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¿Los tapó?
Por Facundo Martínez
No sólo el costoso techo del Waldstadion de Francfort resultó dañado por una fuerte tormenta; la Selección corrió el miércoles la misma suerte ante la lluvia de goles con los que Brasil lavó culpas. Las tormentas, se sabe, no llegan sin previo aviso y sus efectos, casi siempre incalculados, pueden ser o no devastadores.
A los organizadores de la Copa Confederaciones les alcanzó con el aviso del servicio meteorológico para mandar a desplegar el flamante techo corredizo construido entre el 2002 y el 2005, que costó unos 188 millones de euros y que a la primera de cambio se infló hasta el desgarro y dejó colar kilolitros de agua. En cambio, a la Selección la tormenta brasileña la tomó por sorpresa, la agarró descubierta o, si se quiere, mal cubierta.
Primero salpicó Adriano, después tronó Kaká, mientras Lux se deshacía como jabón en el agua. Mojó Ronaldinho y a los jugadores de Pekerman, ya sin paraguas, el agua les llegó al cuello con el golazo (por la jugada previa, de gran elaboración) de Adriano.
Ayer la azotó un vendaval de críticas, porque perdió el segundo título ante Brasil en dos años. Pero, ya sin impermeable, la Selección llegará al Mundial menos candidata que antes, y quizás eso sea bueno.
Luego del partido, los organizadores admitieron que, de no haber sido por el techo desplegable del Waldstadion, que se infló como vejiga hasta partirse, el partido no hubiera podido jugarse. Eso habría sido mejor, probablemente, pero no sirve de consuelo. La tormenta fue grande; como se dice, sobre llovido, mojado.