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UNA RECORRIDA ESPASMODICA AL GLOBO TERRAQUEO
Un mapamundi ahí, por favor
Secuelas variadas de la crisis energética en Washington, en Chile, en Bolivia. La nueva geopolítica: dele gas. Sobisch aparece en escena. Zigzagueos con las empresas. San Luis, del plebiscito a la ilegitimidad en horas. Una guerra pejotista de baja intensidad, mirada desde Estocolmo.
Por Mario Wainfeld
Washington D.C. y New York, New York: Que la negociación de la deuda externa sigue su farragoso curso no es noticia. La buena noticia para los negociadores criollos es que Argentina cuenta, como nunca, con palpable buena onda del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Departamento del Tesoro y aun de la Reserva Federal. La mala noticia es que la crisis energética es ítem de las discusiones con funcionarios internacionales, empresarios trasnacionales y acreedores privados.
“Nunca creyeron en nuestro crecimiento y este obstáculo confirma sus sospechas. Algo tenía que pasar para que volviera ‘la normalidad’ y, bueno, se cortó el gas. Además, más allá de lo que digamos (y aun de si legalmente tenemos razón) afuera piensan que no cumplimos con Chile, que violamos los contratos y que somos incorregibles. Los más piadosos dicen que, retrospectivamente, podría tolerarse la ruptura de los contratos en 2002. Pero, volver a hacerlo en 2004... El cuadro que pintan es el de un país que, como siempre, viola los pactos. Y que tiene un presidente que, como ninguno, se pelea con todo el mundo, hasta con los vecinos.” Un funcionario argentino, que presta buena oreja a las voces del Norte, describe puntos de vista que pululan en las ciudades que son techo del mundo. Néstor Kirchner debió escuchar argumentos parecidos en su periplo de esta semana. Y el presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, debió gambetearlas en su participación en el Consejo de las Américas.
“Son chicanas. Los tipos saben que la emergencia no es tan seria. Lo que pasa es que quieren apretarnos y buscan nuestros puntos débiles”, comenta otro negociador, más incrédulo respecto de las contrapartes. Como corroboración de su sospecha menciona la fugaz pero enérgica reaparición del Comité Global de bonistas de Argentina quienes “trataron de escupirleel asado a Kirchner” con un comunicado durísimo emitido al comienzo de la visita no oficial del Presidente a Estados Unidos. Suspicaz, el funcionario adivina la manito negra del FMI detrás de la movida de los bonistas, según él “protegidos” del organismo.
La diferencia entre las dos versiones no es sideral, si bien se mira. La crisis energética ha habilitado un argumento (sincero o no) a las contrapartes de Argentina. El secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, suele comentar a gentes de sus confianzas que el primer round de la discusión por el canje es ideológico-mediático. Queda claro que, en ese terreno, el Gobierno trastabilló en un momento de relativa fortaleza. Un problema si se quiere llegar más o menos entero al segundo round de la batalla, que es cuando debe primar la lógica de los mercados.
Así y todo en Economía subsiste, al estilo Lavagna, un sosegado optimismo sobre el curso de las tratativas, pero se percibe a la energía como una astilla. Algún funcionario, sin querer ser pájaro de mal agüero, abre el paraguas ante tempus por las cifras de crecimiento industrial de mayo. “Si llega a haber una caída, aunque sea mínima, los efectos psicológicos pueden ser complicantes.”
u Chile: El clima de las negociaciones con Chile mejoró en estos días, por razones varias. Una de ellas fue que el tema fue perdiendo peso en las tapas de los diarios trasandinos, desplazado por otro escándalo local, ligado a la píldora del día después. Por añadidura, el crecimiento de 2003 fue del 6,5 por ciento, algo que suma al haber de Ricardo Lagos. Otro bálsamo fueron declaraciones amistosas de Kirchner, y promesas (para nada precisas) de Rafael Bielsa anunciando que el inminente plan energético que lanzará la Rosada pasado mañana incluirá soluciones para Chile. También calmaron los nervios el funcionamiento de la comisión bilateral y la incorporación plena de Alberto Fernández al elenco de negociadores argentinos. El jefe de Gabinete tiene teléfono rojo y buen diálogo con los trasandinos. Y les propuso algo atendible: no discutir si Argentina tuvo la culpa sino cómo se resuelve el entuerto. También trató de instar que las empresas distribuidoras de gas a Chile presionaran, incluso por vía judicial, a las productoras que cerraron los grifos. Los funcionarios chilenos le replicaron que la forma en que el gobierno argentino redactó el decreto obligando a las empresas productoras era un obstáculo para ese tipo de demanda.
