Miércoles, 12 de julio de 2006 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Daniel Kotzer*
Quisiera explayarme en por qué la distribución del ingreso se debe publicar tal como se hizo en el último comunicado del Indec, o sea el ingreso per cápita familiar (ingreso total del hogar dividido el número de miembros de la familia), incluyendo a los que declaran no tener ingresos. Esta se denomina “distribución personal del ingreso” o sea cómo se distribuye el producto social entre todos los miembros de la comunidad. En ese contexto tienen sentido otras variables estadísticas que se utilizan, tales como el ingreso promedio, la mediana de los ingresos (o sea el valor que divide a la población en dos grupos iguales) o el coeficiente de Gini, que mide la concentración. Este índice no dice nada de la pobreza en sí mismo, pero tampoco dice sobre el nivel de los ingresos, pero, claro, tampoco estaba llamado a decirlo.
Dado que el ingreso es un atributo individual del que lo percibe, y que el bienestar de los hogares tiene que ver además con las características demográficas de los mismos, es que el simple criterio de la distribución por perceptores no muestra la distribución del ingreso en una sociedad. Pongamos un ejemplo absurdo: sólo dos personas perciben ingresos en un país mientras el resto no lo hace, si la distribución entre esos dos que sí lo hacen es igualitaria, ¿estamos en presencia de un país equitativo? Si uno de los que no recibía ingresos se incorpora a la economía gracias a una propina de uno de los que recibía, ¿se amplió la brecha? ¿Empeoró la distribución del ingreso?
Atribuirle al uso de la distribución per cápita del ingreso familiar una motivación maléfica que oculta la realidad es una exageración, ya que pondera de hecho la evolución del empleo y de los ingresos por el número de miembros que tienen los hogares. Si el que obtiene el ingreso debe atender a cinco miembros del hogar, su impacto es diferente al que existe si un joven trabaja para poder vivir solo, aunque gane lo mismo que el anterior, y eso está bien. En el caso de los perceptores, cuentan lo mismo y se ubican ambos en el mismo decil, aunque uno no pueda cubrir las necesidades básicas de su hogar. Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, dedica su libro sobre la desigualdad económica a sus hijas con la frase “...para que encuentren menos, no importa cómo la midan”. Sin dudas ese debe ser el ánimo general, evitar que los números confundan, tener claras las hipótesis de trabajo y qué es lo que se está midiendo. Como decía mi profesor de econometría: “...el economista debe acercarse a los números como el borracho al poste de luz, buscando apoyo, no iluminación”.
* Profesor Estructura Social Argentina. FCE-UBA.
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