Jueves, 19 de enero de 2006 | Hoy
El objetivo era firmar la Cláusula de Adaptación Competitiva que apunta a regular el comercio bilateral. La idea es frenar el ingreso de productos brasileños hasta que la industria argentina crezca.
Por David Cufré
Desde Brasilia
La preponderancia que tomó el conflicto con Uruguay en la visita de Estado de Néstor Kirchner a Lula da Silva encuentra como una de las explicaciones las propias dificultades que tienen la Argentina y Brasil para resolver sus diferencias. Aunque sobraron las declaraciones y los gestos de buena voluntad, los gobiernos debieron postergar una vez más la firma de acuerdos importantes. El principal es el que ofrece una solución a las controversias comerciales, al habilitar al país afectado por una avalancha importadora a tomar medidas para resguardar su industria. El plazo para suscribir ese convenio vence en doce días. “Coincidimos en lo sustancial, sólo faltan definir los términos del proceso”, indicó Felisa Miceli, mientras que el canciller brasileño, Luiz Furlan, afirmó que “ya cerramos el 80 por ciento”. Es la misma proporción, prácticamente, que antes de este encuentro.
Roberto Lavagna fue el autor de lo que se conoce como Cláusula de Adaptación Competitiva (CAC). La imaginó hace casi dos años y desde entonces los gobiernos le dan vueltas al tema. Durante mucho tiempo la administración brasileña se negó siquiera a hablar del asunto, pero hace dos meses dio señales concretas de flexibilización. Tanto, que el gobierno argentino tenía expectativas de que se pudiera anunciar la implementación del instrumento regulador del comercio en la anterior cumbre de Kirchner y Lula, a fines de noviembre. Pero no fue posible, y esta vez tampoco.
Igual suerte viene corriendo el nuevo convenio para la industria automotriz. El que existía ya venció y, ante las dificultades para reemplazarlo por otro régimen, las partes se dieron plazo hasta fines de febrero para negociar. Brasil se resiste a incluir en las reglas de intercambio compensado a la industria de piezas, mientras que la Argentina rechaza definir una fecha precisa para la liberalización total del comercio automotor. Tanto Kirchner como Lula hicieron referencia al tema luego de su entrevista en el Palacio del Planalto. “Es importante consolidar una industria automotriz moderna, integrada y competitiva a nivel mundial”, exhortó el mandatario argentino. “Estamos abiertos a propuestas para perfeccionar acuerdos sectoriales en áreas prioritarias como la automotriz”, concedió el brasileño, aunque en la práctica hay que seguir esperando.
Ni siquiera fue posible terminar de delinear un acuerdo para la producción conjunta de medicamentos contra el sida, medida que ambos gobiernos anunciaron en agosto pasado. Hay consenso en llevar adelante el plan, pero todavía persisten diferencias sobre adónde se instalará el laboratorio, si en territorio argentino o brasileño. De todos modos, Ginés González García valoró la “decisión política” para avanzar con la iniciativa.
Un cuarto aspecto que la delegación argentina, especialmente Miceli y el embajador Jorge Taiana, planteó en las conversaciones con sus pares Antonio Palocci y Furlan, fue el de las complicaciones que varios sectores productivos argentinos encuentran para ingresar sus productos en Brasil. A través de medidas paraarancelarias (controles sanitarios o disposiciones técnicas), el socio más grande del Mercosur restringe las ventas de “un amplio abanico de productos”. Sólo las trabas para el PET –insumo para la industria plástica elaborado por las petroquímicas– y los agroquímicos representan un perjuicio para el país de “300 millones de dólares anuales”, de acuerdo con la estimación oficial.
“Hasta ahora poníamos el acento en cuidarnos de una avalancha importadora, pero de aquí en más también debemos marcar las complicaciones que encontramos para exportar”, señaló a Página/12 un encumbrado miembro de la comitiva argentina.
En cuanto al futuro de la CAC, Miceli ratificó la fecha del 31 de enero como límite para firmar el entendimiento. Sin embargo, otros negociadores dejaron abierta una puerta para una posible postergación. Una de las diferencias técnicas es si el país afectado por las importaciones puede determinar la existencia de daño para su industria de manera unilateral o si debe obtener la aprobación del país exportador. “Es uno de los temas que estamos negociando”, reconoció la ministra.
“La tarea actual de los gobiernos es crear las condiciones para un Mercosur que favorezca un desarrollo industrial con alto valor agregado para toda la región”, sentenció Kirchner tras su reunión con Lula. Y agregó: “Tenemos que lograr avances para institucionalizar mecanismos que impidan que frente a desequilibrios comerciales transitorios se dañe un sector productivo”. Otro conflicto a nivel técnico es que Brasil pretende restringir a un corto período la aplicación de los cupos o las medidas que limiten el comercio. Lula, por su parte, prefirió hacer hincapié en que “Brasil es el principal destino para las exportaciones industriales argentinas” y en que “nuestras empresas han aumentado fuertemente sus inversiones” en el país.
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