DEPORTES › UN GRAN NEGOCIO QUE PUEDE QUEBRAR
El Mundial, patas para arriba
Es el primero del siglo XXI, pero puede ser el último. La FIFA depende en exceso de los ingresos televisivos, y éstos van en franca disminución.
Por Pablo Vignone
Es un Mundial patas para arriba. Es el primero en el siglo XXI, el primero que se juega en Asia, el primero que organizan dos países en conjunto, el primero en tener horarios disparatados para la Argentina. Pero puede ser el último, porque augura lujo y pompa y acaso derive en desastre. Y empieza hoy. La FIFA y el mundo entero celebran con alborozo el arranque de la ceremonia deportiva que los engloba cada cuatro años, pero los economistas, los aguafiestas de la historia, miran con preocupación los números y advierten: esta XVII Copa del Mundo, que comienza esta mañana en Seúl, suena a preludio de un fabuloso crac financiero, que puede arrastrar al desastre a la FIFA y a los socios que quedaron en pie, sumiendo a los millones de ingenuos entusiastas que se prenderán al televisor en una acongojante decepción.
Es un Mundial patas para arriba, porque la espiral de crecimiento económico de las Copas del Mundo resultó tan ampulosamente desbalanceada que su base cruje. La FIFA repartirá 123 millones de dólares entre los 32 equipos participantes, pero los entendidos aseguran que las previsiones hechas sobre los ingresos televisivos, la parte del león, son desmesuradas, y podrían conducir a la quiebra definitiva a la multinacional del fútbol, encaramada hoy al trono del planeta.
Los contadores de Zurich muestran cifras brillantes: los ingresos de la FIFA se multiplicaron por ocho entre 1998 y 2002, hasta alcanzar los 1706 millones de dólares. Pero esas fortunas dependen en exceso de los ingresos televisivos, una fuente de dinero que se está secando y puede conducir al fútbol a su colapso.
La cantidad de partidos que componen un Mundial pasó de 38 en el torneo de 1978, en la Argentina, a 64 ya en Francia, veinte años después. El aumento va en paralelo con la creciente dependencia de los ingresos por derechos televisivos: el 60 por ciento de las cuentas de la FIFA se sostiene con esos derechos, contra sólo el 35 por ciento que significa el aporte de sponsors. Y la estrategia del reelecto presidente de la FIFA, Joseph Blatter, de vender las imágenes al mejor postor, relegando a segundo plano a la TV abierta ante el avance de los emporios privados, empieza a hacer agua.
Los expertos avizoran que las quiebras de los grupos mediáticos Kirch, de Alemania –poseedora de los derechos televisivos de los mundiales 2002 y 2006–, e ITV, del Reino Unido, a partir de las multimillonarias inversiones realizadas en plataformas digitales para televisar fútbol en forma codificada, que nunca tuvieron retorno, harán caer drásticamente los ingresos futuros. Algunos números son transparentes: los ingresos globales por televisación de este Mundial, unos 1120 millones de dólares, son menores a los recaudados por el Comité Olímpico Internacional en los Juegos de 2000 en Sydney, pese a que se calcula que serán 40 mil millones de espectadores los que asistan por TV a algún encuentro del Mundial: el doble de espectadores que en Sydney 2000.
Arranca el Mundial patas para arriba. Durante los 30 días que dure la competencia, Japón amasará unos 2800 millones de dólares, pero la organización de su porción de torneo le costará 4500 millones, tres veces más que lo que demandó Francia 1998.
El Mundial del crac ya está entre nosotros.