Sábado, 12 de junio de 2010 | Hoy
DEPORTES › LA ESCUELA DE UN PARAJE EN CAMPANA DONDE POR PRIMERA VEZ SE PUEDE VER UN MUNDIAL
La fiesta del Mundial llegó a la escuela Paula Albarracín de la mano de la Televisión Pública Digital. Una pantalla gigante, muchos funcionarios y casi todo el pueblo reunido para una experiencia única: acceder a la tecnología en medio del Delta.
Por Facundo García
Termina el primer partido del Mundial de Fútbol y la isla donde se ubica la Escuela Nº 26 Paula Albarracín de Sarmiento pone límites al silencio de la tarde. Desde la orilla, decenas de chicos de primaria y polimodal despiden a los periodistas con la alegría de haber compartido un día que no será otro del montón. Para la gente del paraje La Granja, en el kilómetro 81 del río Paraná de las Palmas (Campana, provincia de Buenos Aires) se trata de un momento que no dudan en calificar de “histórico”: llegó a las aulas de la zona la Televisión Pública Digital. Ese cambio, que visto desde la ciudad puede resultar una minucia, aquí genera una fiesta. Es que si el acceso al material audiovisual era hasta ayer un lujo, ahora los maestros cuentan con imágenes sin interferencias, similares a la que tendrán otras casi doscientas instituciones incluidas en la primera etapa del plan que busca llevar esa tecnología a todos los colegios rurales del país. Pasó un rato desde que el ministro de Educación, Alberto Sileoni; el presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, Gabriel Mariotto; el presidente de Radio y Televisión Argentina (RTA), Tristán Bauer, y el actor Gastón Pauls hicieron el intento de presentar en palabras lo que está ocurriendo en ese rincón de la Argentina.
La actividad empezó temprano. Desde la madrugada las señoras que se encargan del comedor escolar estaban agitadas, ya que a los ochenta y ocho alumnos que atienden cotidianamente esta vez se agregaban la prensa y autoridades nacionales. Los adolescentes también hacían su previa. “El Mundial pasado no pudimos ver nada. Parece que el tema se solucionó”, desconfiaba Gustavo, de segundo año del polimodal, cuando se las arreglaba para escuchar mp3 desde la tele que le había prestado un profesor. Cerca, en el salón de actos, la pantalla gigante compartía protagonismo con las escarapelas que quedaron tras el acto del 25 de Mayo. Había suficiente movimiento como para ilusionarse con que tanto revuelo no se agote en la foto. Con que el futuro esté, en definitiva, a la altura de las lágrimas de entusiasmo que se le escapaban a Milba López Pereyra, la directora que –como otros quince docentes– viaja todos los días entre dos y cuatro horas para estar con los pibes. “Estamos trabajando con lo que nos llegó por el campeonato de fútbol y la verdad es que la respuesta ha sido buenísima”, resumió la mujer, ya más tranquila, justo antes de pedirles a los funcionarios el proyector que habían llevado.
En el país existen unas 16 mil escuelas similares a la Albarracín, con nenes que llegan a caballo, en canoa o a pie, luego de caminar tres o cuatro kilómetros. ¿El premio? Un plato de comida, la matemática, la lengua y muchas otras materias a las que en adelante se sumará el aporte de la tele. Hasta hoy buena parte de esos centros educativos estaba aislado, sin posibilidad de acceder siquiera a la TV y radio públicas. El cable no llegaba, las señales de aire tampoco. Ante esa circunstancia la tecnología satelital se presentó como una solución ideal. Eso sí: en este sector del Delta la novedad se hará sentir con características propias. Roxana Elizabeth Romero, por ejemplo, tiene diecinueve –sí, diecinueve– hijos. Ya vio egresar a seis y mantiene a otros nueve en carrera. Organizando como podía a sus pollos conversó con Página/12: “No sabés. A medida que aprieta el frío me cuesta más levantar a algunos. Les da fiaca tomarse la lancha. Se atornillan a la cama. Encima, si juega la Selección me ponen eso como excusa ¡Pero si dan partido en la escuela, ya no hay tu tía!”.
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