El gol nunca llegó. Ni en un arco ni en el otro. Ni en el primer tiempo, cuando el campeón del fútbol argentino jugaba completo, ni en el complemento, cuando debió embarcarse en la odisea de jugarlo con diez hombres. Fue paradójico porque necesitaba al menos un tanto para ir a la definición por penales, provocó más de una docena de situaciones de peligro y, sin embargo, se le quedó atragantado el grito de gol a lo largo de toda la noche, una noche triste porque Racing quedó eliminado de la Copa Libertadores justo cuando palpitaba el choque contra River por las semifinales.

Guaraní de Asunción, que nunca se había ido de la Argentina con la valla invicta en las nueve ocasiones anteriores en las que vino a jugar, se robó el cero de Avellaneda, y aquel gol postrero en el encuentro de ida, una semana atrás, en territorio paraguayo, terminó enfrentándolo contra el equipo de la banda roja, que espera en semis desde el miércoles (ver aparte).

La colección de situaciones de gol de que disfrutó Racing pudo haber sido infinita; hubo más en el primer período, cuando el ánimo estaba pleno, que en el segundo, después de la expulsión de su arquero Saja. Pero siempre chocó contra la voluntad del golero visitante Aguilar. El remate cruzado y profundo de Aued, un par de bombazos de Bou, el disparo desde fuera del área de Brian Fernández, un mano a mano doble con Milito... el arquero paraguayo se agigantó en el arco que Racing quiso perforar toda la noche y jamás pudo. En esa lucha desigual quedaron sepultadas buena parte de las ilusiones académicas.

Un grave error de Grimi dejó a Palaur solo con Saja en el cierre del primer tiempo y el arquero le cometió penal al atacante para evitar la caída. La roja era inevitable. Su reemplazante, Nelson Ibáñez, dio muestras de carácter al sacarle en frío el remate a Julián Benítez. Casi sufre la caída sobre el final del partido, cuando quedó descolocado y Santander, con todo el marco a disposición, mandó la pelota por arriba del travesaño.