El conflicto comercial que se abrió con China por el freno que ese país puso a las importaciones de aceite de soja argentino sólo se resolverían en el seno de una mesa de negociación global. “Es lo que busca China, abrir una mesa de negociación”. La definición de esta salida provino, curiosamente, de boca de uno de los jugadores clave en este negocio y, sin embargo, habitualmente oculto detrás de las cortinas en los momentos más duros: el presidente de Cargill Argentina. Fernando Jurado, representante de la principal cerealera exportadora del país y dueña de la mayor cadena de firmas acopiadoras en zonas productoras, rompió el silencio para distribuir responsabilidades, hacer predicciones sobre precios y mercados, y darle consejos al Gobierno. Para simplificar o complicar un ya difícil panorama, según se vea.

Formalmente, el origen del conflicto es un residuo de solvente incorporado al aceite de soja que Argentina embarca hacia China, que por una norma técnica de calidad recientemente dispuesta dejaría al producto argentino fuera del negocio. La interpretación de los negociadores comerciales es que China está aplicando una represalia a las medidas antidumping (objeción a un precio demasiado bajo de entrada) contra productos chinos terminados que aplicó Argentina en los últimos tiempos.

Estas medidas son tradicionalmente pedidas por la industria local amenazada por el ingreso masivo de productos chinos al mercado local a precio de liquidación. En el último año y medio, a raíz de la crisis internacional, esa amenaza pasó a ser una sentencia de muerte. La rápida reacción del gobierno argentino, antes de la ejecución de la sentencia, sirvió para proteger a los fabricantes locales en diversos rubros, pero a su vez dejó un residuo. Si no de solvente como en el aceite, al menos de conflictos comerciales latentes. Pero lo latente, al fin, se corporizó. China puso barreras al ingreso de aceite de soja argentino.

Parado como hombre de negocios, Fernando Jurado le quitó dramatismo al conflicto. “La demanda de grano no va a caer –dijo– probablemente se vaya a sustituir lo que ingresa como aceite (a China) por harina de poroto de soja.” El mensaje era para los productores, sus proveedores, a los que Cargill les paga el precio de mercado descontándoles retenciones, aunque ese descuento no siempre coincida con lo que ingresa al fisco.

También dijo que “probablemente China no tenga” el sobre-stock que se señala, por lo cual no se podría privar del producto argentino, aunque exija condiciones a cambio. “Busca abrir una mesa de negociación global”, dijo Jurado en la mañana de Radio El Mundo. No ya para los productores, sino para que lo escuche el Gobierno. Y aprovechó para criticar las medidas restrictivas del Gobierno al ingreso de mercadería china. “Si uno mira sólo lo que le conviene, y lo que no lo restringe, va a sufrir estas tensiones”, filosofó. O definió su modelo económico, según se quiera ver.

Jurado puso las cartas sobre la mesa. China presionará para que Argentina deje de condicionar sus ventas de productos baratos o si no le va a generar dolores de cabeza en las exportaciones de soja. ¿Por qué habría de atender Argentina esas presiones? Porque es sojadependiente en sus exportaciones y obtención de divisas, además de necesitar de una buena relación comercial con China en el más amplio sentido.

Quizás el conflicto con China se supere sin mayores costos. Pero los dichos de ayer del titular de Cargill expresan la posición de un sector dominante de la economía que se considera en condiciones de poder imponerle la política al Gobierno. La soja avanza, pero que no mande.