Quienes como quien esto escribe y muchos más –muchos más, por cierto, de lo que “ellos” creen que somos– que adherimos a aquello que Eduardo Galeano pregona en el primer capítulo de su Fútbol a sol y a sombra, esto es “ser hincha del que a uno le gusta cómo juega”, respaldamos a rajatabla la manera de jugar de Barcelona. Algunos especialistas en estadísticas insistirán en que de nada le sirvió al actual puntero de la liga española tener más del 70 por ciento de la posesión de la pelota contra menos del 30 de Sporting Gijón. Otros, los ignorantes del juego que dicen aburrirse por no entender que lo importante es tener un equipo ancho –o por mejor decir y escribir– que juegue “a lo ancho”, estuvieron afilando sus picos de pájaros carroñeros, cuando parecía que el Barça perdería. Como si se tratara de una especie de apocalipsis para quienes defendemos “esa” manera de jugar que ha convertido al equipo catalán en el mejor que se haya visto quizá en la historia, y que esos mismos ignorantes del juego pretenden comparar con algún plantel dirigido por sus amigos Bilardo o Griguol.