Que falten algunos, que sobren otros, no queda ya circunscripto, por lo menos en términos de discusión, a los habituales o circunstanciales parroquianos de cualquier boliche de barrio.

Además del proverbial y muchas veces equívoco mensaje de los medios, las opiniones de los casi 40 millones de directores técnicos que somos los argentinos se oyen y/o leen en televisión, radio, medios gráficos e Internet.

Y pareciera que el tema de debate casi excluyente pasa por Juan Román Riquelme, para quien esto escribe el mejor jugador del Clausura que ganó San Lorenzo. Su incorporación a la lista del equipo nacional casi a último momento provocó reacciones tan disparatadas como las de quienes consideraban injusto que el de Boca ocupara el lugar que originariamente tenía el casi ignoto Javier Pinola. Como si antes del Mundial de Alemania se hubiese debatido en lugares parecidos la inentendible inclusión de Scaloni.

Está bien. Somos 40 millones los que tenemos derecho a decir lo que se nos ocurra. Pero no estaría mal que lo que se nos ocurra, no sea solamente justo una ocurrencia sino alguna idea. ¿O decir y escribir lo “anteescrito” suena demasiado petulante?