El Tevez de la gente, el referente irreverente que mete y mete, el que por ser como es, se merece este presente excelente, volvió una tarde. Y al influjo de sola presencia, la Boca fue una fiesta en la que pasó de todo:

El equipo ganó jugando un gran segundo tiempo.

Calleri hizo un gol de rabona.

El Cata Díaz casi hace un gol de chilena.

El pibe Bentancourt metió uno de esos caños que no se olvidan.

Y Carlitos en el medio, gozando de su condición de jugador del pueblo, haciendo felices a los que no le sacaron los ojos de encima en los noventa minutos.

Jugó bien Tevez. Se movió detrás de los dos de punta, del medio hacia la izquierda en el primer tiempo, rotando un poco más en el segundo y con una activa participación en la elaboración de las jugadas de ataque siempre. No cometió equivocaciones en los pases, ganó en casi todas las gambetas que intentó (la primera fue un sombrero en el arranque del partido) y buscó obsesivamente el gol en la segunda parte. No se le dio por poco. Su primer remate de media distancia lo salvó el arquero Benítez con una volada espectacular; el segundo, entrando como ocho, se reventó contra un palo y el tercero no llegó a destino porque lo trabaron justo a tiempo. En el gol de Palacios no intervino y en el de Calleri fue inicialmente el destinatario del pase del delantero antes del rebote que le hizo inventar la rabona. Tevez estaba ahí distrayendo marcas, lo mismo que en otra jugada en la que Calleri quedó mano a mano, pero finalmente desvió el remate final. Los puntos más flojos de su actuación se pueden encontrar en un tiro libre mal ejecutado (la posición era para Monzón más que para él) y en un par de corners que fueron fácilmente desbaratados por los defensores visitantes.

El balance de su actuación dejó un saldo más que positivo. Jugó, hizo jugar, se mostró físicamente entero, se lo vio feliz y le dio una alegría grande al pueblo boquense. Volvió Tevez, el referente, el que estremece a la gente.