Viernes, 7 de diciembre de 2007 | Hoy
DEPORTES › PAOLO MALDINI, LEYENDA DEL MILAN
El lateral, titular indiscutido en el campeón de Europa desde hace 23 años, jugará el Mundial de Clubes antes de despedirse.
Por Eleonora Giovio *
Paolo Maldini tiene 39 años y lleva 23 jugando en la primera del Milan. Disputó 830 partidos con la camiseta rossonera y ha ganado un sinfín de títulos. Pero en su cara no hay rastro de tantas batallas: ni siquiera tiene arrugas.
–¿Qué es lo primero que piensa nada más despertarse?
–En si hay sol o no. Para mí, es muy importante porque, si llueve, mis rodillas y mis articulaciones lo notan. Duelen. Así que me levanto y subo las persianas para ver si puedo empezar el día con buenas sensaciones.
–¿El fútbol nunca ha sido su primer pensamiento del día?
–Sólo indirectamente. Estoy más pendiente del clima. De eso depende que me pueda entrenar mejor o peor.
–¿Se arrepintió de no haber estudiado?
–Sinceramente, no. Creo que uno tiene tiempo luego para hacerse una cultura, leer, informarse. Habiendo sido futbolista, no creo que me haga falta un pedazo de papel.
–Su hijo mayor sigue la tradición familiar y juega de lateral izquierdo en las inferiores del Milan. Cuando vuelve de los entrenamientos, ¿le cuenta las mismas cosas que usted le contaba a su padre Cesare?
–Más o menos, son las mismas. Hay una sola diferencia, que es de carácter. Yo era muy cerrado. No me gustaba mucho hablar. Mi hijo, afortunadamente, es distinto y, sin que le pregunte nada, me lo cuenta todo. Es una ventaja para mí, porque así lo puedo ayudar. Generalmente, cuando vuelve de los entrenamientos, está más aliviado que cuando vuelve del colegio, porque ha entendido que con 11 años las preocupaciones no están en un campo, sino en las aulas del colegio.
–¿A usted le pesó tener un padre futbolista y entrenador?
–Sí, porque se hablaba mucho de mi apellido. La cosa más increíble es que Cesare no fue sólo un padre y un futbolista, sino también mi técnico en la Sub-21, en la Selección e incluso en el Milan. Así que 15 años después de debutar en primera seguía encontrándomelo allí. No podía liberarme. Aun así, creo que para mí fue mucho más difícil al principio porque luego, pasados unos años, ni él ni yo teníamos por qué demostrar nada a nadie.
–Fue el sueco Niels Liedholm quien lo hizo debutar. ¿Recuerda lo que le dijo ese 20 de enero de 1985?
–Que me quedara tranquilo. El sabía perfectamente que tenía mucha presión por ser el hijo de. Liedholm era increíble, una persona extremadamente importante para el fútbol. Te llenaba. Fue el técnico del que más aprendí. Me enseñó que, para ser futbolista, hace falta tener técnica y personalidad y, lo más importante, que el fútbol es un juego.
–Jugó toda su vida en la banda izquierda siendo diestro. ¿Le ha costó mucho adaptarse?
–Un poquito sí. Pero es cuestión de acostumbrarse. Además, aunque no fuera ambidiestro, estaba cerca de serlo. En las inferiores siempre había jugado en la derecha, pero procuraba utilizar las dos piernas. Me fui afinando con los años.
–¿Nunca hizo entrenamientos especiales para eso?
–Con Sacchi todos eran entrenamientos especiales.
–¿Por qué les hacía entrenarse con camisetas de seis colores distintos?
–Se llama psicocinética: intentás razonar cuando estás cansado físicamente y tenés la pelota entre los pies. Me es imposible explicarlo, así que imagínese hacerlo.
–¿En qué ha cambiado más el fútbol en los últimos veinte años?
–Físicamente, ya no es lo mismo. El nivel de exigencia física es tremendo. El fútbol de ahora es muy físico y muy táctico. Lo bueno es que las diferencias siguen haciéndolas la técnica, la personalidad y el talento de los jugadores.
–¿Es cierto eso de que cuando se tiene un entrenador que descubre en uno el fútbol como juego y cuenta por qué se gana o se pierde, entonces, uno se anima y quiere manejar esas claves?
