Martes, 24 de junio de 2008 | Hoy
DEPORTES › A TREINTA AñOS DEL TíTULO, RICARDO JULIO VILLA HABLA DE LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA CONQUISTA
Uno de los integrantes del plantel de César Menotti reflexiona sobre aquel contradictorio momento en el que la tragedia y el éxito deportivo quedaron polémica e indisolublemente ligados.
–Después de 30 años, ¿las sensaciones son las mismas?
–No sé si son las mismas, porque el tiempo hace que uno cambie totalmente los enfoques, las situaciones y las realidades. Creo que hoy es un orgullo lo que se consiguió, porque en aquel momento fue un logro que parecía bastante normal, por supuesto, pensando en que uno jugaba al fútbol y que podía salir campeón del mundo. Hoy es parte de la historia.
–Precisamente, ¿lo toma como el mayor logro deportivo de la historia?
–Bueno, fue el primer Mundial que se hizo en la Argentina y el primero que se ganó. Y si bien siempre va a tener un significado distinto, no creo que sea más importante que el del ’86. Los títulos siempre tienen el mismo valor. Por ser el primero a lo mejor impactó un poco más; y cuando viene el segundo, uno ya está más habituado a esos títulos, pero no ha sido más importante uno que otro.
–¿Cómo recuerda esos días?
–Como futbolista siempre digo que es el sueño del pibe. Cuando uno es chico primero quiere jugar en un club de Primera División, después jugar en la Selección y luego salir campeón con esa Selección. Yo lo recuerdo como un logro espectacular, con el tiempo a uno le ha dado prestigio, le ha dado vigencia, y eso es muy bueno.
–Interiormente, ¿jugó menos de lo que esperaba?
–Siempre a cualquier jugador le hubiera gustado jugar todos los partidos, pero yo estoy agradecido porque hubo jugadores que ni siquiera pudieron entrar a la cancha. A mí me tocó jugar poco, pero me tocó, y estoy agradecido. Fueron dos medio tiempos, contra Polonia primero y con Brasil después, en Rosario. En definitiva, uno integra un plantel en una Selección que todos tienen un nivel superlativo, así que en esos casos uno hasta se conforma si no está entre los once titulares.
–¿Cree que sin Mario Kempes no se habría ganado el torneo?
–Es difícil saberlo, pero claro, con cada título que consigue una Selección aparecen grandes figuras. En ese momento, Mario fue un número uno a nivel mundial como futbolista, y eso ayuda muchísimo a un equipo. En ese contexto general se llevó todos los aplausos, y fueron muy merecidos también.
–¿Todavía le duele que desde ciertos sectores se diga que hubo favoritismos para Argentina?
–Nosotros vamos a tener esa pequeña cruz, que por la situación política que se vivía en el país, y todo el proceso militar, hace que uno esté envuelto en controversias. En Argentina siempre, a cada minuto, uno tiene que demostrar que es inocente y que hace las cosas de buena fe. Eso no me molesta tanto como que somos parte de un proceso, y creo que el fútbol no tiene nada que ver con la política, más allá de que en determinado momento puede estar ligado. Pero creo que deporte y política no van juntos, y en aquel momento no era así tampoco. A mí lo que me gusta es despegarme de esa situación que nos tocó vivir.
–Usted siempre dijo que no sabía lo que ocurría, pero, ¿podían percibir algo?
–Nosotros teníamos alguna sospecha cuando salíamos afuera del país y veíamos carteles en los aeropuertos. O algunas pancartas de los derechos humanos o de gente que había desaparecido, pero para nosotros la información general que había era que estaban desprestigiando a la Argentina y que no querían que hiciéramos el Mundial. Por eso, uno nunca sabe en la Argentina quién tiene razón, y en la actualidad también, porque se generan mil polémicas y uno se pone de un lado o del otro, pero no hay nadie que marque esa justicia y esa razón. Imaginate que la información que había en aquel momento era cerrada y toda a favor del Proceso.
–Si hubiera estado al tanto de lo que ocurría, ¿habría jugado el Mundial?
