ECONOMíA › LA CRISIS GOLPEó A FRANCIA CON MENOS INTENSIDAD QUE A LAS ECONOMíAS EUROPEAS PERIFéRICAS

París no quiere saber de privaciones

Aunque la economía se desacelera y se espera una nueva vuelta de ajuste fiscal para 2012, en París y otros distritos centrales se mantienen los elevados niveles de consumo. En cambio, los trabajadores temporales y los jóvenes son los más afectados.

 Por Tomás Lukin

Desde París

Ni la crisis estructural de la Eurozona ni el incipiente frío otoñal de París disuaden a las cuarenta personas que hacen fila a las siete de la tarde en la avenida ChampsElysées para entrar al local de Louis Vuitton. La escena se repite fuera del circuito turístico tradicional de la capital francesa. Los restaurantes están llenos lunes y martes, mientras que los “grandes almacenes” se preparan para recibir la Navidad sin necesidad de atraer a sus clientes con ofertas especiales. No obstante, Francia no está ajena a la crisis financiera internacional, las políticas de ajuste y mucho menos a las dificultades que enfrenta la Unión Europea, donde posee un papel central junto con Alemania. En las ciudades de París y Lyon, trabajadores de la construcción, dueños de comercios, panaderos, agricultores, jubilados y estudiantes universitarios coinciden en señalar que la crisis no los golpeó como en España, pero advierten que “ya se empiezan a observar algunos problemas”. Mientras tanto, el gobierno y los partidos de la oposición se preparan para las elecciones presidenciales que se celebrarán dentro de cinco meses.

El crecimiento francés fue 1,5 por ciento en 2010 y la Organización para la Cooperación y el De-sarrollo Económico (OCDE) estima que este año se desacelerará hasta 0,3 por ciento. La crisis golpeó a Francia, la segunda economía de la Eurozona después de Alemania, con menos intensidad que a otras economías periféricas: no empeoró significativamente la distribución del ingreso ni se disparó el desempleo y, según enfatizan la mayoría de los parisinos, todavía persisten importantes redes de contención social estatales. Como sucedió en la mayoría de los países de la región, los sectores manufactureros y la construcción fueron los más afectados por la crisis. Mientras tanto, quienes atienden en las coquetas boulangeries del centro de París se quejan porque “cayeron un poco las ventas”, aunque el dueño de uno de los tradicionales minimercados atendidos por inmigrantes del Magreb –el norte árabe de Africa– sostiene que “el impacto en París no es significativo, la crisis se siente en los suburbios, la gente acá tiene mucho dinero y lo gasta sin problemas”.

Tampoco evidencian una caída sustancial en sus ventas los grupos de productores de alimentos en Lyon que hace más de veinte años decidieron encargarse de toda la cadena de producción y comercialización de sus frutas, hortalizas, vinos, embutidos y carnes –en muchos casos con la ayuda de los subsidios públicos– para mejorar su rentabilidad. De todas formas, los productores de las asociaciones Uniferme y Saveurs du Coin reconocen que su público posee un elevado poder adquisitivo.

A comienzos de noviembre, el gobierno francés anunció un nuevo plan de ajuste fiscal, el tercero desde que estalló la crisis. El objetivo es lograr un “equilibrio presupuestario” en 2016. Para eso, las autoridades francesas aplicarán la receta de recortes en el gasto público –la tasa de crecimiento será negativa– y aumentos de impuestos. Por ejemplo, subirán el IVA de 5,5 a 7 por ciento. Además, el gobierno de Nicolas Sarkozy decidió adelantar un año, al 2017, el resistido incremento de la edad mínima jubilatoria, de 60 a 62 años.

No obstante, estimaciones realizadas por el diario Financial Times señalan que las políticas de ajuste impulsadas por el gobierno de Sarkozy tuvieron un costo limitado en relación con el resto de las economías europeas. Después de los recortes fiscales, el ingreso disponible de los hogares franceses cedió uno por ciento, mientras que en Grecia y España alcanzó el 14 por ciento y 5 por ciento, respectivamente.

La desaceleración de la actividad económica francesa impacta sobre el mercado de trabajo, aunque las cifras de desempleo se encuentran lejos de las que exhiben Grecia o España. La desocupación es de 9,6 por ciento, menos de la mitad que en aquellos otros países. Los primeros afectados fueron los trabajadores “temporales” y los más jóvenes. La tasa de desocupación para las personas de entre 15 y 24 años pasó de 18,3 por ciento hace tres años al 22,7 por ciento actual. Para los funcionarios del gobierno francés, esa situación se enfrenta a través de distintos esquemas difundidos de subsidios por desempleo y otros programas de transferencias monetarias, aunque los recortes del gasto programados afectan a algunas de esas iniciativas.

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Las protestas sindicales expresan el descontento de los sectores afectados por la flexibilización.
Imagen: EFE
 
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