Domingo, 22 de agosto de 2010 | Hoy
DEPORTES › LA AFA POSEE UN MATERIAL QUE MUESTRA COMO INTENTABAN PREVENIR LA VIOLENCIA DESDE DECADAS ATRAS
Las medidas salieron de un encuentro del que participaron el subprefecto de Seguridad, un coronel llamado C. H. Rodríguez, y dos directivos de la entidad que antecedió a la actual asociación. Grondona, de 78 años, nació una semana antes de esa reunión.
Por Gustavo Veiga
No es la biblioteca de Alejandría, pero es la biblioteca virtual que faltaba para investigar y difundir con más rigor la historia de nuestro fútbol. Con la excusa del Bicentenario, la AFA tomó la iniciativa de digitalizar valiosa documentación, como aquella que antecedió al profesionalismo instaurado en 1931. Ahora está al alcance de cualquier ávido buscador de datos en Internet. El material de colección incluye memorias y balances desde 1915 a 1942, planillas de resultados de los torneos oficiales jugados entre 1933 y 1995 e imágenes de clubes, estadios, selecciones nacionales y personajes de la política y el deporte. Un repaso a los textos y las fotografías permite observar en clave retrospectiva cómo se forjó la asociación que preside Julio Grondona hace 31 años. Y descubrir que cuestiones de complejo tratamiento como la violencia en los estadios, son tan viejas como el fútbol mismo. No todo tiempo pasado resultó mejor. El presente, en este caso, reproduce las dificultades que ya se percibían con el advenimiento del profesionalismo hace 79 años y la pérdida del desinteresado amor por la camiseta.
En la memoria y balance de la Asociación Argentina de Football aprobada en 1931 –así se llamaba por entonces– se publica un decálogo de iniciativas tendientes a erradicar la violencia. Estas se aprobaron en un encuentro del que participaron el subprefecto de Seguridad, un coronel llamado C. H. Rodríguez, y dos directivos de la entidad que antecedió a la AFA, de apellidos Serra y Lecca. La referencia curiosa que se desprende de la memoria de 186 páginas es que Grondona, de 78 años, nació una semana antes de que se produjera aquella reunión para reprimir a los violentos. Comenzaba a gobernar el país la dictadura de José Félix Uriburu que había derrocado a Hipólito Yrigoyen el 6 de septiembre.
En las páginas 22 y 23, debajo del título “Disciplina en los clubs y orden en las canchas”, se explica que “la magnitud de algunos desórdenes, por fortuna en campos de juego extraños (sic), dieron motivo para que la Prefectura General de Policía de la Capital Federal provocara una reunión a fin de cambiar ideas y formular resoluciones que tendieran a poner coto a esos desmanes”.
Ni al primer triunvirato de genocidas, integrado por Videla, Massera y Agosti, se le había ocurrido una batería de medidas tan duras contra los protagonistas del espectáculo. Entre los diez puntos del 25 de septiembre del ‘31, se destacan: “Los desórdenes y escándalos provocados por los jugadores serán inmediatamente reprimidos por la policía, la que hará retirar al o los causantes de la cancha, llevándolos detenidos”; “los clubs distribuirán en las tribunas el personal necesario para individualizar a los autores o promotores de escándalos”; “se prohibirá la venta de bebidas envasadas y toda clase de frutas dentro del estadio” y “se venderán al público a lo sumo, hasta tres entradas, a fin de evitar la reventa”. El episodio más recordado de jugadores encarcelados sucedió durante la dictadura militar de Juan Carlos Onganía. Alberto Poletti, Eduardo Manera y Ramón Aguirre Suárez, de Estudiantes de La Plata, terminaron en la cárcel de Devoto tras la bochornosa final de la Copa Intercontinental contra el Milan en 1969.
Los dirigentes futbolísticos seducidos por la mano dura sostenían hace 79 años que “apoyaron decididamente las proposiciones del señor subprefecto de Seguridad tanto más cuando, con fecha del 30 de julio se había solicitado de la policía la aplicación de las medidas de represión de esos escándalos en la forma que aconsejaban las circunstancias”. En la Asociación Argentina de Football que formulaba estas iniciativas permanecían los clubes más chicos que no apoyaban el incipiente profesionalismo. Boca, River, Independiente, Racing, San Lorenzo y Huracán, entre otros, se habían pasado a la Liga Argentina, la semilla que hizo crecer el fútbol rentado.