–Es imposible contestarlo, porque tampoco era cuestión de “Villa no” o “Villa sí”, porque si no jugaba Villa jugaba otro. Hubiera sido una situación terriblemente compleja para mí. Hoy no puedo explicar lo que hubiera sentido en su momento, pero el Mundial no era Villa u otra cosa, yo iba a jugar y nada más. Sin duda hubiera sido difícil de resolver.
–El caso particular de (Jorge) Carrascosa, si bien nunca lo dijo abiertamente, ¿renunció a jugar porque sabía de algunas situaciones?
–Yo nunca he tenido la suerte de hablar con Carrascosa sobre esto, pero si realmente lo hizo, lo felicito. Fue una decisión muy importante en su vida que se debe sentir hoy totalmente tranquilo con su conciencia, y si fue así tuvo una decisión muy valiente y lo respeto muchísimo.
–¿Y cómo cree que habría podido estar al tanto?
–Bueno, yo creo que si uno hubiera tenido evidencias de algún vínculo alrededor podía haberse enterado de los desaparecidos y de las torturas y las injusticias que cometieron los militares. Pero yo no tuve evidencias cerca mío, y es por eso que uno no se enteró de nada. En aquel momento, como yo jugaba al fútbol y luchaba para tratar de ser cada día mejor profesional, si no me ocurría nada alrededor es como que estuve engañado.
–¿Cómo era el contacto con su círculo íntimo en esos días?
–Normal. Yo viví en Tucumán parte de la etapa previa, jugando para Atlético, y allá se hablaba de buenos y malos, de guerrilla y policías. Había razzias permanentes, y mi sensación en ese momento es que tenía miedo y por eso trataba de comprometerme lo menos posible, porque parecía que todo era complicado.
–¿En Tucumán vivió alguna situación extrema?
–Razzias en donde yo podía estar tomando un café. Encima tenía barba y pelo largo, era el malo ideal de la película. Pero como tenía cierta notoriedad, nunca me pidieron documento. Supongo que los militares tenían entendido quién era cada uno, porque había un servicio de inteligencia importante.
–¿Pero hubo una vez en que no lo habían dejado irse de vacaciones?
–Eso fue antes de jugar con la Selección de Tucumán, en Tandil, una Copa Beccar Varela que después ganamos. Yo había pedido no jugar para la Selección de Tucumán, y gente de la Asociación me dijo que si yo me negaba a jugar, (Antonio) Bussi, que era el gobernador de Tucumán, quería hablar conmigo. Entonces dije: “Bueno, voy a jugar”. Pero quedó como una anécdota negativa.
–Tuvieron varias visitas de los genocidas en la concentración.
–Nosotros vivíamos rodeados por un ejército, siempre estábamos custodiados, en la fundación Natalio Salvatori, en la Villa Marista. Me acuerdo de que dejábamos el auto a 100 metros y nos revisaban los bolsos a nosotros mismos. Cuando lo cuento no me lo pueden creer. Era todo una película de terror.
–¿Cree que Menotti tuvo una actitud pasiva con este tema?
–Es todo muy complicado, nunca salía el tema ni con él ni con mis compañeros. Cada uno tiene una sensación distinta adentro. El Flaco quería que jugáramos para el pueblo y que practicáramos un fútbol lindo.
–Cuando habla con sus hijos de toda esa etapa, ¿pueden comprenderlo?
–Sí, porque ellos saben de mi inocencia y de mi honestidad hacia la profesión que tenía. Y saben cómo piensa uno y cómo actúa. Yo viví esa etapa y no supe lo que pasaba. Me da la sensación de que quedo como un ignorante, pero era así. También me da vergüenza al declarar esto.
–¿Cómo mira todo treinta años después?
–Lo miro con sorpresa y con indignación. Como sociedad me he sentido engañado y me duele. Creo que la verdad hay que saberla, por más dolorosa que sea. La Argentina pasó esa etapa muy negativa, creo que no va a volver nunca más y me parece genial. Por más que la democracia tenga sus defectos, es la única forma de ser libre y de expresar lo que uno siente.
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