Domingo, 19 de julio de 2015 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Martín Granovsky
Para un Mercosur flojito de autoestima, la incorporación de Bolivia como miembro pleno es una noticia extraordinaria: le demuestra que está vivo y sirve para algo. Que está más vivo, tal vez, de lo que cree el propio Mercosur. ¿Psicoanálisis político? Para nada. Hechos.
En el reciente V Congreso del Partido de los Trabajadores, celebrado en junio último en Bahía, la Secretaría de Relaciones Internacionales, a cargo de Mónica Valente, organizó una mesa redonda sobre integración. Samuel Pinheiro Guimaraes, ex vicecanciller de Lula, puso el futuro del Mercosur en debate. Pero no lo dio por muerto. Advirtió que un área de libre comercio entre Mercosur y la Unión Europea terminaría con el Mercosur, que se basa en el arancel externo común. Pinheiro fue alto representante, o sea autoridad máxima, del Mercosur y uno de los impulsores de la entrada de Venezuela como miembro pleno.
También habló Florisvaldo Fier, que se llama a sí mismo Doutor Rosinha porque se enorgullece de sus orígenes como pediatra y sanitarista. Uno de los cofundadores del PT en 1980, Rosinha es sinónimo de Mercosur en Brasil. En 2003, cuando Lula asumió el primer mandato y él se estrenó como diputado federal, resolvió que se dedicaría al Mercosur. Y desde este año es el jefe del Mercado Común. Rosinha se propone impulsar entre otras cosas el Estatuto de Ciudadanía, la unificación de los sistemas de becas para intercambiar estudiantes, profesores e investigadores y la patente común para los autos, la discusión sobre la inhumanidad y la ineficacia de bajar la edad de imputación penal. Todos temas de avance cotidiano que permitirían una mayor encarnación concreta del Mercosur.
En el caso de Brasil, Rosinha viene derribando mitos dentro de su país. Para los que dicen que el Mercosur no sirve a los industriales brasileños, replica que el 90 por ciento de las exportaciones brasileñas al Mercosur está compuesto por productos industrializados, contra el 50 por ciento de las exportaciones brasileñas a los Estados Unidos y el 5 por ciento a China.
En la Argentina sucede lo mismo. En 2013, por tomar sólo un año, las exportaciones industriales a países del Mercosur representaron un monto nueve veces mayor que, por ejemplo, a la Unión Europea.
El mundo está difícil. Europa no crece, los Estados Unidos reponen mano de obra con lentitud y Sudamérica sufre la caída de los precios de las materias primas que fueron su fuente de obtención de divisas hasta la crisis del 2008. Ningún pronóstico señala que esta situación será distinta y mejor como mínimo en los próximos dos años. En Brasil, además, la Justicia avanza sobre Lula, el candidato puesto para las presidenciales de 2018, y como informó Página/12 ayer, el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, hasta ahora un aliado insidioso del PT, pasó abiertamente a la oposición.
La apuesta de la Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela al Mercosur concretada el jueves y el viernes fue, pues, un gesto realista. No hay presencia internacional sin pertenecer a un bloque, no hay bloque sin Mercosur y tampoco hay Unasur posible sin el Mercosur como base de sustentación.
En cuanto al ingreso de Bolivia, no entraña una sola desventaja para los cinco miembros plenos actuales. Aporta un mercado más, completa el circuito energético con petróleo y sobre todo gas, coincide con el resto en el despliegue de políticas sociales y el propio Evo Morales acaba de firmar acuerdos con el conservador paraguayo Horacio Cartes con lo cual no sería esperable una demora paraguaya en la ratificación como ocurrió antes con Venezuela. Como cualquier país de la región Morales tiene desafíos políticos por delante. Uno es su propia sucesión, porque naturalmente que no hay a la vista ningún liderazgo que se acerque ni de lejos a su popularidad, y el más permanente es la administración de conflictos entre el poder central y zonas con intereses locales fuertes como Santa Cruz y Potosí. Al mismo tiempo Bolivia fue desde 2006, cuando asumió Morales la presidencia, un modelo interesante de manejo del arte de la tensión y la distensión, de desarrollismo y de justicia social progresiva, de reconocimiento de derechos para el 62 por ciento de los habitantes, pertenecientes a pueblos originarios, y de institucionalización de la diversidad. También de articulación con las medianas empresas de Santa Cruz y de reapropiación de la renta estatal del petróleo. El crecimiento fue del 5,1 por ciento promedio entre 2006 y 2014. La pobreza extrema pasó de un 38 por ciento en 2005 a un 19 por ciento en 2013.
Con Juana Azurduy el Mercosur ya tenía una flor del Alto Perú. Con Bolivia (el viejo Alto Perú) ahora suma el aporte de un país entero.
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