DEPORTES › GARAY CAYO POR PUNTOS ANTE EL HUNGARO ERDEI

Pigu no se terminó de animar

Por Daniel Guiñazú

Hugo Hernán Garay no pudo hacer realidad su sueño de campeón del mundo. El boxeador argentino perdió ayer por puntos en fallo no unánime ante el húngaro Zsolt Erdei, resignó su invicto de 20 salidas profesionales y fracasó en su intento de conseguir el título de los mediopesados en la versión de la Organización Mundial de Boxeo. La pelea se desarrolló en el estadio Westfallenhalle de Dortmund, Alemania, y tuvo un trámite más parejo de lo que presuponen las tarjetas de los jurados. El español Manuel Martixalar dictaminó 115-113 y el dinamarqués Arthur Ellensohn falló 116-112, ambos para Erdei. El francés Robin Dolpierre dio empate en 114.
Pasó lo que se suponía de antemano que podía pasar: si el combate era equilibrado (y de principio a fin lo fue), Erdei (78,800 kg) tenía las mejores chances de retener su corona por primera vez. “Pigu” Garay (79,300 kg) debía imponer presencia y vigor desde la campanada inicial si pretendía regresar a la Argentina con el título. Como no lo hizo (o lo hizo esporádicamente, sin la continuidad necesaria para quebrar la subjetividad de los jurados), no hay derecho a la queja: al peleador de Tigre le faltó convicción ganadora para seguir la huella de Víctor Galíndez y Miguel Angel Cuello, los otros dos campeones mundiales mediopesados que tuvo el boxeo argentino a lo largo de más de un siglo de historia.
Lo más llamativo del caso fue que Garay arrancó bien: en los primeros asaltos se lo vio suelto, decidido y dominante, dispuesto a hacerse respetar sobre el ring alemán, a partir de su izquierda en jab y en gancho a los planos altos y bajos de Erdei. Pero duró poco esa postura. A medida que la pelea fue avanzando sin grandes emociones, Garay fue perdiendo presión y precisión, mientras que Erdei iba complicándolo con su boxeo largo y conservador, con su izquierda recta y a veces, con su derecha lanzada en contragolpe.
Entre el 6º y el 7º round pareció que el combate, por fin, explotaba y que Garay pasaba a hacer valer su mayor velocidad. En el 6º, inclusive, llegó a conectarle dos buenas derechas a Erdei. Pero fue un espejismo: Garay no pudo afirmar su dominio porque volvió a caer en otro pozo de indecisión. Cuando en el 10º, una derecha larga de Erdei le arrojó el protector bucal a la lona, quedó en claro que “Pigu” debería hacer un esfuerzo extraordinario para convencer a los jurados que era el mejor de los dos.
Lo hizo sí, en los dos asaltos finales, pero sin la continuidad que necesitaba para llevárselo por delante al húngaro. Es más: daba la impresión de que el más fatigado de los dos era Erdei y que el título del mundo estaba al alcance de sólo un par de buenas manos. Pero no hubo caso. En el último round, Garay fue al ataque con desorden y, de contraataque, Erdei le colocó un par de manos voleadas y ampulosas, no del todo potentes, pero sí lo suficientemente claras como para despejar cualquier duda respecto de quien terminaría siendo el ganador de un pelea que no hizo historia.
Si el boxeo mundial fuese el reino de la justicia, un empate hubiera reconocido los méritos de uno y de otro y todos se hubieran marchado conformes. Pero como el campeón parece tener siempre algunos puntos adicionales en la mirada sesgada de los jurados, Erdei alzó los brazos, retuvo su corona y llevó su invicto a 21 combates. En el futuro, le ganará cualquier que haga lo que Garay nunca se decidió a hacer: atreverse. Eso y sólo eso le impidió ser, a estas horas, el nuevo campeón del mundo del boxeo argentino.

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