Miércoles, 16 de junio de 2010 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Débora Giorgi *
El crecimiento económico que está viviendo el país no nos sorprende. Ya en los últimos meses del año pasado, tras haber dado sobradas muestras de la solvencia con la que atravesamos la gravísima crisis financiera internacional, advertimos que 2010 sería un año muy positivo para la Argentina. Los datos hablan por sí solos: en mayo las tasas de crecimiento llegan al 8 por ciento en el nivel de actividad total y en la industria de alrededor del 10,2 por ciento. Se registró una baja en la tasa de desempleo, y estamos con un superávit fiscal y externo importante, manteniendo niveles record de recaudación.
Hoy, en el contexto de la crisis europea, quieren volver a imponer la receta del ajuste, que lo único que hace es desalentar el crecimiento. La salida de una crisis, tal como lo venimos demostrando desde 2003, impone crecer para volver a producir y consolidar realmente un superávit fiscal en base a una recaudación genuina, un superávit externo basado en las exportaciones. Ningún ajuste –y nosotros lo sabemos bien– podrá eliminar las diferencias de competitividad que existen entre los países, con lo cual se resalta la importancia de tener un tipo de cambio competitivo y adecuado al grado de desarrollo de cada una de las economías.
Claro que el crecimiento debe ser traducido en desarrollo. Desarrollo que significa implementar un modelo de acumulación de capital, tecnología, conocimiento, capacitación de los recursos humanos, mejoramiento de los procesos de desarrollo de gestión, articulación público-privada. Ese es justamente el modelo que impulsa el Estado nacional desde 2003: un paradigma basado en el concepto de desarrollo y transformación, en un tipo de cambio competitivo, en superávit gemelos, en un aliento a la demanda agregada, al consumo, a la inversión y a las exportaciones; en preservar al mercado interno de la competencia desleal y en una revalorización del rol del Estado en la inversión pública productiva y social, con una participación fuerte en la articulación público-privada.
Está cada vez más generalizado el consenso de la necesidad de un Estado presente. Estuvo presente en Estados Unidos, en Alemania, en España. Un Estado presente vuelve a ser hoy un mandato, quizás aprendido un poco a los golpes en los países desarrollados, y aprendido por nosotros en base a historias que nos costaron mucho. Un Estado presente que articule acciones con el sector privado para favorecer el proceso de desarrollo económico. Y para eso debemos mejorar la competitividad y la productividad, y la clave es la inversión. Una materia pendiente era tener un financiamiento competitivo y hoy lo estamos alcanzando.
El Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, presentado por Cristina Fernández de Kirchner, cuenta con fondos para inversión por 8000 millones de pesos con destino a todos los sectores y todo tipo de empresas, que estarán disponibles a una tasa de interés del 9,9 por ciento anual fija en pesos y un plazo de hasta cinco años.
Pusimos en marcha, junto con la Anses, un programa de financiamiento de 400 millones de pesos para el sector automotor. Así, están dadas las condiciones para dar el salto en la capacidad instalada requerida para que el sector autopartista pueda acompañar el crecimiento de la producción automotriz, sustituyendo importaciones y generando las condiciones para avanzar cada vez más hacia una mayor integración local.
El Programa Parques Industriales del Bicentenario destina 30 millones de pesos al año en aportes no reintegrables para obras dentro de los parques (calles internas, cercos perimetrales, plantas de tratamiento de efluentes, etc.) y otros 22 millones para subsidiar tasas para la radicación o ampliación de pymes en esos predios, los que generarán 300 millones de pesos en créditos. Además, con una visión estratégica, el Estado ejecutará obras de infraestructura con una impronta productiva.
Las medidas que estamos instrumentando nos permitirán alcanzar productos terminados de clase mundial, para lo que es necesario mejorar la competitividad articulando acciones al interior de todos los eslabones de la cadena. Eso es posible, por ejemplo, mediante la vinculación de la ciencia y tecnología con la producción de materias primas, impulsando una industria de bienes de capital que permita industrializar eficientemente los granos y carnes, invirtiendo en infraestructura y servicios de logística para que las empresas lleguen a todos los rincones del mundo, la transformación del papel, cartón y plástico para envasar esos alimentos elaborados. Enfrentamos grandes desafíos, se derrumban viejos paradigmas y es necesario reconstruir los nuevos para seguir caminando, produciendo y, en definitiva, seguir construyendo una sociedad con mayor bienestar y crecientemente inclusiva.
* Ministra de Industria y Turismo de la Nación.
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