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Kadafi, Bilardo y el proyecto Mundial Libia 2010

Bilardo dirigió la selección libia y quedó estrechamente vinculado con Kadafi padre e hijo, quienes cuentan con su apoyo e influencia sobre Julio Grondona –vicepresidente de la FIFA– para incidir en la designación para el 2010.

 Por Gustavo Veiga

La conexión libia, un remedo de aquella que en los años ‘70 se le atribuía a José López Rega con el líder Muammar Kadafi, goza de buena salud. Sólo es diferente porque tiene ribetes deportivos y la política, en todo caso, subyace en las arenas del sofocante desierto de Sahara. Página/12 describió hace una semana el apoyo argentino que aspira conseguir Al Saadi Khadafi –hijo del misterioso coronel– para la candidatura de su país como organizador del Mundial que se disputará en 2010 por primera vez en una nación del continente africano. El polifacético descendiente del gobernante libio –vicepresidente de la Federación de Fútbol local (LFF), ingeniero y además jugador– sabe que cuenta aquí con el respaldo de Carlos Salvador Bilardo, un personaje dispuesto a interceder ante Julio Grondona, el presidente de la AFA y vicepresidente de la FIFA, para lograr la sede del Mundial. El ex técnico de la selección nacional describió cómo un pequeño país, sancionado durante años por las Naciones Unidas y en la mira de Washington desde que Kadafi padre llegó al poder, podría organizar el torneo futbolístico dentro de ocho años.
–Si Julio Grondona le pidiera una opinión sobre la candidatura de Libia, ¿qué le respondería?
–Que sí, sin duda. Y olvídese. Africa debe tener el Mundial 2010. No se puede diferir más. Libia es un país que tiene petróleo, gas, agua... ¿Cómo no va a poder hacer un torneo así? Ellos están trabajando desde hace mucho tiempo. Después del bloqueo político que sufrieron empezaron a moverse con esa idea. En Japón conocieron a Julio Grondona y creo que hay una buena relación. Además, Maradona viajó a Libia como tres veces.
–¿Y el vínculo se consolidó aún más cuando usted se hizo cargo del seleccionado libio en el año 2000?
–Creo que hemos quedado bien. Le hablo de los países donde yo trabajé: Colombia, España y Libia. Pero ellos, los árabes, tienen distintas costumbres a las nuestras. Cuando Saadi Kadafi vino a la Argentina al congreso de la FIFA el año pasado, tuvo problemas con las armas. Porque siempre las llevan a todas partes. Y las declararon en la Aduana, aunque luego se enteró un juez y dijo que ese arsenal no podía entrar. Yo lo fui a buscar al otro día y nos fuimos al congreso.
–¿Le parece que Libia está en condiciones de organizar un mundial?
–Sí, tranquilamente. Vende un millón cuatrocientos mil barriles de petróleo, tiene un gasoducto que va por debajo del Mediterráneo y que abastece a Italia. Son capaces de hacer un estadio en un mes...
–No exagere. ¿Cuenta con la infraestructura necesaria? ¿Sí o no?
–Sí, tiene dos estadios grandísimos. Las canchas en Africa son todas así. Con capacidad para 100 mil espectadores. En Libia trajeron pasto para las eliminatorias y lo colocaron en dos días. Pero resulta que se secó porque vino en barco. Entonces, mandaron traerlo en avión. Lo tiraron ahí como una alfombra y dijeron: jueguen. No hay ningún tipo de problemas.
–¿El fútbol en Libia es tan popular?
–Es igual que en todo el continente africano, muy popular. Le cuento una anécdota: yo estaba en la puerta del hotel que daba al Mediterráneo y en la calle, hasta las dos de la mañana, había diez partidos. En las playas de estacionamiento del tamaño de dos manzanas jugaban con arcos chiquititos, de diez centímetros. Iban todos de acá para allá, de atrás para adelante. Por esa locura me recorrí todo Africa. Y cuando les decía que iba a viajar a otro país, ponían un avión a mi disposición. Creía que era como uno de los nuestros. Entraban 170 personas, pero viajábamos tres: el piloto, el intérprete y yo. Cada quince días me iba al centro de Africa.
–¿Cómo hizo para contactarse con un país sin tradición futbolística y que se encuentra en el continente más pobre del planeta?
–Hablaron conmigo una vez y me preguntaron si quería ir; les dije que no. A los tres días me llamaron de nuevo y les respondí: bueno, vamos a conversar. Hasta que llegamos a un punto en que les pedí una condición. Iba si me permitían una cosa: que en los días libres con la selección pudiera viajar a países como Malí, Chad, Uganda, Zimbabwe. A todo el centro de Africa que yo no conocía y me gustaba visitar por razones futbolísticas y sociales. Quería ver qué era eso. Me contestaron que no tenían ningún problema, porque ellos pretendían que los dirigiera gente conocida.
–¿Gente conocida como usted?
–Sí, que los vinculara con el fútbol de otros países. Por ejemplo, yo iba con ellos a España y el diario Marca me hacía una nota, visitábamos Italia y pasaba otro tanto... Con Saadi Kadafi fuimos a ver Inglaterra-Argentina en Londres. El pibe es muy amigo de los príncipes que tienen los clubes en Arabia Saudita y en Emiratos Arabes. Por eso digo que Libia puede estar en condiciones de hacer un mundial. Porque también contaría con respaldo.
–¿Cómo lo describiría al hijo del coronel Kadafi?
–Es un joven al que le gusta el fútbol, le gusta jugar. Va para adelante como un camión... El padre, en cambio, tiene otro carácter. Yo fui a dos o tres reuniones de presidentes de Africa a las que me llevaron. Estuve con Mandela y para mí fue un orgullo. Ellos decían: “Africa para los africanos”. Mandela y Kadafi, dos líderes, quizá los más importantes del continente. Y ojo que ambos pueden llegar a influir en la organización del próximo mundial. Para mí van a hacer algo para que toda Africa participe.
–Saadi, como futbolista, ¿es un buen dirigente?
–Como directivo va al frente de un modo que es impresionante. Y como volante, que es su puesto, juega bien.
–Cuando dirigió a la selección de Libia, ¿no se le impuso que él debía ser titular en el equipo?
–Nunca. A mí siempre me tuvo un respeto terrible, pero además aprendí de ellos un montón de cosas. Quizá porque sabían con quién se metían, no iban a hacer macanas. Ibamos a todos lados juntos porque tienen amigos en muchos países. Desde el rey de Marruecos hasta los europeos.
–¿Cuándo fue la última vez que estuvo en contacto con Kadafi junior?
–En Japón charlamos mano a mano durante el último Mundial. Pero una vez por mes, casi siempre hablamos. Me llama para saber cómo estoy o conversar de fútbol. Yo tengo un intérprete que sabe árabe o si no él pone al traductor de italiano que estaba conmigo cuando dirigía la selección de Libia, un pibe joven.
–¿Va a viajar a Trípoli para el partido que jugarán entre marzo y abril las selecciones de Argentina y Libia?
–Vamos a ver, vamos a ver.
–¿Tiene idea cuánto le abonarían los libios a la AFA por ese amistoso?
–Un millón, eso es lo que están pagando.
Bilardo, tan locuaz como siempre, se despidió sin que hiciera falta aclarar que aquella suma era en dólares. Sólo sonrió de manera pícara como quien hablaba de un rey Midas que habita en el norte de Africa, el continente que tanto lo cautivó.

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Carlos Salvador Bilardo quedó muy contento con su experiencia al frente de la selección libia.
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