San Lorenzo terminó de enderezar el rumbo. Luego de un pésimo comienzo de año, en el que parecía peligrar su clasificación y su futuro en la Copa Libertadores, el equipo de Ramón Díaz logró su pasaje a los octavos de final gracias a un cómodo triunfo sobre el Caracas. Bergessio, el arquero Rosales, en contra, y Silvera anotaron los goles de San Lorenzo, que con este resultado finalizó segundo, detrás de Cruzeiro.

El discurso de los venezolanos antes del partido era claro. El objetivo era mantener el cero en los primeros quince minutos, para a partir de allí comenzar a jugar con la presión de San Lorenzo. La idea era que el fervor empezara a mutar en nervios y el aliento se transformara en reproches. Y lo cierto que ese primer cuarto de hora no pudo ser mejor ejecutado. Ante un San Lorenzo nervioso, al que le costaba hacer pie, que no manejaba la pelota y que en defensa dejaba grietas que podían augurar dolores de cabeza, Caracas se plantó con una autoridad llamativa.

Sin embargo, con un golpe de efecto, San Lorenzo destruyó lo que intentaban construir los venezolanos. Es que exactamente un minuto después del tiempo que se habían propuesto aguantar los visitantes, el equipo de Ramón encontró el gol que hasta ahí no merecía y, sobre todo, le dio la tranquilidad que necesitaba. Todo nació en un centro desde la derecha de Adrián González, que encontró por el segundo palo a Placente. Con inteligencia, el lateral devolvió de cabeza la pelota al medio, Silvera la dejó pasar y Bergessio la enganchó de media vuelta para vencer a Rosales.

Casi sin hacer méritos, San Lorenzo lograba lo más difícil: el gol que le daba la clasificación. Entonces, el partido ya fue otro. Es cierto que los venezolanos pudieron empatar con un desborde de Valencia que encontró un cierre milagroso de Placente ante dos delanteros rivales, pero a partir del 1-0 el que dominó el desarrollo fue el conjunto argentino. No necesitó manejar demasiado la pelota ni crear muchas chances de peligro. Le alcanzó con el peso de sus individualidades, que apenas en un par de maniobras mostraron su jerarquía. Silvera avisó con una corrida que terminó con un derechazo en el poste. Pero fueron los propios venezolanos los que regalaron el segundo gol, con una sucesión de errores que culminaron con el arquero Rosales metiendo la pelota contra su arco, luego de no poder contener, dos veces, un centro bajo de Bergessio.

Este mazazo ya fue definitivo para Caracas, que no encontró más respuestas. Por el contrario, San Lorenzo creció en confianza y comenzó a generar muchísimas situaciones de peligro frente al arco visitante. Claro que la eficacia que había mostrado en el comienzo quedó en el olvido. Recién con otro regalo de Rosales, que pifió la pelota y le dejó el gol servido a Silvera, pudo concretar la goleada que merecía. Igual, a esa altura, el estadio era una fiesta completa, por el pase y el desahogo.