Los chilenos sugieren que Argentina haga un gesto enérgico y prometa garantizar el consumo domiciliario del otro lado de la cordillera. Gas para doña Rosa, del otro lado del Ande. Es bastante pedir, dadas las circunstancias, pero se pide en un marco algo más distendido.
u Neuquén: Chile, escarmentado por la experiencia, se dedica a buscar fuentes alternativas de energía. Mientras se rehabilitan centrales hidroeléctricas dejadas de lado en pro de la baratura del combustible argentino, los chilenos escuchan ofertas. Una de las más veloces fue la del gobernador Jorge Sobisch. El mandatario neuquino propone mejorar el flujo de gas que ya envía a Chile. Lo hace a través de dos gasoductos, uno que va a Santiago y otro a Concepción. El primero trabaja frisando el límite de su capacidad. El de Concepción casi no se usa y podría enviar un volumen diez veces mayor que el actual. Lo que propone Sobisch es enviar todo el gas posible a Concepción y que los chilenos se ocupen de crear un gasoducto que conecte esa pequeña ciudad con su capital. En la Casa Rosada acusan a Sobisch, su adversario político, de ser poco serio, de subordinar su oferta a una obra pública en Chile y, sobre todo, de no tener reservas de gas suficientes para sostener su oferta en el largo plazo. Directivos de primer nivel de Repsol, incluido Alfonso Cortina, han corroborado esa versión en atentos oídos funcionariales argentinos y chilenos. Empero, otros funcionarios de nuestro país, más cercanos al área específica de energía, dicen que sí hay reservas y abundantes. Los chilenos que no tienen tanta tirria a priori a Sobisch, por ahora escuchan.
El ejemplo es buen botón de muestra de un dato alarmante. Cuesta saber el montante, siquiera aproximado, de las reservas de combustible en Argentina. La información dominante es capciosa, “envenenada” por provenir de empresas obviamente interesadas, no hace falta ser un lince para percatarse. El Estado argentino, desguazado y bobo, se maneja con los datos que vienen del otro lado del mostrador. Repsol juega muchas fichas a su desarrollo en Bolivia, en dura puja con Petrobrás y no le viene nada mal alentar el argumento (básicamente certero, en líneas generales) que Argentina no es un país gasífero.
La relación de ciertos políticos con las empresas de combustibles es una discusión que, a contramano de la carencia, va calentándose. Elisa Carrió, en declaraciones públicas, se permite ser terminante: Repsol tenía dos candidatos presidenciales, uno por izquierda (Kirchner) y otro por derecha (Sobisch). Ciertos funcionarios nacionales ranquean al presidente como abanderado en la lucha contra Repsol por sus explosivas declaraciones en Nueva York, donde habló de “extorsión”. Parece difícil, de momento, avalar puntos de vista tan tajantes, máxime porque el Ejecutivo nacional ha sido zigzagueante en sus prácticas. La denuncia presidencial fue ulterior a un acuerdo de precios con Repsol y previa a la audiencia pública en el Enargas, que tenía por fin santificar ese convenio. Los testigos presenciales aseguran que los representantes de las empresas testimoniaban perplejidad por las palabras de Kirchner que le vinieron como anillo al dedo a quienes se oponían a la moción oficial.
