Jueves, 10 de noviembre de 2011 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Quién te ha visto y quién te ve. La integración de la Cámara de Diputados que fue cuna, feudo e ilusión del Grupo A, aprobó en comisión el proyecto de Presupuesto enviado por el Ejecutivo. El dictamen se logró sin estrépito ni discusiones maratónicas. Toda una innovación y una suerte de revancha para el bloque del Frente para la Victoria (FpV) que durante casi dos años se abroqueló en su área y rechazó todos los centros que le llovieron.
El kirchnerismo puede ahora decidir si lleva el debate al recinto antes del 30 de noviembre o si espera hasta después del 10 de diciembre, con la nueva integración. Seguramente optará por la vía más segura, que es votar contando con la superioridad numérica recuperada en las urnas. Sus adversarios le garantizan la aprobación en general de la Ley de Leyes. Pero el diablo está en los detalles o, por mejor decir, en la discusión en particular en la que las debilitadas filas opositoras podrían ejercer un desquite, acaso pequeño pero fastidioso. Los principales operadores del oficialismo pulsaron el clima de estos días: entienden que sus antagonistas los dejaron hacer pero sin deponer una beligerancia que podría entorpecer la plena aprobación del Presupuesto. Para qué apurarse entonces, se preguntan y (de algún modo) se responden. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que dialogó con el titular de su bloque, Agustín Rossi, dejó en claro que no quiere arriesgarse a ningún retoque forzado por rivales debilitados pero no inexistentes.
Si el debate plenario llegara el mes que viene con la Cámara remozada, la comisión renovada debería ratificar el dictamen. El FpV no encontraría escollos para hacerlo. Y los opositores quedarían relevados de “hacer buena letra” o reconocer –con caballerosidad deportiva– primacía al kirchnerismo que los goleó en octubre. Todos estarían más confortables... en especial la nueva mayoría.
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El escenario que se abrirá el 10 de diciembre registrará otra gran diferencia con el de fines del 2009 y del 2010. En aquel entonces, la Presidenta hibernó al Congreso hasta el comienzo de las sesiones ordinarias. En este caso, sin duda, habrá un buen paquete de proyectos de ley para tratar en sesiones extraordinarias.
Las prórrogas de la emergencia económica y el llamado “impuesto al cheque” están en pole position.
Otro proyecto presidencial, que viene muy a cuento en estos días de especulación y arengas contra los controles fiscales, es el que aumenta las penas a los evasores de impuestos.
El Régimen Nacional del Trabajo Agrario es prioridad porque enfoca una añeja desigualdad laboral digna de reparación y porque, de rondón, limita las potestades del gremialista del rubro Gerónimo Venegas. El Momo fue uno de los pilares de la notable campaña presidencial de Eduardo Duhalde, en la que fue tan exitoso como en la defensa de los intereses de sus representados.
El Ministerio de Justicia impulsó dos proyectos de ley, para alinearse con las sugerencias-exigencias del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) referidas al lavado de dinero. Esa temática es gravitante en la agenda internacional de los Estados Unidos, reverdecida por el encuentro de la mandataria con el presidente norteamericano Barack Obama. La tipificación del terrorismo como delito forma parte de las propuestas.
El nuevo régimen de producción de papel para diarios seguramente ingresará en el período extraordinario. Cuenta con dictamen aprobado, su transcurrir parlamentario puede ser manejable. El ruido sonará extramuros de las instituciones: las reacciones de los respectivos lobbies no se harán esperar, seguramente. El activismo desestabilizador de los grandes medios hegemónicos en estos días sugiere que barruntan ese horizonte.
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“Aunque usted me predique en contrario, los peronistas son irracionales. ¿Para qué se apura el Gobierno con el Presupuesto si el año pasado, cuando no se aprobó, todos decían que era un negocio pingüe?” Por una vez, la pregunta que espeta el decano de Sociales de la Universidad de Estocolmo no es un mero disparate. Esa especie se divulgó en estas pampas: un Presupuesto anterior prorrogado deja manos libres al Ejecutivo. El ahijado de tesis del decano, el politólogo sueco que hace su tesis sobre Argentina, replica de taquito. Le comenta que no es así o (si usted prefiere) no es tan así. La ejecución presupuestaria es un arte complejo. Reparticiones que no tienen asignaciones específicas quedan limitadas o maniatadas en su accionar día a día, supeditadas a reacomodamientos de partidas que insumen tiempo y, a veces, castran propuestas o iniciativas. La Dirección General de Clavos y Clavitos (por mentar un ejemplo hipotético) no puede mover plata si no la tiene asignada y mover todo el esquema burocrático dista de ser un chiste en el cotidiano. Hay ventajas y desventajas en ese devenir, gris es el color predominante en la realidad aunque observadores esquemáticos insistan en que todo es blanco o negro.
