Jueves, 16 de marzo de 2006 | Hoy
Tras la destitución del Dr. Ibarra, aunque ya es tarde, la reflexión debería reemplazar a la emoción, la violencia y la frivolidad, pésimas acompañantes a la hora de buscar justicia.En el juicio no se mencionó siquiera una falta grave cometida en acción directa por el Dr. Ibarra, lo que haría nulo el propio juicio. El poder del Ejecutivo no es absoluto. Si hubo fallas en el poder de policía y se actúa dentro de la ley, a estar con los fundamentos de un reciente fallo de la Cámara Federal que entiende en el caso, las leyes locales al respecto son tan confusas que a veces no se sabe quién debe controlar a quién, cuándo ni cómo y la Legislatura (único órgano competente para remediar estas fallas) poco y nada hizo al respecto. Paradoja: quien debió hacer y no hizo es quien juzga y condena, y quien antes de la tragedia clausuró sesenta locales similares en mal estado y exoneró inspectores infieles es castigado. El 53 por ciento del electorado votó al Dr. Ibarra y, según encuestas recientes, el 58 por ciento de la ciudadanía (no solo los “ibarristas”) está en contra del fallo. ¿Es esto democracia? ¿Vale la pena concurrir a votar en lo sucesivo si es relativamente fácil ser estafado institucionalmente en la más profunda esencia del sentido que tiene el voto popular? ¿Mejorará este fallo el paupérrimo concepto que tiene la ciudadanía de la clase política?
Carlos Tzveibel
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