales sufren mucho cuando ya cesantes no consiguen –por su edad– nuevos trabajos, “cuando, como adulto, uno pierde su categoría social así, es muy difícil pensar en los niños y ser modelo para ellos”. Se empieza a no pagar las deudas y eso lleva a explicar todo con deshonestidad. Tristezas que los niños viven más intensamente en Navidad, en el cumpleaños, en el primer día de clase. O para los adolescentes cuando ven que otros de su misma edad visten ropa de marca o hacen viajes de verano a otros países. Esa diferencia va creando violencia. Una violencia que no se elimina con más policía.
Otra noticia dejó al desnudo los pecados –no veniales, sino profundos– del sistema económico. Bien es sabido que las escuelas en Alemania poseen una cantina en la cual se da de almorzar a los estudiantes. Pero ojo, esos almuerzos tienen que pagarlos los padres de los alumnos. Entonces, sin saberlo, o sabiendo, se hace así una selección. Lo demostró la directora de la escuela Hermanos Grimm de Francfort. Llamó a la prensa y declaró: “Sí, se me quiebra el corazón pero no puedo hacer otra cosa. Desde mañana el alumno que no tiene dinero para el almuerzo, no come”. Y agregó: “El presupuesto que se me da para comida, no alcanza. El diez por ciento de los alumnos se sienta a la mesa y no paga, porque los padres no tienen. Y ya tengo un déficit de 6000 euros”. Esa declaración produjo la inmediata reacción de otros docentes, con la misma experiencia. La pregunta que cabe es: ¿por qué pagan lo mismo los alumnos cuyos padres ganan muy buenos sueldos que los hijos de desocupados?
Y aquí entramos en una discusión general. Porque también hace pocos días los diarios alemanes publicaron el monto de las jubilaciones que ganan los ejecutivos ya retirados, de empresas conocidas. Son, algunas de ellas, de 750.000 euros al año, es decir, de más de 62.000 euros por mes. Que para esas personas no es la única entrada porque todos ellos poseen acciones, propiedades, etcétera. ¿Es justicia eso?, ¿es democracia? Mientras el sueldo mínimo está entre 782 y 938 euros mensuales. La ayuda a desocupados es de 345 (más el alquiler y la calefacción). Nos volvemos a preguntar: ¿es democracia verdadera la que presenta tales desigualdades?
Los argentinos podríamos decir lo mismo o más todavía. Ultimamente se han conocido las retribuciones por jubilaciones calculadas en dólares de ex presidentes, ex ministros y ex altos funcionarios (algunos de ellos que ejercieron durante la dictadura). Todos ascienden a un promedio de 10.000 dólares mensuales (algunos mucho más, otros un poco menos). En un país como el nuestro donde el cincuenta por ciento de los niños están bajo el nivel de pobreza, ¿es justo eso? ¿Podemos seguir cantando nuestro Himno con el “Ved en trono a la noble igualdad” cuando existe una atroz desigualdad? ¿No podrían por lo menos limitarse esas entradas a un máximo de cinco mil dólares mensuales y volcar la diferencia a comedores infantiles? Y si el Parlamento no tiene la fuerza de hacerlo, no sería saludable que los mismos políticos que reciben esos increíbles montos renunciaran voluntariamente a la mitad para que fueran a parar esas sumas a comedores infantiles? ¿Por qué no lo hacen, principalmente los que fueron presidentes de la Nación? Entonces sí que podríamos llamarlos “patriotas”. ¿Acaso el político no debe ser siempre un ejemplo de sobriedad ante la sociedad; conformarse con un sueldo digno y demostrar que la política debe ejercerse por vocación de servir al pueblo y no para acumular riquezas?
Sería moral y un derecho del pueblo que se publiquen oficialmente las “jubilaciones” de los llamados “servidores de la Nación” y que luego se limiten esas dádivas del poder a una suma honesta y moderada. Eso sería auténtica democracia y valor republicano. Y es hora ya que el Congreso de la Nación dicte la ley que elimine de toda jubilación a aquellos que fueron colaboradores de la dictadura de la desaparición de personas. Ellos tienen que pagar a la democracia y no la democracia a ellos.
Los diarios europeos han publicado la noticia de que en el Chaco argentino han muerto últimamente trece tobas de hambre. Cuando lo leí me dio una profunda indignación cargada de tristeza. La Argentina. Argentina.
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