DEPORTES › LA FIFA Y LOS CLUBES MAS PODEROSOS SE PELEAN EN LA JUSTICIA
¿De quién son los seleccionados?
Los clubes quieren compensaciones cada vez que prestan a sus jugadores, pero la FIFA no quiere saber nada con pagar.
Por Pablo Vignone
Si la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) tiene más países afiliados que las propias Naciones Unidas, si el último balance de la multinacional de la pelota reveló ganancias superiores a los 100 millones de euros, si la organización del futuro Mundial de Alemania promete ganancias espectaculares, ¿por qué se vio obligado a anunciar Joseph Blatter la creación de una “fuerza de tareas” en el último Congreso de la entidad, en Marruecos, la semana pasada? Fue como si un tenebroso enemigo oculto amenazara el confortable rumbo que le ha impreso el ex coronel del ejército suizo al coloso, que acaba de sumar a Timor Oriental (13 mil futbolistas entre 800 mil habitantes) e Islas Comores (5300 jugadores entre 720.000) como miembros 206 y 207.
Es que la FIFA tiene un adversario formidable, o mejor dicho dieciocho: el G-14, el grupo de los clubes más poderosos de Europa, desafía el autoritarismo de la entidad por razones que tienen que ver poco con la democracia y sí con la libertad... de mercado. El G-14 reclama una compensación económica por la cesión de sus futbolistas a las selecciones nacionales, y para lograrlo cruzaron la frontera de lo establecido: acudieron a la Justicia ordinaria.
Nacido en septiembre del 2000 con 14 integrantes de evidente peso (Manchester United, Real Madrid, Barcelona, Bayern Munich, Milan, Inter, Juventus, Ajax, Porto, Olympique Marseille, Paris Saint Germain, Liverpool, PSV y Borussia Dortmund), al que luego se agregaron otros cuatro (Arsenal, Bayer Leverkusen, Lyon y Valencia), son el grupo que puede dejar sin futbolistas a los seleccionados, sin clubes a los campeonatos y, a la larga, sin billetes a las cuentas bancarias de los jerarcas de la organización radicada en Zurich.
Acaso porque intuye que la amenaza es seria pese a los florecientes balances, Blatter lo ha puesto en blanco sobre negro: “Tenemos que mirar los problemas a los ojos. Donde hay humo, hay fuego y tenemos que apagarlo –afirmó en la semana–. Existe un desequilibrio entre los directivos de las federaciones y los clubes profesionales”, que incluye el “no respeto de las decisiones de las federaciones”.
La tendencia parece indicar que los innumerables intereses dando vueltas en el mundo del fútbol terminarán, más temprano que tarde, imponiéndose sobre las decisiones de las asociaciones nacionales como la AFA, verdaderos sostenes del poder de Blatter y Cía. (en la que está incluido el vicepresidente Julio Grondona).
Blatter se pronunció en un largo discurso en Marrakech para hablar de los “desafíos” que enfrenta el fútbol, sin olvidar poner el énfasis en el “peligro de demorarse” en poner en funcionamiento esta “fuerza de tareas”, creada por el “bien del juego”. La iniciativa tuvo 198 votos a favor y 1 en contra.
La comisión de urgencia analizará los temas que le preocupan al suizo y su entorno: la multipropiedad de los clubes, el comportamiento de los intermediarios, la corrupción o las apuestas, aunque la verdadera cuestión que los inquieta es la falta de acatamiento de los clubes a decisiones de las federaciones y su recurso a la Justicia ordinaria, como acaba de suceder en el caso del club belga Charleroi (ver aparte).
La verdadera fuente de ingresos de la FIFA son los Mundiales: en un reciente congreso celebrado en Munich, el secretario general de la FIFA, Urs Linsi, reconoció que esos ingresos se han multiplicado por diez en los últimos años y calculó que de Alemania 2006 a Sudáfrica 2010 aumenten de 2180 millones de dólares a 3640 millones.
Pero para que eso suceda, en las Copas del Mundo deberían jugar los mejores futbolistas; no por nada los torneos de esta temporada terminarán un mes antes del arranque del Mundial de Alemania, para darles tiempo a los jugadores a recuperarse y evitar lesiones por fatiga, como le sucedió a Zinedine Zidane en Japón 2002. Pero los dueños de esos jugadores son los clubes, y los últimos movimientos del G-14, contestando el poder de las federaciones, preocupa al poder establecido. “Hay un movimiento al que yo no considero necesariamente como un ejemplo de solidaridad –dijo Blatter en Marrakech-. Los clubes más ricos lo son cada vez más y favorecen el éxodo de jugadores. ¡Es preocupante!”, señaló.
Lo que no aclaró es que lo que le preocupa realmente es el reclamo, que ya lleva varios años, de los clubes del G-14 de un pago indemnizatorio a cambio de la cesión de jugadores a las selecciones nacionales. Un pago que, eventualmente, tendrían que afrontar las asociaciones. ¿Cuánto tendría que pagar, por ejemplo, la AFA, que cobra un cachet de un millón de dólares por partido amistoso, para “alquilar” a los jugadores que convoca José Pekerman?
Los clubes del G-14 son los dueños de media Selección: Zanetti, Cambiasso, Samuel, Solari, en el Inter; Heinze, en el Manchester United; Ayala y Aimar, en el Valencia; Lucho González y Lisandro López, en el Porto; Messi, en el Barcelona... El entrenador del Inter, Roberto Mancini, dijo la semana pasada, con lo que considera “excesivas convocatorias” para sus respectivas selecciones de sus jugadores, que “así no se puede jugar al fútbol”.
El conflicto está servido.