–Eso del fútbol como juego yo lo veía más en Liedholm. Pero, claro, él no tenía el equipazo que tenía Sacchi. La suerte que tuvo el Milan en estos últimos veinte años es haber creado un equipo base muy sólido. Con eso se encontraron Sacchi y Capello. Es verdad que dieron mucho, pero el ciclo victorioso del Milan lo comenzaron cuatro hombres fortísimos en la defensa, más Van Basten y Gullit.
–¿Cómo eran los métodos de uno y otro?
–La gestión de un equipo es algo siempre muy personal, que depende de las creencias y experiencias de cada uno. Sacchi era un maníaco del trabajo. Hablaba de fútbol todas las horas del día. No te permitía desconectarte ni respirar. Quería siempre que estuvieras pensando en el próximo entrenamiento y en el próximo partido. Capello fue futbolista y sabe perfectamente que hay períodos en los que un jugador necesita poder pensar en otras cosas porque, si no, llega a mitad de temporada fundido mentalmente.
–¿Y Carlo Ancelotti, el entrenador actual?
–Es la mezcla perfecta de ambos, aunque tenga un carácter totalmente distinto. Lo que lo hace especial es la relación que tiene con los jugadores. Además fue adaptándose día a día a los nuevos tiempos. El fútbol ha cambiado radicalmente con respecto a su época de jugador y él se moderniza constantemente.
–Usted jugó de lateral y de zaguero. ¿La cancha se ve de una forma distinta?
–Sí. Como zaguero ves y dominás todo y, si tenés las cualidades, podés jugar con los dos pies. De lateral, además de tus compañeros, estás en compañía de la banda y eso delimita mucho el espacio de juego.
–Habrá tenido que pegarle algún grito a alguien...
–Nunca. Y si grité, fue en estadios llenísimos para que me escucharan los compañeros. Por ejemplo, con Franco Baresi habíamos llegado a conocernos a la perfección. Aprendimos todos los mecanismos y casi no hacía falta hablar. De todas formas, lo de la comunicación en el campo cuenta, pero sólo hasta cierto punto. Claro que con los años y la cinta de capitán las cosas cambian y a lo mejor hay que hacerse sentir.
–Da la impresión, viéndolo jugar, que disfruta siendo defensor.
–Es verdad, pero también disfruto atacando. Los dos primeros años en las inferiores del Milan jugaba de puntero y esto me ayudó mucho. El gol es el objetivo de cada jugador, juegue donde juegue. Tuve la suerte de jugar en un equipo que hace un fútbol muy ofensivo y de contar con entrenadores que me daban libertad para subir, y eso sí que lo disfruté. Cuando empecé a jugar de zaguero, pude demostrar más mis características defensivas.
–¿Quién ha sido su ejemplo dentro de la cancha?
–Franco Baresi. Es el que me enseñó a comportarme y el que me ha enseñado qué es la fuerza de voluntad.
–Baresi dice que usted era imbatible en el uno contra uno y que le vio en dificultad sólo una vez: contra Maradona.
–Me encontré en dificultad muchas más veces y con mucho más jugadores. Pero Maradona era el más imprevisible de todos y el jugador más fuerte al que me enfrenté.
–¿Messi puede llegar a emularlo?
–Tal vez. Es un fenómeno. Con la pelota en los pies hace cosas impresionantes. Pero lo que tenía Maradona era una personalidad enorme y la transmitía a los demás. Si Me-ssi la consigue, podrá alcanzarlo.
–¿Y Van Basten?
–Es el que más se acercó a Maradona, aun jugando en puestos distintos. Me pasó algo curioso con Marco. Jugando con él, le veía virtudes y defectos, pero cuando fuimos adversarios, en la selección, sólo le veía virtudes. Su fútbol deslumbraba.
–¿Quién fue el mejor defensor de la historia?
–Todos dicen que Franz Beckenbauer; yo lo vi jugar muy poco. De los últimos 25 años, para mí, el más fuerte fue Baresi. Era uno de los más completos.
–¿Recuerda la última vez que lo expulsaron?
–(Se queda pensando varios segundos.) Hace diez años. Con Materazzi. No hace falta que diga nada más.
–¿La pena más grande?
–La selección. Viví experiencias magníficas, pero no gané ningún título. Perdí un Mundial en los penales y una Eurocopa en el último minuto. Es la vida: no se puede tener todo.
–En 2008 termina su contrato. ¿Qué hará luego?
–Me quedan seis meses, así que tendré tiempo para tomar decisiones. Lo que tengo muy claro es que no me dedicaré a ser entrenador. ¡No cambié nunca de ciudad siendo jugador y no lo voy a hacer ahora convirtiéndome en entrenador!
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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