Miércoles, 3 de agosto de 2011 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Eric Nepomuceno *
Entre enero y julio se vendieron en Brasil poco más de dos millones de vehículos. Es una nueva marca histórica y significa un crecimiento de casi 9 por ciento en relación con el mismo período de 2010. Las empresas aéreas locales, a su vez, experimentaron un aumento de 19 por ciento en sus ventas y jamás tantos brasileños viajaron al exterior, gastando como nunca. Brasil es el país líder en la expansión del sector aéreo en todo el mundo.
Son brasileños los extranjeros que más compran inmuebles en Miami y alrededores. Y, para completar el escenario de bonanza extrema, San Pablo es la décima ciudad más cara del planeta, y Río ocupa el décimo segundo puesto en el mismo ranking. Se vive más barato en Berna, Copenhague o Londres, y muchísimo más barato en París, Milán o Nueva York. El costo de la vida en Brasilia supera el de Roma, Viena o Estocolmo.
En ningún otro país se expande tanto y con tanta velocidad el número de internautas, y en los últimos cuatro años la telefonía móvil (Brasil es el quinto mercado del sector en el mundo) se duplicó. Existen más teléfonos móviles que habitantes en el país. Los precios de los inmuebles en las dos mayores ciudades hacen que resulte más barato una oficina en Wall Street o un departamento en Manhattan que en Río o San Pablo. Agencias de publicidad dedican sus mejores esfuerzos para crear campañas dirigidas especialmente a los casi 32 millones de brasileños que, en los últimos seis años, ingresaron, veloces y ávidos, en la clase media.
Las reservas en dólares superan los 345 mil millones y el país está entre los cinco destinos preferenciales de inversiones extranjeras en el mundo.
Por detrás de esa aparente exhibición de fortaleza y pujanza hay una razón que preocupa cada vez más al gobierno y despierta críticas contundentes de diversos y respetados economistas: la sobrevaluación del real. El dólar vale hoy menos que hace doce años. En los últimos meses el gobierno brasileño adoptó una serie de medidas para impedir que la moneda norteamericana siguiera derritiéndose frente al real, pero sin obtener mayores resultados. Miembros del equipo económico aseguran que, de no ser por esas medidas en apariencia ineficaces, el cambio estaría muy cercano a la paridad con el real (la cotización es de 1,55 real por dólar).
El resultado visible de la valorización del real está, entre otras cosas, en los crecientes contingentes de brasileños haciendo turismo en el exterior, en la expansión de la importación de automóviles, en las inversiones inmobiliarias en Miami y en la comparación del precio de vivir en Río y San Pablo con otras metrópolis donde seguramente la calidad de vida es bastante superior, y a un precio más bajo. Pero existe también el rostro menos visible y más preocupante, que aparece de manera incesante para industriales, empresarios, economistas y, claro, para el gobierno. Las exportaciones de manufacturas y de productos industriales se desplomaron en los últimos años. De los automóviles producidos en Brasil hace cinco años, eran exportados 30 por ciento. Hoy día, 12 por ciento. Mientras tanto, los automóviles importados significaban 5 por ciento del mercado en 2005 y ahora significan 22. De no ser por los precios de los commodities, en constante expansión, Brasil tendría problemas graves en su balanza comercial. El país es el vigésimo exportador mundial y no logra subir en el ranking gracias a su moneda, que es de las que más se valorizaron frente al dólar en los últimos años, pero especialmente en 2011.
Los maleficios generados por dos factores específicos –el excesivo ingreso de moneda norteamericana en el país, que valoriza el real, más las tasas de interés más elevadas del mundo, herramienta favorita del gobierno para controlar la inflación– causan desastres en el parque industrial brasileño. Todo lo demás, o sea, las apariencias de un período de extrema prosperidad, se deshace frente a la crisis enfrentada por la industria, que, en algunos segmentos, se acerca a un nivel preocupante de gravedad.
Un número considerable de empresas contrajeron préstamos significativos en dólares, aprovechándose de las bajas tasas de interés del mercado externo y de la fuerte valorización del real. Muchas tomaron préstamos en dólares, ingresaron la moneda en Brasil y aplicaron el resultado en títulos locales, que remuneran con tasas mucho más altas de las que se pagan afuera. Por más que el gobierno haya lanzado advertencias sobre los riesgos de esa clase de operación, una súbita valorización del dólar provocaría estragos consistentes en esas empresas y bancos. Ese escenario –la crisis vivida en Europa provocando una elevación de la moneda norteamericana– es otro fantasma que asombra al equipo económico brasileño.
* Escritor brasileño.
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