La próxima presentación del plan nacional energético y la nueva empresa nacional de energía pueden aportar nuevos datos respecto de la relación gobierno-empresas. No falta en la Rosada quien sugiera que esa empresa quedará habilitada para hacerse cargo de la actividad de concesionarias a la que se den por decaídos los contratos, lo que sería una fuerte herramienta de presión a las concesionarias. Pero las precisiones no se conocen aún.
Casi como nota al pie, resulta ya chocante la falta de presencia pública del ministro Julio De Vido en medio de una formidable crisis en el área que le compete. El jefe de Gabinete viene supliéndolo, por ostensible manda presidencial, para comunicar a la población o a dialogar con los chilenos.
u Bolivia: En sus primeras misiones al exterior, el año pasado funcionarios de Cancillería y de Defensa del actual gobierno se sorprendieron de que Colombia no fuera más el núcleo de la agenda norteamericana sobre el Cono Sur. Ya entonces el Departamento de Estado y el Pentágono se preocupaban bastante más por Venezuela y Bolivia, para sorpresa de los argentinos que atrasaban un añito. Claro que las reparticiones públicas del país del Tío Sam no las tienen todas consigo pero en este caso sus proyecciones eran lógicas, aunque sus colegas gauchos recién se desayunaban.
Bolivia, que hoy viene a cuento, ha cambiado de modo fenomenal su importancia geoestratégica. De ser un pequeño país, cuyas reivindicaciones eran miradas con una suerte de ternura distante pero inoficiosa a la hora de hacer algo, devino una potencia gasífera de primer nivel. Ese recurso se combina con otra volatilidad, la política, que la transforma en un polvorín que atrae la atención y resignifica su añeja batalla por la salida al mar. Un país de proverbial inestabilidad institucional cuya única causa nacional común es salir al Pacífico, poseedor de un volumen enorme de combustible imprescindible para sus vecinos, ranquea en otra categoría.
Argentina que había acertado al cogestionar con Brasil la salida del presidente González de Losada, ahora aceleró el siempre perdurable conflicto entre Chile y Bolivia. El mundo global es uno solo y la imprevisión o mala gestión de una de sus partes impacta en el escenario electoral de otro (Chile) y radicaliza la situación interna de un tercero.
u Suecia en ultramar: El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina se ha dado a la bebida y la disipación. Su trabajo no va ni para atrás ni para adelante porque la frenética sucesión de partidos de Boca le absorbe casi todo su tiempo. El poco que le queda lo dedica a tratar de recuperar, si no el amor, la interlocución de su ex-más-que-amiga la pelirroja progre, que se ha vuelto kirchnerista, prima del periodista independiente. El científico escandinavo malversó su último encuentro con la pelirroja en una malhadada discusión. La colorada se ha vuelto seguidora de Juan Carlos Blumberg quien, para el sueco, propone un plexo de posturas incompatibles con la ideología progre. Pero la colorada, de asistencia perfecta a las marchas masivas de los últimos tiempos, asegura que no es así e invoca que “la gente” apoya por igual al Presidente y al sorprendente emergente social. La discusión subió de tono, el politólogo cometió el error de ser sarcástico y agudo logrando que la pelirroja lo dejara solito, con estrépito.
Para agravar el fastidio de nuestro científico, su padrino de tesis el decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo le pide que escriba una certera monografía sobre el nuevo fenómeno socio-político, nacido en torno de la demanda por seguridad, incluyendo una prognosis sobre su evolución en el próximo año. “Usted está chapita, profesor”, contestó el politólogo a vuelta de correo electrónico y se sumió en vaharadas de alcohol.
