ECONOMíA › OPINION

Lavagna cantó truco

 Por Alfredo Zaiat

Roberto Lavagna mostró que es un buen negociador. Antes de viajar a Washington para terminar con el insoportable culebrón de amor y odio protagonizado por Argentina y el FMI, eliminó las posibilidad de un fracaso. Al decir que las tratativas avanzan con dificultad, disminuye las expectativas de éxito al mismo tiempo que los dolores de una frustración. Más allá de esa estrategia, el ministro tiene la lapicera cargada para rubricar el acuerdo, que llegará por las urgencias de los organismos multilaterales más que por las del Gobierno de Duhalde. Dólar estable, tasas en descenso, reservas en aumento, leve repunte de la producción impulsada por sectores de exportación y situación fiscal controlada aunque no holgada, ofrecen márgenes para una tímida prepotencia del ministro.
De eso se trata la propuesta de bajar dos puntos el IVA o subir tres la devolución de ese impuesto por compras con tarjeta de débito por un período de dos meses. ¿Por qué esa medida con objetivo de reactivación del consumo se presenta para tan cortísimo lapso? Sólo se entiende como una oportuna pero obvia carta de negociación para apurar la firma del acuerdo con el Fondo. Cuando esa institución manejada por las dos K (Köhler-Krueger) redobla las presiones por un ajuste ante lo que considera debilidad de las cuentas fiscales, Lavagna en lugar de aumentar impuestos, como sugieren los técnicos de Washington, promete bajarlos. Para cantar truco, en este juego de simulaciones con el Fondo por diferencias macro pero que, en realidad, esconden pujas por rentas de privatizadas, bancos y acreedores, ese naipe es ganador.
A la vez, contabilizar un estrecho superávit fiscal, que el ministro amenaza con aplicarlo a incentivar el consumo vía reducción del IVA, facilita la posición negociadora con los acreedores externos de bonos en default. Una situación fiscal con excedentes reducidos o casi nulos permite, aunque parezca lo contrario, plantear una propuesta de mayor firmeza en cuanto al reclamo de una quita del principal de la deuda. En caso de superávit crecientes, como exige el Fondo, los dueños de esos papeles impagos tendrían la oportunidad de reclamar prontos desembolsos y aspirar a una amputación menor de su capital.
En todo caso, la tensión por esas cuestiones forman parte de ese tira y afloje entre un organismo inepto para prevenir y luego encontrar soluciones al incendio y un Gobierno que ya quemó todo lo que podía arder. Por suerte, este capítulo de esta historia con protagonistas a los que ya nadie les cree está a días de terminar.

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