Jueves, 10 de noviembre de 2011 | Hoy
PSICOLOGíA › EN RELACIóN CON BODAS DE SANGRE
Por Osvaldo Delgado *
¿Cuál es el estatuto del amor en Bodas de sangre, de Federico García Lorca? ¿Cuál es la relación del amor con la pulsión de la muerte? No es Eros poniendo un límite a Tánatos. No es el fracaso de Eros. Es Tánatos desencadenado con el semblante de Eros. El amor como semblante devaluado. Amor como tratamiento de la falta, de la castración. En Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes dice que los celos son un “sentimiento que nace en el amor y que es producido por la creencia de que la persona amada prefiere a otro”. Pero en esta obra se presentan claramente las tres preguntas centrales que formula Denis de Rougemont en Amor y Occidente: ¿por qué preferimos cultivar en el amor una pasión que conduce a la muerte y se opone radicalmente al matrimonio?; ¿por qué preferimos el amor mortal al amor feliz, puramente físico de los orientales?, ¿por qué se compara con tanta frecuencia la pasión amorosa con la exaltación amorosa? Son, a su vez, figuras del llamado amor puro de Jacques Le Brun en el texto homónimo: “Un amor incondicional cuyo último criterio sería el rechazo de toda recompensa, un amor que encontraría su goce en la ruina de todo goce y ocasionaría junto a la pérdida de sí, la pérdida del amor e incluso la pérdida de Dios.
La novia, que es una Antígona y que también no lo es, habla:
Novia (a la Vecina): Déjala; he venido para que me mate y que me lleven con ellos. (A la Madre) Pero no con las manos; con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta que se rompa en mis huesos. ¡Déjala! Que quiero que sepa que yo soy limpia, que estaré loca, pero que me pueden enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos.
Madre: Calla, calla: ¿qué me importa eso a mí?
Novia: ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua fría y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabeza de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos!
Hace del Ideal del amor el argumento de la tragedia. Si Antígona lleva hasta el límite la realización de lo que se puede llamar deseo puro, el puro y simple deseo de muerte como tal, si ella encarna ese deseo (J. Lacan, Seminario 7, “La ética en psicoanálisis”), acá la novia presta su cuerpo como ardid mortífero.
¿Quién es Leonardo sino un obsesivo guiado por el perjuicio al tercero y la valoración del objeto sólo cuando está a punto de perderlo, revelando que no está nunca a la hora? Amor al padre.
¿Quién es la novia, sino aquella histérica que bajo la mascarada del amor se sacrifica al estrago? Consumirse como la madre sosteniendo la impotencia paterna.
¿Quién es el novio, sino aquel que está absolutamente encadenado al deseo mortífero de su madre?
Si no hay relación sexual, en el sentido de Lacan, sí existe el amor, como encuentro, como consonancia inconsciente, como homenaje a la vida.
Federico García Lorca, republicano, nos enseña por qué tenía –y tiene– tanta consistencia la consigna franquista “Viva la muerte”. Nos lo enseñó Freud: los seres humanos primordialmente se satisfacen dañándose y dañando a otros. El amor es “Viva la vida”, es un rotundo no al imperativo de la pulsión de muerte. Bodas de sangre es una tragedia porque el hijo le dice sí al sacrificio. Es el hijo como carne de cañón, en palabras de François Regnault. El no al sacrificio del hijo hace que la tragedia desaparezca.
En el orden de la sociedad, la apuesta es un proyecto de liberación sin sacrificios, sin desaparecidos, con sagacidad política. Si, en palabras de Oscar Masotta, el hombre está estructurado como un chiste, brindemos por la vida como comedia.
* Texto extractado de Bodas de sangre o el amor como argumento de la pasión por lo real, incluido en Conjeturas psicoanalíticas, de reciente aparición (JCE Ediciones).
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