Instituciones como Unión de Lanús, Villa Furst y Honor y Patria fueron expulsadas de los registros de la Asociación Argentina por faltas que ahora serían consideradas menores. Al igual que en la actualidad, el fútbol ayudaba a solventar los gastos de seguridad. O, aún más, a pagar “elementos modernos para combatir la delincuencia”. La entidad en la que habían quedado instituciones como Banfield, Temperley, Almagro, Nueva Chicago, Defensores de Belgrano y San Telmo, entre otras, “dispuso realizar un partido cuya recaudación destinó a los fines que promovieron la creación del Día de la Seguridad Pública, haciéndose cargo de los gastos en que se incurrió para la organización del mismo, de modo tal que todo lo recaudado se entregó a las autoridades respectivas”.
San Isidro, un club arraigado que se desafilió el 21 de julio de 1931, describía en la nota con que renunció a practicar fútbol hechos de violencia protagonizados por “jugadores que se traban en pelea en las canchas, ‘referees’ agredidos por jugadores y público, y público que discute tan apasionadamente, que llega a las vías de hecho” situaciones que contribuían “a que la moral del público en general, descienda enormemente, y agregue, señor Presidente, la corrupción que implica la percepción de una suma de dinero por practicar football, y se verá el cuadro desolador de esta manifestación deportiva que se contempla en todo el país”.
El amateurismo marrón tenía fecha de defunción y en noviembre de 1934, con la fusión de la Liga y la Asociación, quedaron sentadas las bases para lo que sería la AFA, tal como se la conoce hoy. La memoria y balance de 1940, casi una década después del lanzamiento del profesionalismo en la Argentina, permite comprobar cómo aún perduraba el concepto de “moral deportiva”, una idea que ahora parece caída en desuso. A los árbitros se les dictaban cursos sobre esa disciplina y otras derivadas como “Moral deportiva en el Estatuto y Reglamento General de la AFA”, “Homenaje a la Bandera”, “De la atrofia espiritual” y “Homenaje al Día de la Raza”.
Adrián Escobar, presidente de la AFA en aquel momento, le había colocado su impronta a la política de la asociación. Entre todos sus antecedentes, había un dato imposible de soslayar: era un entusiasta seguidor de las ideas de Adolf Hitler. El 18 de septiembre de 1936, como diputado nacional, elevó un despacho del Poder Ejecutivo para la creación de la embajada argentina en Berlín. Justificó el proyecto ante la Cámara baja con estas palabras: “No debemos entrar a averiguar cuál es el régimen que gobierna a Alemania; tenemos que ver en ella un estado amigo, con el que mantenemos relaciones cordiales que cada día se han ido acentuando”.
Escobar también describió al golpe de Estado que tumbó al gobierno de Hipólito Yrigoyen así: “La revolución del 6 de septiembre traía en su entraña un programa concreto, que tenemos la obligación de cumplir hasta el fin”. Coherente con su ideario fascista, se alejó de la AFA el 29 de octubre de 1940 para ser embajador en España, durante el régimen de Francisco Franco. En Madrid se dio el gusto de confraternizar con el dictador, de cuyo gobierno sostuvo en su libro Diálogo íntimo con España: “Encontré un noble espíritu de renovación, de trabajo, para ordenar y encauzar al país moral y espiritualmente”.
En la sala de sesiones de la AFA, donde están colgadas las fotografías de todos sus presidentes, el dirigente que admiró a Hitler y mantuvo una estrecha relación con el generalísimo, cada vez que se reúnen los dirigentes del fútbol nacional los observa desde una pared. En las memorias y balances de su época aparece también en varias instantáneas. Esa es una parte de la historia que la biblioteca digital del fútbol argentino apuntalará en cada búsqueda. Sería constructivo que este proyecto diseñado por la compañía Estado Digital no se detenga en la historia más antigua de la AFA y que continúe hasta los documentos políticos y económicos que explican el fútbol de nuestros días.
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