CULTURA
El mito que no envejece
Por S.F.
“El reino de España”, dice Rep, no debe apropiarse del Quijote. Y es así porque este personaje, creado entre el 1500 y el 1600, es contemporáneo de todos los hombres del mundo, porque su carnadura, a diferencia de otros personajes de la literatura, no está circunscripta a la época o el tiempo de su creación sino que la desborda. Nunca será viejo, o anacrónico, porque ese hidalgo y Sancho Panza, desde su absoluta y singular originalidad, representan la diversidad y complementariedad de lo humano. Y su complejidad. Son tipos históricos que ya no existen, pero construidos desde la experiencia vital del dolor. Por eso no es un texto cerrado; por el contrario, cada época lo puede pasar por el tamiz de sus problemas, de sus incertidumbres y de sus desatinos.
La analogía entre el desencanto vital de Cervantes y la mutación histórica decisiva que se dio en el siglo XVI les dio una proyección inusitada a la novela y a este personaje entrañable de la literatura universal. A cuatrocientos años de su publicación, quizás exista un paralelismo entre aquel desencanto y el de los individuos actuales, entre aquellas transformaciones y los cambios de las estructuras sociales y políticas contemporáneas. Pero más allá de las analogías que se puedan establecer –tantas como lectores y críticos se propongan trazar–, el mito del Quijote sigue hablando mucho de nosotros y por nosotros.