Viernes, 2 de enero de 2015 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Débora Giorgi *
Hoy, más que nunca, el Mercosur está fuerte y preparado para consolidar el desarrollo regional, tras una década en la que los presidentes de nuestros países, como Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en la Argentina, han fortalecido esta herramienta, insustituible para un crecimiento sustentable y con inclusión. Esa voluntad política fue lo que permitió que millones de compatriotas salieran de la pobreza; que se reduzca a la mitad la tasa de desempleo; y que el crecimiento de nuestro ingreso per cápita sea un 73 por ciento mayor al de 2003.
Muchos aducen que los términos de intercambio favorables se dieron por “los vientos de cola”, pero esto no es así. Al contrario, arrastramos un mundo complicado desde 2007, con un Mercosur, que es perfectible, pero que ha sido un neutralizador de efectos negativos externos. Así, mientras las exportaciones mundiales crecieron 1,4 veces, nuestro comercio intrazona, con todo lo que falta por solidificar, creció 3,5 veces. Además, cada vez que vinieron cimbronazos fuertes, como las crisis del 2008, 2009 y 2012, las primeras en recuperarse fueron las exportaciones intrazona.
La participación conjunta de la venta de manufacturas de origen industrial (MOI) al mundo subió del 16 al 33 por ciento. Con este crecimiento ganaron todas las economías del bloque. La gran oportunidad pasa por sumar nuestros valores agregados en la relación intrazonal, que compra a terceros países por 435 mil millones de dólares, 78 por ciento de ese total en productos manufacturados.
Sabemos que en esos productos importados hay bienes de capital que sirven para poder extraer recursos naturales –maquinaria para la producción de petróleo, gas, minería, energías alternativas y no alternativas–. También camiones, maquinaria agrícola, automotores. En ese desequilibrio está nuestra propia oportunidad.
El Mercosur se consolida con más Mercosur. Los ejes para conseguirlo pasan por la integración productiva entre empresas de modo de sustituir competitivamente esas importaciones. Con más infraestructura para el desarrollo. Esa integración tiene que tener herramientas diferentes, según se trate de pymes o de empresas globales. Estas últimas concentran en la Argentina el 50 por ciento de las importaciones, con decisiones que se toman en otro lado, sobre la base de intereses no siempre coincidentes.
Esta articulación tiene que estar acompañada por políticas de Estado que permitan transferir tecnología y sumar innovación en el largo plazo. Podremos aprovechar el cuarto mercado mundial automotor, el Mercosur. Sin discutir qué parte de una pieza podemos integrar, cuando, en sólo cinco años, todo puede cambiar vertiginosamente y la pieza en cuestión, tal como la concebimos hoy, puede dejar de existir por obsolescencia tecnológica.
También, hay que profundizar la infraestructura productiva. En la Argentina trabajamos en el corredor bioceánico Aconcagua; en la unión ferroviaria con Uruguay y Paraguay; y en mejorar la navegabilidad de la cuenca del Plata, entre otras iniciativas.
No tenemos recetas mágicas y no miramos sólo los números de incremento del comercio. Buscamos inclusión y democracia plena, la única manera de crecer genuinamente. En ese camino seguiremos, con más esfuerzo y más Mercosur, que es una herramienta irremplazable para que en la próxima década podamos seguir mostrando resultados de inclusión e igualdad.
No hay otro camino más que el de industrializar, innovar e integrar. Tenemos que seguir trabajando, porque, insisto: el Mercosur, que puede y debe mejorar, es irremplazable para el proyecto común de inclusión y progreso regional.
* Ministra de Industria de la Nación.
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