ECONOMíA › NOBEL DE LA PAZ AL BENGALI MUHAMMAD YUNUS, EL “BANQUERO DE LOS POBRES”

El hombre que desafió a la economía

Yunus creó un banco en Bangladesh para prestarles plata a los más humildes. El éxito se multiplicó en todo el mundo, incluso en Argentina. El hombre que conjugó lo social con la economía.

Su meta es ambiciosa, pero no baja los brazos. Lo llaman “el banquero de los pobres”, aunque también podría ser conocido como “el antibanquero”, por el solo hecho de hacer todo lo contrario a los manuales y romper las duras reglas que dominan la economía a nivel mundial. Muhammad Yunus todavía se sorprende por el premio que acaba de recibir: el Nobel de la Paz 2006. El galardón se debe al programa que lleva adelante este economista de Bangladesh, desde 1976. Se trata del Banco Grameen, especializado en microcréditos para aquellos que tienen menos de los recursos mínimos para subsistir y emprender nuevos proyectos, comerciales en principio, de vida después. El concepto de Yunus encontró imitadores en más de 60 países en vías de desarrollo. Hace unos años llegó a la Argentina, donde obtuvo y obtiene resultados más que gratificantes.

“Un día nuestros nietos irán a los museos para ver lo que era la pobreza.” Esa es una de las frases preferidas de Yunus, un bengalí de 66 años, que en 1974, mientras se dedicaba a la docencia universitaria, comenzó con su proyecto: prestar dinero a los más necesitados sin pedirles una garantía a cambio. Aquella idea se transformó en el Grameen Bank. Yunus nació en 1940, en Chittagong, el centro comercial de Bangladesh, hijo de un orfebre que le proporcionó una buena formación. Sin embargo, como él mismo reconoce, fue su madre la que más lo influyó.

El vocablo “Grameen” proviene de Bangladesh, y significa “aldeano” o “de la aldea”. El banco no otorga créditos altos. A nivel internacional, el primero puede ser de 150 dólares, y se renueva cuantas veces quiera el beneficiario, siempre y cuando cumpla en tiempo y orden con la devolución del dinero, pactada en cuotas semanales. La cantidad y el valor de las cuotas depende del lugar donde se aplique el método; los microcréditos se adaptan a la situación de cada país y localidad, pero siempre con todas las facilidades. El único requisito es tener un proyecto comercial, y que sea, de algún modo, rentable.

Si bien los microcréditos se otorgan para proyectos individuales, es necesario formar un grupo de cinco personas del mismo sexo y sin parentesco, todos con el mismo objetivo: obtener una mínima suma de dinero para llevar adelante una idea ambiciosa. Así se forma un grupo solidario. Cada uno presenta un proyecto y son todos entre sí sus propios garantes. Si uno no paga la cuota, es el resto el que se hace cargo del deudor. Así funciona, bajo un lazo de solidaridad y compromiso. Actualmente, el banco, con 2226 filiales y 18.795 empleados repartidos por el mundo, tiene 6,6 millones de beneficiarios de créditos, con un total de préstamos entregados que ascienden a 5720 millones de dólares.

Desde 1999, la Fundación Grameen Argentina es la que lleva la bandera de Yumus aquí. Con 26 réplicas –instituciones adheridas al proyecto– distribuidas por todo el país, más de tres mil personas sacaron microcréditos con este sistema. El monto máximo que se puede pedir es de 500 pesos. Norberto Kleimam, fundador y presidente de Grameen Argentina, afirma: “El sistema funciona, y no es sólo mi opinión”. “Son cuotas bajas, con un 20 por ciento anual de interés. Arrancamos en el ’99; a fines de ese año fuimos a Bangladesh para capacitarnos y traer el programa, que comenzó en Argentina en 2000, y funciona en red con las distintas organizaciones del todo país”, explica, y agrega: “La noticia (del Nobel) es gratificante, esto va bien y sirve. Está demostrado con los casos de la gente que pide los créditos”.

A principios de los ’70, y tras haber estudiado en Estados Unidos, el economista volvió a Bangladesh y fundó en 1976 el Grameen Bank. La idea es demostrar que concediendo microcréditos a los pobres se podía lograr más que con los miles de millones de dólares de ayudas extranjeras. “Nosotros –exclamó Yunus–, los profesores de universidad, éramos todos tan inteligentes pero no sabíamos absolutamente nada sobre la pobreza a nuestro alrededor.” Y los sectores tradicionales del poder económico se rieron de su novedoso concepto.

Pero Yunus les respondió: “¿Cómo pueden saber que los pobres no son dignos de crédito si nunca lo han intentado? ¿Quizás son los bancos los que no son dignos de las personas?”. En 1983, su Grameen Bank recibió la licencia y hasta mitad de 2005 había prestado 5720 millones de dólares. Por eso, las burlas se acallaron hace tiempo: el 99 por ciento de los créditos se devuelven, una estadística tan poderosa como comprobable en los registros y asientos contables de la entidad.

El presidente del Comité Nobel, Ole Danholt Mjos, dijo que “no puede haber paz sin que se mejoren las condiciones de vida de los más pobres”, al otorgar a Yunus el premio consistente en 1,1 millón de euros. Yunus anunció que donará ese dinero al banco.

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Yunus, en pleno festejo con su hija tras conocer que recibió el Premio Nobel de la Paz.
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