u San Vicente, provincia de Buenos Aires: “Es una guerra de baja intensidad, por decisión mutua. El problema es que en cualquier momento uno puede resolver que la guerra escale. Y eso sólo se sabe cuando ya apretó el botón”. La metáfora sobre la relación entre Kirchner y su predecesor Eduardo Duhalde brota de labios de un operador del primero, baqueano en el territorio del segundo. El inestable equilibrio de la relación entre los dos dirigentes peronistas admite (o mejor requiere de) encontronazos más o menos frecuentes tras los cuales ambos contabilizan éxitos y bajas y amoldan sus tácticas a las nuevas condiciones imperantes. También incluye un acuerdo de gobernabilidad que funciona aceitadamente, hasta ahora. El decano de Sociales de Estocolmo jamás pudo entender, ni siquiera creer, que Duhalde haya avalado y hasta facilitado la designación de León Arslanian una de cuyas misiones primarias es desarmar la trama de la financiación espuria... que concierne a su propia fuerza. El decano, impermeable a las sutilezas de la política argentina, cree que su politólogo inventó esa historia, para seguirle sacando plata. Pero el científico foráneo se equivoca, de paradojas está hecha la historia argentina y ésta, sin ser la menor, no es excepcional,
Si el decano caminara los meandros de la lógica de poder del peronismo, cultura política que nutre a Duhalde y a Kirchner, y le preguntara a su discípulo cuánto puede durar este sistema en tensión funcionando sin estallar, lo pondría en un brete sin salida. Nadie lo sabe, seguramente ni los protagonistas que, hombres de acción, le dan para adelante.
Es del caso observar que el origen de la escaramuza de esta semana, un cónclave tan provocativo como patético en San Vicente, con viudas de Perón y gobernadores pianta votos, se produjo cuando Kirchner estaba fuera del país. Algo que irrita especialmente al Presidente, quien reaccionó con bronca y prodigando ironías filosas, de mediana intensidad.
u San Luis: “La gente le dijo basta a los Rodríguez Saá”, pontifica la pelirroja, en otra discusión ideológica con su pretendiente sueco. Este, imbuido del espíritu cartesiano troncal en la vieja Europa, le respondió mostrándole los resultados de las últimas, recientes, plebiscitarias elecciones en San Luis y sugiriendo que el cuerpo electoral es algo más consistente que el polisémico “la gente”. “¿Qué importa eso?”, se indignó la progre, “también en Santiago del Estero los Juárez ganaron por paliza”. El problema de esta discusión de pareja es que, como suele ocurrir en las peleas conyugales, ambos tienen razón.
Las crisis provinciales se obstinan en estallar en territorio cuyos comicios arrojaron resultados aplastantes a favor de los cuestionados, demostrando la carcoma que roe a las instituciones nacionales y provinciales.
Amén del problema concreto que sería para el Gobierno “tener la intervención fácil” lo cierto es que las movidas populares en el interior ponen en riesgo, desde el vamos, la legitimidad de las autoridades brotadas del voto. Pero no instalan representatividades alternativas. El frenesí del “que se vayan todos” o la enorme capacidad de veto de la sociedad argentina no proporcionan salidas sustitutas sino apenas ponen en cortocircuito las instalaciones existentes. No está mal, es un síntoma digno de observarse, es mejor que la pasividad de los pueblos sumisos, es lo que hay. No es suficiente. La libertad de expresión y de protesta, el jacobinismo callejero no se bastan para promover la construcción de políticas alternativas.
u Una ojeada a todo el mapa: El mundo, cada vez más, es uno, interactivo e interconectado. La deuda externa de un pequeño país transgrede sus fronteras. Su emergencia energética conmueve la política de países vecinos. Simétricamente, un par de provincias pequeñas expresan y agravan la crisis de un país que casi siempre las ignoró.
Sabemos que el siglo XXI involucra cambios fenomenales, que el mapa de nuestras realidades no es el que alguna vez fue. Casi todo lo ignoramos de ese mapa magmático, movedizo, y lo poco que sabemos lo aprendemos de tropiezo en tropiezo.
Las tareas que se deben una sociedad y un gobierno de un pequeño país del confín sur del mapamundi son más clásicas, menos sorprendentes. Se trata de reconstruir el Estado, de promover un proyecto de nación, de integrar a sus habitantes dotándolos de los atributos mínimos de la ciudadanía. Algo que, a la luz de las contingencias, parece una proeza. Y que es, antes que nada, una acuciante, vieja, crónica necesidad para no seguir cayéndose del mapa.