En el Banco Central nadie quiere anticiparse a los hechos, pero la cara de Mercedes Marcó del Pont ayer lo decía todo. “Lo que no te mata te fortalece”, reflexionaban en su entorno. La evaluación de uno de sus colaboradores más cercanos era pensando a futuro, una vez que se concrete la ratificación de su pliego al frente del Banco Central, lo que suponen que ocurrirá la próxima semana. Pasado el tormentoso episodio de su designación, la funcionaria pretende que su gestión en la autoridad monetaria sirva para empezar a transformar el funcionamiento del sistema financiero. Básicamente, que los bancos dejen de dedicarse casi con exclusividad a negocios fáciles y rentables, como los préstamos al consumo y el cobro de comisiones por el uso de tarjetas, y comiencen a financiar la producción y lleguen a todo el país. El “ataque desmesurado” de un sector de la oposición terminó por legitimarla aún más tanto dentro del Gobierno como en parte de la sociedad y el empresariado, sostiene su gente de confianza.

Una encuesta que Roberto Bacman está terminando de procesar ratifica esa percepción de los hechos. Marcó del Pont aparece como una de las funcionarias con mayor imagen positiva: ronda el 45 por ciento, contra menos de 30 puntos de imagen negativa y un porcentaje similar –elevado pero previsible– que “no sabe o no contesta”. La jefa del BCRA recibió ayer numerosos llamados de adhesión: se comunicaron industriales, dirigentes de la asociación de bancos públicos y cooperativos, de cámaras de pequeñas y medianas empresas, economistas y de agrupaciones políticas afines al kirchnerismo para transmitirle su satisfacción por el cambio de escenario político que ahora parece favorable para su permanencia en el cargo.

Una de las razones que esgrimen en el seno del Central para ese cambio de escenario son los “errores” de la oposición. Allí creen que la secuencia de dictámenes negativos al pliego de Marcó del Pont por parte de nueve senadores de la Comisión de Acuerdos, primero sin darle derecho a defensa y una semana más tarde criticándola a sus espaldas, la ubicaron en la posición de víctima. A eso se sumó el hecho –afirman– de la crisis que estalló en la oposición por el fracaso de la sesión especial en la Cámara de Diputados, los reproches del peronismo disidente al radical Gerardo Morales por encarar una negociación con el kirchnernismo y las críticas de Elisa Carrió a sus ocasionales compañeros de ruta. Todo eso dio espacio al oficialismo para negociar con senadores que el Grupo A consideraba como votos seguros para el rechazo del pliego y convencerlos de cambiar o “sincerar” su pensamiento.

El otro mérito que le asignan a Marcó del Pont es haber sido eficaz para transmitir sus convicciones, sus argumentos en favor del Fondo del Desendeudamiento Argentino y mostrarse como una profesional calificada y con una trayectoria transparente. “Se transformó en un chivo expiatorio que quedó en medio de la balacera entre oficialistas y opositores”, le concedió la senadora Roxana Latorre, quien ayer confirmó que apoyará su nombramiento en el Central.

En el marco de su defensa, Marcó del Pont avanzó con definiciones sobre cómo piensa que debe funcionar el sistema financiero. “Soy una militante política que durante veinte años trabajé en contra del pensamiento neoliberal”, declaró. El Banco Central ha sido históricamente una trinchera ganada por la ortodoxia, cuya “independencia” se vio reforzada con la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz en 1977 y la reforma de la Carta Orgánica de Domingo Cavallo en 1992. Esos pilares ayudaron a conformar un sistema financiero concentrado, extranjerizado y orientado a maximizar su rentabilidad, dejando de lado el financiamiento a la producción y al desarrollo regional. La titular del Central aspira a “dejar su impronta” en la gestión y empezar a modificar ese estado de cosas. Si efectivamente se confirma su pliego la próxima semana en el Senado, en el Central creen que saldrá fortalecida para encarar esa tarea nada sencilla. En la city porteña se ven venir esa situación y más de un banquero ya hizo conocer su descontento. Allí hubieran preferido que el reemplazante de Martín Redrado hubiese sido Mario Blejer.