Martes, 24 de junio de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Rubén Dri *
En reflexiones anteriores alertábamos sobre la realidad del golpe en marcha. Aclarábamos que no se trata del golpe tradicional que requiere en último término, como culminación de toda la preparación previa, la acción directa de los militares. Estos, por fortuna, no figuran en esta etapa como posibles actores que lleven a su culminación todo el proceso del golpe en marcha.
En los golpes clásicos, siempre fueron los militares los que dieron el zarpazo final y ello creó la sensación de que fueron los militares los que pensaron, prepararon y finalmente ejecutaron el golpe para sus propios intereses. En todo ello sólo hay parte de verdad y mucho de mentira. Siempre detrás de los militares estuvieron las grandes corporaciones económicas, las verdaderas beneficiarias del golpe.
Duhalde, con todo cinismo, sale ahora a exculpar a las fuerzas neoliberalconservadoras que impusieron a Martínez de Hoz como ministro de Economía, de su papel en el golpe de 1976, mostrando, de esa manera, que efectivamente él está actuando en el proceso del golpe. Por otra parte, nadie puede extrañarse de ello.
El golpe no es un hecho aislado caído del cielo o de los cuarteles. Es un proceso que culmina con la caída del gobierno y el consiguiente sometimiento del Estado a la corporación hegemónica que motorizó todo el proceso, en el cual intervienen diversos actores y sectores sociales preparados por la prensa dependiente de las corporaciones.
Desacreditadas las Fuerzas Armadas por los crímenes de lesa humanidad cometidos, ya no fue posible, hasta el momento, pensar en ellas como el actor que culminase la tarea del golpe. Es por ello que frente al gobierno de Alfonsín se recurrió a otros medios. En primer lugar, a las diversas sublevaciones carapintadas, todas ellas destinadas a desgastar al gobierno y hacerlo retroceder.
Los diversos retrocesos de Alfonsín y, en primer lugar, el retroceso ante el proyecto de Grinspun de resistir la ofensiva neoliberal, no hicieron más que debilitarlo. El golpe de mercado que produce la hiperinflación, más la salvaje ola de rumores sobre las invasiones de las hordas sobre Buenos Aires y el asalto a los supermercados, le dieron al gobierno el golpe final y sometieron al Estado, que cumplió con todos los deseos de los golpistas en el gobierno de Menem. El Estado desapareció y florecieron los negocios de las grandes corporaciones.
Menester es tener en cuenta también que un golpe, es decir, el sometimiento del Estado a las fuerzas corporativas, tiene relación directa con fuerzas que atraviesan al continente latinoamericano, influenciadas por la potencia hegemónica del continente, los Estados Unidos de Norteamérica. No es una casualidad que la VI Flota se haya vuelto a presentar en nuestras tierras.
Todos los ingredientes de un golpe como proceso están presentes en el salvaje, interminable, cruel e inhumano lockout que las patronales del agro, dirigidas por los cuatro jinetes del Apocalipsis gaucho, llevaron adelante. Los cortes de ruta, la prepotencia de dejar pasar a unos y a otros no, la humillación a que sometieron a gran parte de la población, cumplieron el papel que en su momento realizaron los carapintadas. Además mantuvo su presencia activa otro actor que no podía faltar, la Iglesia, con su acostumbrada hipocresía.
El director de prensa del Episcopado, Jorge Oesterheld, lo dijo con expresión angelical: “Si todo el pueblo está en la ruta, el cura va allí y los acompaña”. Lo mismo hizo la Iglesia en todos los golpes, acompañó al “pueblo” que, si no estaba en la ruta, sin duda quería el golpe. El arzobispo de Corrientes y vicepresidente del Celam, Andrés Stanovnik, fue muy explícito: “Sobre todo durante estos últimos cien días de conflicto, la actuación de la Iglesia fue altamente política, si entendemos la política en su sentido más amplio y positivo, en cuanto colaboró en formar conciencias, ser abogada de la justicia y la verdad, y educar virtudes, como nos dijo Benedicto XVI el año pasado en Aparecida”. A confesión de parte, relevo de prueba.
Además, es fácil ver que todo este proceso golpista se conecta con la ofensiva neoliberal conservadora que hoy se lleva a cabo en el continente latinoamericano y que jaquea a gobiernos nacionales y populares como los de Bolivia, Venezuela y Ecuador.
El Gobierno mandó las retenciones al Congreso, medida exigida en todos los tonos por los popes ruralistas y los partidos de oposición. ¿Eso lleva la calma? De ninguna manera. Lo afirmó Eduardo Buzzi: “No estamos de acuerdo con el proyecto tal como se lo envió”, por lo cual en principio siguió el lockout que, por lo visto, es la manera de debatir. Pero no se piense que los cuatro jinetes del agro son desestabilizadores. No, de ninguna manera. Lo dijo Buzzi sin ponerse colorado, con toda la seriedad de quien está dando una lección magistral de republicanismo: “No somos desestabilizadores, golpistas ni desabastecedores” y, por espacio de más de tres meses, cortaron rutas como si ello fuese un derecho establecido por la Constitución.
Frente a la observación y el reclamo de la Presidenta en el sentido de que los cuatro jinetes se dan a sí mismos derechos que nadie les dio porque no fueron votados, exclama el jinete de la Federación Agraria, antes de que le gane de mano el Angel Exterminador de Gualeguaychú: “Somos la consecuencia de procesos democráticos dentro de nuestras organizaciones”. No sabíamos que ello implicaba el derecho de establecer quién, cuándo y cómo un ciudadano argentino puede transitar por el territorio nacional.
Para colmo de males, no sólo realizaron un salvaje lockout, sino que proclamaron que no son responsables por los cortes de rutas y la escasez de combustibles y amenazaron con acciones legales contra quienes los acusan de ello. ¿Se puede ser más irresponsable? Quienes están contra toda legalidad quieren recurrir a la legalidad en su defensa.
El proceso del golpe pasa ahora a una nueva etapa. Son otros los mecanismos de presión y desgaste, siempre con la misma finalidad: golpear fuertemente al Gobierno para someter el Estado que no debe meterse en los negocios de las grandes corporaciones. La Iglesia seguirá acompañando, rezando y formando conciencia como lo hizo en todos los golpes.
* Profesor de Filosofía de la Religión en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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