CULTURA
TEXTUAL
Hay una escena que funciona casi como una alegoría: antes de ser asesinado, Guevara pasa la noche previa en la escuelita de La Higuera. La única que tiene con él una actitud caritativa es la maestra del lugar, Julia Cortés, que le lleva un plato de guiso que está cocinando la madre. Cuando entra, está el Che tirado, herido, en el piso del aula. Entonces –y esto es lo último que dice Guevara, sus últimas palabras–, Guevara le señala a la maestra una frase que está escrita en la pizarra y le dice que está mal escrita, que tiene un error. El, con su énfasis en la perfección, le dice: “Le falta el acento”. Hace esta pequeña recomendación a la maestra. La pedagogía siempre, hasta el último momento.
La frase (escrita en la pizarra de la escuelita La Higuera) es “Yo sé leer”. Que sea esa frase, que al final de su vida lo último que registre sea una frase que tiene que ver con la lectura, es como un oráculo, una cristalización casi perfecta.
Murió con dignidad, como el personaje del cuento de London. O, mejor, murió con dignidad, como un personaje de una novela de educación perdido en la historia.
El último lector (Anagrama).