Hablando de colores, el politólogo retomó el diálogo con su más que compañera, la pelirroja progre que ahora es kirchnerista. Quedó pendiente de esclarecimiento qué pasó en esos dos días en que la pelirroja se salió del radar y perdió contacto con nuestro cuentista social. La reconciliación fervorosa limitó el ansia inquisitoria del politólogo, aunque no sació sus dudas.
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El Grupo A hace mutis, mayormente por derecha, mientras baja el telón de una etapa que no supo capitalizar. Tuvo su público, una claque entusiasta; ahora no suena ni un aplauso. Sus ínfulas, el control algo prepotente de muchas comisiones, la repercusión mediática que disfrutaron sus referentes durante más de dos años... nada bastó. Resultó melancólica, en la mayoría de los casos, la trayectoria de grandes esperanzas alternativas que ocuparon bancas y fatigaron micrófonos o cámaras en este lapso. La diputada Elisa Carrió es el ejemplo más resonante, con un drenaje de votos digno del Libro Guinness. También fue abrupta la caída del vicepresidente Julio Cobos, que se retira a su casa en Mendoza.
Los diputados Francisco de Narváez y Fernando Solanas traspapelaron en sólo dos años carradas de votos y esperanzas cosechados en 2009. Su colega Felipe Solá optó por unos meses sabáticos para ahorrarse el diluvio electoral.
El senador Luis Juez fue batido con holgura en la disputa de la gobernación de Córdoba, en la que había llegado cabeza a cabeza cuatro años atrás. El diputado radical Oscar Aguad quedó tercero y maltrecho en esa compulsa.
El senador boina blanca Gerardo Morales, hiperpresente en todo formato periodístico, ni se animó a disputar la gobernación de Jujuy. Ernesto Sanz era un prospecto de presidenciable, bendecido por formadores de opinión y líderes empresarios, ahí quedó.
El Congreso no catapultó referentes opositores, más bien al contrario. Si bien es muy esforzado armar con tanta antelación una grilla con aspirantes a tallar en el 2015, es más lógico recorrer el espinel de los gobernadores o la fórmula presidencial.
Hermes Binner, el opositor mejor ranqueado en octubre, queda (en ese sentido) en un “no lugar”: ni en el Congreso ni en un Ejecutivo nacional, provincial ni municipal. Uno de sus desafíos es ver si puede sacar partido de esa situación sin engolosinarse con el caramelo mediático, insuficiente para la construcción política. El gobernador santafesino es un dirigente de carrera, de partido y con experiencia de gestión, pero deberá precaverse de los cantos de sirena de la política virtual.
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El 1o de marzo de 2010 fue el debut estricto del Grupo A, recibiendo (es un decir) a la Presidenta en Asamblea Legislativa. Cristina Kirchner los desafió con la creación de un Fondo para pagar la deuda externa con reservas del Banco Central. La pulseada fue inesperada, firme, premonitoria. “La oposición” clamó, denunció pero no pudo frenar la (más que razonable) medida ni impedir la aprobación del pliego de Mercedes Marcó del Pont. Martín Redrado arrancó entonces una carrera para acceder a una banca en el Congreso. Los palcos VIP la consideraron promisoria. Los potenciales votantes pensaron de otro modo.
El 10 de diciembre, la mandataria volverá al Congreso para jurar por segunda vez. Es, desde 1983, la primera parlamentaria de larga trayectoria que llega a la Casa Rosada. Seguramente evocará esa circunstancia en su discurso, siempre lo hace.
Si no incurre en errores no forzados, como sucedió con las retenciones móviles, las dos Cámaras acompañarán su proyecto y validarán sus iniciativas. No le bastará para superar todos los retos de una etapa difícil, pero tendrá por delante un mejor escenario institucional que el que sobrellevó desde 2008.
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