DIALOGOS › ¿POR QUE ANTONI LAPORTE ROSELLO?
La cultura en la gran ciudad
Por A.G.-Y.
En la primera mitad de 2005, España recibió 26 millones de turistas. Cuatro millones de ellos visitaron Barcelona, ciudad que se ha transformado en una de las más cosmopolitas de Europa. A los visitantes hay que agregar los inmigrantes, de Africa, Sudamérica, y más recientemente, del este europeo. Estos últimos constituyen alrededor del 25 por ciento de la población en el casco antiguo de la capital catalana.
Como preparación para las Olimpíadas, en 1992 y hasta la fecha, las instituciones políticas, y Pascual Maragall, decidieron posicionar a Barcelona como ciudad cultural por excelencia, con programas de restauración, reparación y expansión para atender a las necesidades de la ola de extranjeros, tanto como de la población local. No todo es éxito. En las zonas bajas, cercanas al puerto, el graffiti y los carteles pasacalles de los vecinos exigen que los turistas, mochileros, trasnochadores, “no orinen en nuestros barrios”. La bella si bien decadente Plaza Real está en malas condiciones, desvalorizados sus comercios y habitaciones, por la inmigración amontonada e indocumentada.
Antoni Laporte Roselló, de 51 años, experto en cultura urbana y consultoría de proyectos culturales, ha trabajado durante varias décadas en las formas de adaptar las necesidades culturales de una ciudad y una población a los rigores contemporáneos, conservando la historia y lo educativo, pero adaptando lo antiguo a la vida presente. Laporte, hombre que conoce Buenos Aires y que ha dictado cursos aquí, se ofreció al diálogo sobre como encarar el patrimonio de una sociedad. En momentos que en la Argentina cuesta hallar un acuerdo de cómo encarar la historia reciente, cómo usar el territorio de la ESMA, entre otros muchos ejemplos, la experiencia catalana es un útil ejemplo de los caminos que se pueden recorrer.